TTIP, TISA, TAFTA, CETA, no es el molesto ruido de los tacones de la vecina de arriba. ¿Qué son entonces estas abreviaturas? Son las siglas de los tratados sobre libre comercio que se están negociando entre Estados Unidos y la Unión Europea. Estos tratados tienen como objetivo imponer los estándares americanos medioambientales, laborales, alimentarios y sanitarios. Más bajos que los europeos. Significaría la presencia en lo expositores de los supermercados de alimentos transgénicos, de carne lavada con amoniaco, de alimentos en cuya producción se han utilizados pesticidas, antibióticos y productos químicos prohibidos en Europa. Nula o escasa información en las etiquetas de los productos. Disminución de la calidad de la asistencia sanitaria y una proliferación de la sanidad privada. E igual ocurriría con la educación. Estos tratados, en realidad, son los buques insignia de la armada económica de EEUU, que igual que la «Felicísima Armada» española, apodada por los ingleses «Invencible», navegan amenazadores. Su estrategia es la conquista comercial de Europa. ¿Qué se juega España con estos tratados? Un ejemplo anecdótico, pero revelador: en relación a las denominaciones de origen los tratados abren la puerta a que imitaciones de vinos como los de Jerez o los de Málaga, o del turrón de Jijona, puedan exportarse a la UE bajo esos nombres aun siendo fabricadas en EEUU.
¿Y cuáles son las principales amenazas de estos tratados?: una menor autonomía legislativa de los Estados; y un poder sin precedente de las multinacionales, a las cuales se les otorga capacidad para colegislar, bajo el eufemismo de «cooperación regulatoria». Esta potestad se apoya en la posibilidad que tienen las empresas de demandar y exigir indemnizaciones millonarias a los Estados ante tribunales de arbitraje privados, si consideran que sus intereses empresariales pueden ser perjudicados por leyes o políticas. Un ejemplo es la reclamación que presentó la empresa canadiense TransCanada a EEUU por bloquear la construcción de un oleoducto. Exige 15.000 millones de dólares al Gobierno estadounidense, por los daños provocados por su negativa a aprobar la construcción del oleoducto, que hubiera permitido transportar el crudo desde los yacimientos canadienses hasta las refinerías estadounidenses en el Golfo de México.
Estos tratados son un peligro. Democrático, social, ecológico, sanitario. Atentan a las soberanías nacionales, por la opcacidad de la negociación. Los diputados europeos tienen exageradamente restringido el acceso de a los documentos, debido a la confidencialidad extrema que se ha acordado por los negociadores. Se ha sabido que ciertas partes de los tratados no serán públicadas hasta transcurridos cinco años desde su entrada en vigor. Esta estrategia es torpe porque no tiene en cuenta o desdeña otros factores como la movilización y el rechazo ciudadano. Rebelión que está incrementando día a día el rechazo a los tratados y alimentando en los ciudadanos el sentimiento creciente que los acuerdos comerciales no tienen en cuenta sus intereses. La filtración de Greenpeace Holanda ha reventado la estrategia de opacidad, a la vez que ha confirmado las sospechas que ya existían sobre el contenido del TTIP. A partir de este momento el tratado está muerto. Tras el fracaso de la negociación vuelve a resonar la frase de Felipe II tras la vuelta de la Armada (In)vencible: «Yo envié a mis naves a luchar contra los hombres, no contra las tempestades».
La Comisión Europea dice ahora, sin embargo, que no aceptará en ningún caso una rebaja de la protección en cuestiones como seguridad alimentaria, protección al consumidor, privacidad o medio ambiente. En el apartado de energía, con todo, los tratados prevén, en su redacción actual, facilitar la exportación, desde EEUU a la UE, de carbón, petróleo crudo, productos derivados del petróleo y gas natural, incluidas las exportaciones de gas de esquisto estadounidense y las de petróleo de arenas bituminosas de Canadá. ¿Creemosa a la Comisión Europea? Va a ser que no. Prefiero confiar en este asunto, en partidos como EQUO o IU, para los cuales el TTIP es un asunto de oposición frontal. O en Podemos que hará de este asunto un tema central en la campaña electoral a punto de comenzar. Señores capitalistas, si pretenden el triunfo en esta empresa, que al parecer es de origen divino, como lo fue el de la Armada (In)vencible, sus negociadores y demás personal de las delegaciones, pueden observar la directriz que dio Felipe II a su flota antes de partir: no blasfemar y antes de la caída del día rezar el Ave María y los sábados la Salve. Quizás les dé resultado así.