Cuando los meteoros ocultan el clima

13 Sep

Los cambios sociales globales que se están produciendo indican que la sociedad industrial se está desmoronando. No solo eso. Únase a ello el declive de los combustibles fósiles, el cambio climático y el avance tecnológico en los procesos productivos. Se tendrá entonces una radiografía aproximada de la agitación que recorre el mundo.

La mayoría de los análisis que se hacen, utilizando una metáfora lingüística, son intransitivos. Subrayan los cambios desde la perspectiva de un solo núcleo. Las amenazas de este siglo, sin embargo, piden un análisis transitivo, es decir, de dos núcleos: sujeto (el ser humano) y objeto (biosfera), para poner de manifiesto la inclusión del primero en el segundo y la interacción mutua entre ambos.

Pero al no incluir las fuerzas políticas en su análisis la variable pico del petróleo y al considerar de manera insuficiente —diría incluso tramposa— la del cambio climático, la insostenibilidad del metabolismo de la actual sociedad industrial queda fuera del debate político y público. Y el que existe esta fuera de l realidad y la sociedad sigue en la ilusión del consumo. Un superviviente de una unidad de operaciones especiales de los activistas clandestinos polacos —que participó en el levantamiento del gueto de Varsovia— nos recuerda una realidad que no debemos olvidar: «nunca os imaginéis que vuestro mundo no puede derrumbarse, como lo hizo el nuestro.»

Con los parámetros descritos el debate se centra, de manera inevitable, en la naturaleza financiero-económica de la crisis, cuando en realidad la misma es ecológica: el descenso de la disponibilidad de energía fósil barata. Cuando alguien dice que las causas de la Gran Recesión son la deuda, la desregulación financiera, las hipotecas basura, la burbuja inmobiliaria, el riesgo crediticio, etc., éstos son factores secundarios que han reaccionado a una causa primera: la falta de petróleo barato suficiente para seguir creciendo[1].

Esta situación de escasez se originó a partir de 2002. Y la solución que se encontró para seguir creciendo fue la deuda. Por eso deuda y falta de petróleo van de la mano. Y por eso la crisis no ha podido resolverse: porque no hay petróleo barato abundante. Y en diez, quince años (2025-2030, según la estimación realizada en 2015) puede no haber petróleo disponible para los que no lo producen. Con los datos y conocimientos actuales es difícil imaginar escenarios realistas —para dentro de una década— en los que el colapso del petróleo no vaya a tener lugar[2]. Pero estos escenarios al estar fuera del debate político público son opacos para la gente. Y nadie está haciendo nada.

La no inclusión del pico del petróleo en el análisis político, hace que el debate se salga del eje productivismo/antiproductivismo, que es el que sería natural. Y se albergue en el eje izquierda/derecha, que es el de la pelea por la redistribución de la riqueza sin contemplar las limitaciones que nos impone la biosfera. El análisis y el debate se hace, por tanto, desde parámetros incorrectos, secundarios. Ante la escasez de petróleo el actual debate público no está siendo el de esos límites que tiene el planeta, la transición a una sociedad pospetróleo y la cantidad y forma de uso de los recursos. El debate continúa centrado en cuál es la mejor forma de mantener el actual metabolismo de la sociedad industrial.

La apuesta tecnológica que se hace para ello y la orientación de la economía a los servicios, ha permitido que los empleos menos cualificados sean ocupados por inmigrantes, que ofrecen su fuerza de trabajo por menos salarios y usan los servicios y beneficios que les brinda el Estado protector. Esta circunstancia ha creado un enorme malestar entre los trabajadores nacionales con menos formación y recursos, y ha provocado que depositen su voto a fuerzas xenófobas que culpan a la inmigración de todos sus males.

Únase a lo anterior las migraciones por causas climáticas —26,7 millones de desplazados anualmente según el informe Frontiers 2017 de la ONU— debido a las tensiones ecológicas que el cambio climático está produciendo en muchos territorios: sequías, descenso de la producción de alimentos, incremento de la violencia tanto en forma de exacerbación de conflictos existentes, como de aparición de otros nuevos.

El efecto que estas tres circunstancias —combinadas y no explicadas— está ocasionando es el repliegue de las sociedades sobre sí mismas (nacionalismo), un despertar de  la pulsión xenófoba y una ruptura de la solidaridad intra e interclasista. Ha sucedido en Francia, en EEUU, en Alemania, en Reino Unido. En Polonia y Hungría los gobiernos nacionalistas e identitarios han reforzado su poder. En Austria e Italia, unos partidos vinculados al fascismo de entreguerras tienen un papel crucial en las respectivas coaliciones de Gobierno. La República Checa, Eslovaquia y Eslovenia cuentan con unos partidos de extrema derecha muy poderosos. En Suecia, Finlandia y Dinamarca se encuentran en la misma situación.

Hoy estamos en la fase que se puede denominar: ‘nosotros primero’. Pero cuando la crisis energética se agudice, este sentimiento se agudizará paralelamente. Su traducción en la práctica será nosotros primero segundo y tercero. Y este sentimiento se puede acentuar hasta llegar a ser: ‘nosotros somos los únicos.’ De esta manera, poco a poco, las sociedades humanas se pueden deslizar hacia las ideas de primacía natural, hacia esquemas de «pueblo dominador-animal de carga». Un ejemplo de ideas de supremacía —cercano en el tiempo y el espacio— es el actual Presidente de la Generalitat, para quien los españoles son «bestias con forma humana». Individuos «con un pequeño bache en su cadena de ADN»[3].

En un mundo que sufrirá cada vez más una escasez acusada de recursos, una pregunta me asalta: ¿el término ‘sustentabilidad o sostenibilidad’ podría resignificarse desde lo ambiental hacia una sostenibilidad humana, concebida como la correlación entre los recursos necesarios para sostener una vida humana de un grupo determinado y ciertas características del mismo, en el que no estarían incluidos los individuos calificados como «subhumanos», «bestias», ineficientes u otro atributo dirigido a dicho fin?

Una sociedad que cada vez puede ofrecer menos trabajo debido al avance tecnológico y con menos disponibilidad energética. Con menos territorio, alimentos y agua disponible en la medida que se agudice el cambio climático y un crecimiento de la población mundial que no se detiene[4]. Con migraciones climáticas que —según ACNUR— obligarán a dejar sus casas y trasladarse a otro país a entre 250 y 1.000 millones de personas en los próximos 50 años[5], si no se frena el cambio climático. Que algunos pidan una «gestión migratoria solidaria y profundización democrática», es como ponerse a tocar la flauta en el metro confiando en que los viandantes te echen unas monedas y que con ellas vas a solucionar unos problemas que requieren otro tipo de solución.

Los medios de comunicación son una herramienta que construye la realidad. Y hoy están actuando en modo Matrix, al mantener la ilusión de un mundo que no existe: energía abundante, crecimiento infinito, desarrollo sostenible, progreso ilimitado. Y muchos de ellos, además, ayudan a crear un mundo falso: la inmigración como culpable de todos los males. En este contexto el partido verde debe elegir, para el futuro, —usando palabras de Manuel Casal— entre ser parte del «1% que representamos la gente consciente del colapso para hacer que el 98% despierte y luche con nosotros para frenar a ese 1% que nos dirige al abismo». O legitimar la imaginada real politick cortoplacista de la izquierda —bajo la excusa de dar de comer a la gente— que acalla conciencias y demora la acción de la cuudadanía hasta el último minuto y no sirve para evolucionar un sistema ahogado en el consumo y por la contaminación. La gente no quiere escuchar la realidad antipática a la que nos enfrentamos. Pero en un clima general de evitación de la realidad para no perder algo: votos, influencia, dinero, alguien debe decir las cosas francamente, como realmente son.

Una de las causas que originan la demora antes señalada —entre las varias que concurren— es el reverdecimiento del programa neokeynesiano de la izquierda, con el marchamo verde que le otorgan las coaliciones con el partido ecologista. ¿Puede esta fuerza política entregar, dilapidar, la confianza en ella depositada? ¿Hay algún tipo de táctica que lo justifique?

El pico de petróleo ha llegado y el aspecto que tiene no era el que esperaba la mayoría de la gente. Es bastante más antipático. Y trae un regalo, no por esperado, indeseado: el cambio climático. Ningún líder ni ninguna política pueden cambiar lo que la física, la geología y la termodinámica han dictado para nosotros. Con ellas no hay negociación que valga. ¿Piensan las fuerzas políticas, entonces, seguir haciendo como que hablan del clima, cuando en realidad no dejan de hablar de los meteoros?

La actual crisis de la civilización industrial no es solo una crisis de incremento de temperatura, de derretimiento de los polos o de subida del nivel del mar. Es sobre todo una crisis de exceso de emisión de CO2, de disminución de disponibilidad energética barata. Pero tambien es un reto que nos ofrece la oportunidad, aun en esta tesitura, de poder «vivir mejor cualitativamente o al menos no peor» que ahora. ¿Hasta cuándo piensan seguir las fuerzas políticas e instituciones de gobierno haciendo como que no pasa nada?

[1]Lo dice así de contundente Rankia, la web para los profesionales de la gestión patrimonial. https://www.rankia.com/blog/game-over/2611551-pico-petroleo-decrecimiento-colapsoUn buen ejemplo de ello es el comunicado de Attac Europa sobre el décimo aniversario de la caída de Lehman Brothers:  https://www.attac.es/2018/09/12/10-anos-despues-de-la-crisis-financiera-nuestros-dirigentes-nos-han-fallado-el-futuro-depende-de-nosotros/

[2] Los resultados muestran que una transición energética dirigida por la demanda, como las realizadas en el pasado, no parece posible: si las tendencias de demanda continúan se prevé una fuerte escasez antes de 2020, especialmente en el sector del transporte, mientras la generación de electricidad parece incapaz de cubrir la demanda a partir de 2025‐2040. Las actuales políticas conducen a un colapso energético global a mediados del siglo XXI por la incapacidad del sistema económico de adaptarse a los límites de los recursos naturales. Conclusión que se expone en el estudio: ”Agotamiento de los combustibles fósiles y escenarios socio‐económicos: un enfoque integrado”, Septiembre 2014, Iñigo Capellán‐Péreza, Margarita Mediavilla, Carlos de Castro, Óscar Carpintero, Luis Javier Miguel: a. Low Carbon Programme. Instituto de Economía Pública, Universidad del País Vasco. b. Departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática, Escuela de Ingenierías Industriales. c. Departamento de Física Aplicada, Escuela de Arquitectura, Universidad de Valladolid. d. Departamento de Economía Aplicada, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Valladolid.

[3] El pensamiento antiespañol de Quim Torra a través de sus artículos. El Periódico, 4.5.2018, https://www.elperiodico.com/es/politica/20180514/quim-torra-articulos-contra-espanoles-6817795

[4] Cuya cifra ahora es de 7.700 millones y se calcula que alcanzará los 9.700 millones en 2050

[5] Un dato para la comparación es el siguiente: la II Guerra Mundial ocasionó 60 millones de desplazados