Cuando comencé, hace ya bastantes años, la lectura de algunas obras del filósofo y ensayista francés Gastón Bachelar imaginé que iba a entrarme en las ideas de un pensador que sería, casi exclusivamente, «filósofo». Estaba en un error : G. Bachelar es en realidad un magnífico pensador poético. Me interesaban en principio, sobre todo, aquellas obras donde abordaba determinados aspectos de lo que podríamos llamar «universo onírico», un mundo que desde siempre me ha interesado profundamente. Es posible que este interés mío por esos temas tenga un doble origen : primero, las enseñanzas y comentarios de mi padre al respecto, cuando nos comentaba cosas del «Somnum Scipionis», que conocemos por «De Re Publica» de Cicerón, o aludía a la obra de Artemidoro de Daldis, «La interpretación de los sueños», o se refería a los conocidos «Sueños de Don Bosco». Por no hablar de sus propios sueños, los que él tuvo en vida y no pocos de los cuales fueron «sueños de anticipación», pues después de soñados, pasado un tiempo, ocurrían las cosas por mi padre soñadas en ellos. En su obra «Episodios Malagueños», relata uno de sus sueños de cosas luego sucedidas… Pero ahora es otro el propósito de este texto. Y, en segundo término, sueños propios que me han hecho pensar sobre el tema e interesarme por él de manera que estimo «constructiva», es decir, estudiándolos.
Comencé a adquirir libros de sueños, y a leer estudios sobre los mismos. Freud, Jung, Peretz Lavie, Julia y Derek Parker, Luis Cencillo…, la lista de estudiosos es amplia. También me interesé por los libros donde escritores ilustres y estudiosos de temas humanísticos relataban sus propios sueños, como Theodor W. Adorno, Juan Eduardo Citlot, y otro muchos más, que no cito ahora por no resultar engorroso. De todas esas cosas obtuve una (para mí) muy valiosa experiencia personal : supe que la valoración de cosas que están en un ámbito ajeno al de las experiencias de la vida en la vigilia, nos acaban dando acceso a horizontes impensables y amplían, de una manera extraordinaria, nuestras propias vidas internas. Vivimos con nuevas perspectivas. Ahora también debemos dejar de lado este aspecto, no sin antes ofrecer al lector una última información sobre dichos estudios : una referencia directa a una obra de Robert Graves :
He ahí la contraportada de una obra temprana de Robert Graves : «El sentido de los sueños», donde entre otras cosas aborda el autor el aspecto terapéutico que los sueños, debidamente tratados, pueden tener. Y ahora ya entraremos en la parte final de este texto : qué hay que entender por «continente onírico», y hasta dónde tal cosa debe ser aceptable. Esta parte, por razones de espacio y también de tiempo, deberé abordarla en un muy próximo texto. De momento sólo diré que el relato de experiencias personales conectadas con el tema de los sueños es amplio, ofrece panoramas que son fácilmente explotables por cualquier persona que se interese por ello, y no ofrece ningún tipo de peligro. Hasta muy pronto, pues.