Mucho fantasma

12 Jul

La globalización no perdona. Ni siquiera a los soportales de sabor medieval de la plaza de España de Llerena (Badajoz), donde se encuentra una hospedería que fue vivienda y taller del propio maestro Zurbarán. De momento en tan histórico entorno te sientes habitante del pasado, conquistador de un lugar al que no han podido trastornar las modas, pero ojeas la carta y ¿qué te encuentras? Ensalada de presa ibérica con mermelada de sandía y de melón ¿Mermelada de sandía y de melón? ¿Qué es esto? ¿Cómo es que la cocina de autor conquista hasta la tierra de los conquistadores? ¿No habrá lugar remoto en este mundo donde no se cuele esta perversión culinaria, que consiste básicamente en ponerle mermelada a cualquier cosa? La respuesta es no, no rotundo. La cocina globalizada con sus mermeladas varias forman parte del turismo globalizado que tiene la virtud de convertir cualquier lugar único en más de lo mismo. No se trata de nada nuevo desde luego, en las “Memorias de Adriano” de Margarita Yourcenar, se quejaba el emperador de Roma de esa moda gastronómica, traída de Asia, por la que se mezclaba lo salado y lo agrio con lo dulce y que debilitaba la energía de los guerreros.

Como me niego a que el noble cerdo ibérico sea profanado por mermelada alguna pido torta del Serena, que a más de 35 grados del mediodía es un gesto heroico propio de Pizarro o Hernán Cortés. Se trata, empero, de una vana insurrección, pues nada podrá detener a las tendencias de homogeneización planetaria.

La globalización se impone frente a la peculiaridad y, aparte de la ubicua cocina mermeladesca, se venden en el mismo pack a los viajeros iguales opciones: apartamentos turísticos con paredes de colores y muebles de Ikea, donde no faltan nunca los retratos de Marilyn Monroe y Audrey Hepburn, bares de smoothies y cereales, camareros vestidos de negro, mercadillos medievales por doquier y lo último de lo último, rutas del horror con fenómenos paranormales.

La pionera en estas lides fue la ciudad de Edimburgo, ciudad de oscuros cielos propensos a las tormentas apocalípticas con muchos rayos, relámpagos y centellas que dan más verismo a las leyendas del abracadabra en torno a los cementerios que conviven con los parques en el propio seno de la ciudad, que guarda además en sus lúgubres subterráneos pasadizos al célebre fantasma The Lone Piper que avisa de su presencia en el Castillo con el musical eco de su gaita y en igual inframundo cobija los tétricos callejones de los confinados apestados, donde la voz de la niña  Annie sigue pidiendo la muñeca que perdió en 1645.

Son creíbles en este marco, criminales espeluznantes como Burke y Hare que mataban para vender los cadáveres a la escuela de anatomía de Edimburgo y caníbales dementes, como el aristócrata James Douglas  que junto a su clan ejecutó y devoró a un millar de personas.

El delito, que siempre va de la mano de la miseria, alcanzó allí  proporciones delirantes. Fueron populares los bodynatcheres, profanadores de tumbas y matrimonios como Jessie King y Thomas Pearson que, por cierta cantidad, acogían en casa bebés de madres solteras -obreras y doncellas- que luego usaban como abono en su jardín y se hizo popular el caso de Deacon Brodie, hombre honesto que trabajaba de día de cerrajero y de noche usaba las llaves de sus clientes para robar sus domicilios y que inspiró a Robert Louis Stevenson para escribir Doctor Jeckyll y Mister Hyde.

Pues bien, con tales materiales es comprensible que Edimburgo se haya hecho experta en rutas del terror- no obstante por algo es la tierra del autor de Sherlock Holmes- y que, decidida a vender este potencial, se haya hecho de oro. Lo que ocurre que, dado el éxito, se ha despertado la codicia en cada destino viajero y por no perder comba, están por sacar hasta por debajo de las piedras crímenes truculentos, almas en pena y fenómenos paranormales para venderlos a tutiplén.

Mucho tiempo ha se apuntó Londres y el resto de Inglaterra, lo que se entiende pues sus truculencias históricas y páginas de sucesos en nada tienen que envidiarle a su prima hermana, y que en las novelas de Agatha Christie tienen ese puntillo amable con la deliciosa anciana Miss Marple que obra sus deducciones detectivescas mientras poda macizos de petunias y begonias o se sirve el té en su coqueto gabinete, acogedor como un cuarto de casita de muñecas de paredes empapeladas con delicados motivos en pastel.

Y de eso se trata aquí, del pastel que en el turismo globalizado hay que repartir y homogeneizar. Igual que los apartamentos turísticos, que el mercadillo medieval, que los camareros de negro y los menús con mucho thai y guarnición de mermelada, cada pack de oferta ha de llevar incluido ruta del terror y esto habrá de ser así tanto en países borrascosos como solares como el nuestro que también ha decidido currarse la paranormalidad. Puestos a vender fantasmas, este país prevé un negocio próspero, pues debe ser, con la excepción de Italia, el lugar donde más abundan.

No era mi intención referirme con esto a la política, pero es que los fantasmas de a pie son anónimos, y con este ejemplo nos entendemos mejor.

Digamos entonces que en política los fantasmas son esos elementos que surgen de repente, hinchan el pecho y aseguran que cambiarán el país como la vuelta de un calcetín y luego se van desinflando como un globo.

Si a día de hoy se repitieran las elecciones el resultado se dirigiría de nuevo al bipartidismo ¿qué pasa con los partidos emergentes?

Se los traga la globalización, no hay otra. Ya le ha pasado a Tsipras; αλίμονο…

Antes que pagar una fortuna por sentir terror turístico, basta con abrir el periódico. En lo que va de año han sido agredidos 28 médicos en la ciudad. Miedo que da.

5 respuestas a «Mucho fantasma»

  1. Y cuántas mujeres asesinadas?
    La torta del Casal es la misma?
    El artículo me parece para nota,magistral , pedagógico,divertido ….. Enhorabuena

  2. Sigue vigente la falta de respeto que origina estos asesinatos, pues aunque parezca difícil de creer, todavía la mujer desde los primeros años en el seno familiar es valorada como género menor y tratada como eterna menor de edad. Su función de considera de ornato o apoyo al varón, siendo castigada cualquier otra pretensión.

  3. Pues la verdad sea dicha,
    de no ser por las frigorías,
    que aún resisten los embates,
    de estos inclementes calores,
    ya tendríamos mantequilla
    pa disfrutar del folclore
    guardada en cooperativas.
    ¿Fantasmas en nuestro sol?
    acabarán como Drácula
    los que vengan de la Albión,
    desleídos, desquiciados…
    más que nada, digo yo,
    visto en lo que quedaron
    los del Cortijo Jurado,
    que eran de estos terrenos
    ¡y estaban acostumbrados!
    Pero un fantasma divino,
    pionero en soluciones,
    se afincó en Torremolinos,
    como huyendo de los lores,
    hace más de medio siglo.
    Y ahí sigue, ¡marchando
    una de pintas, amigos
    del The Galloping Major!

    Por esos fantasmillas a gogó…

  4. No le quito la razón
    seña Lola, faltaría
    plus, que mediando D Jesús
    (al cabo, buen corazón)
    de ello resultaría
    formidable repelús
    en Junta de Andalucía
    y otros puntos de la costa
    o de la España interior,
    que a todos hizo favores,
    pero callaron entonces
    cual Lazarillo en Almorox.
    Mejor volverlo intangible
    como el romántico ghost
    de una historia increíble…

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