Oportuna humareda

19 Sep

Poniendo a todos en la lista de ‘corruptos’ y esparciendo ‘cuestión catalana’ como ambientador, la corrupción sigue campeando por sus ¿fueros? 

Por lo que yo recuerdo, en aquellos lejanos tiempos los humoristas Tip y Coll tomaban el pelo a todo el mundo y particularmente a políticos y gobernantes y al terminar su programa anunciaban: «la semana que viene…hablaremos del gobierno». Si los tomáramos como modelo podríamos terminar nuestros comentarios, sean de lo que sean, con un… «la semana que viene… hablaremos de Cataluña».

Efectivamente, aunque no quede casi nada por decir, los mass media siguen aportando sus enfoques, perspectivas y especulaciones a rizar el rizo sobre la –cuestión catalana– pese a que se ha convertido prácticamente en tema único. Esto ha venido a alimentar la teoría de que se trata de una gran cortina de humo bajo la cual todos se cobijan. Aunque cada uno tenga algo (o mucho) que ocultar y en cada caso sea algo diferente, todos coinciden en aprovechar la tan oportuna cortina de humo.

Pero también pueden invertirse los términos: todos machacan la cuestión catalana porque piensan que sus competidores no se atreven con ella; cada uno tiene su ‘lado oscuro’ en este asunto y por tanto todos creen que insistiendo en el ‘tema catalán’ pondrán en un apuro a sus rivales.

Personalmente tengo la impresión de que lo que todos comparten es ese tema del que apenas han querido hablar y que sigue siendo, pese a su gran notoriedad, un verdadero tabú. Tal vez lo hayan adivinado al instante… ¡si! ¡¡Es la corrupción!!

Imagino sonrisas escépticas. Pero si de la corrupción hemos hablado hasta el hartazgo. Si la gente ya pasa de eso y le da lo mismo 8 que 80. Si la corrupción es un denominador común y toda la ‘casta’ política participa de ella.

Pero es que están ocurriendo cosas extrañas y hasta ahora no parece que nadie quiera aclararlas. Me sigo refiriendo a la corrupción. El mismísimo presidente del Gobierno aparece como ‘salpicado’ por ella. Pero ‘salpicado’ ya es un adjetivo más que benigno. Podríamos poner una flecha bien cerca de la diana si nos pasáramos al otro extremo y señaláramos a Rajoy como ‘jefe de mafia’. Y por ese camino nos encontramos de nuevo con Cataluña.

Ocurre que Cataluña es un bordado de la misma malla. Alllí se entronizó el famoso 3%, porcentaje que correspondía al que hiciera obras para la autoridad. Si, es curioso: la autoridad es la que cobraba ¿o cobra?… un porcentaje ya establecido sobre el precio fijado. Todo bien organizado, justamente como le gusta a Mariano Rajoy, aunque esa afinidad con importantes políticos catalanes no haya sido suficiente para favorecer un acuerdo.

El caso es que hablar de Cataluña es poner sobre el tapete una enorme corrupción prácticamente institucionalizada. Como la de Rajoy y el PP, casualmente.

De modo que insistir en la cuestión catalana puede resultar una forma de volver a ponerla en segundo lugar. Pero automáticamente ‘alguien’ se encarga de recuperar la gran disputa del independentismo y la corrupción vuelve a ceder espacio.

Y hay más: los adalides de la lucha contra la corrupción estaban en Podemos. Pero los mass media se encargaron de encontrar ‘travesuras’ entre los podemitas. Los pablistas y demás críticos de la política tradicional y la ‘casta’ se indignaron comparando las notables diferencias de envergadura entre unos y otros casos, rompiendo la habilidosa táctica para equiparar unas y otras inmoralidades. Pero los partidos del Sistema adoptaron las ideas de los podemitas, en el sentido de que una inmoralidad no deja de serlo por unos euros de más o de menos. Y como una de las máximas con las que el pueblo (si, el pueblo existe, aunque algunos teóricos lo hayan borrado de un plumazo) afronta la corrupción reinante es la casi verdad de que «todos los políticos son iguales»… No hubo forma de escapar a la uniformización.

Esta evidente historia, sin matices, debilitó los argumentos acumulados durante los largos años de corrupción reinante.

Claro que los podemitas y los ‘pablistas’ hicieron muchas otras cosas mal, entre ellas la de creerse propietarios del cambio. Está claro también que Pedro Sánchez intenta relanzar al PSOE pero apenas ha comenzado y le queda un largo camino por recorrer.

Entre tanto, la ‘cuestión catalana’ seguirá atropellando a la audiencia y los podemitas continuarán girando alrededor de dos o tres egos imponentes. ¿Y la corrupción? Bien, gracias.

 

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