Hoy escribiré sobre cosas cotidianas, como la luz y su factura. Lo haré desvelando aspectos que se hallan en la sombra o, al menos, en la penumbra, e influyen en la cuantía del recibo. Me refiero a las ayudas públicas a determinadas fuentes energéticas y las decisiones políticas que las adoptan.
¿Sabía: qué en España las empresas eléctricas tienen 26 millones de clientes particulares; qué el sector eléctrico es un oligopolio, con predominio de participación extranjera; qué la generación de energía solar o eólica por particulares, para autoconsumo, está penalizada por el conocido como impuesto al sol; qué la generación de energía nuclear recibe 80 veces más ayudas públicas que las energías renovables; qué la minería del carbón nacional se mantiene con ayudas públicas tanto a la extracción como a la producción de energía eléctrica; qué el carbón es responsable del 70% de las emisiones CO2 del sector productor de electricidad en España?
Hace escasos días fue presentada en el Congreso de los Diputados, una Proposición No de Ley, que bonifica el tipo impositivo que grava el carbón nacional; qué fue aprobada en la penumbra de la Comisión de Hacienda y Administraciones Públicas, donde no hay presencia de los diputados ecologistas de Equo, con los votos a favor de PSOE, Podemos, Foro Asturias, y las abstenciones de PP y C’S. La iniciativa aprobada y la situación del sector descrita, evocan una secuencia de la película de «Los Hermanos Marx en el Oeste». Aquélla en la que Groucho indica a sus hermanos que hay madera en el tren para alimentar el fogón y grita desde la locomotora: ¡Traed madera, traed madera! El plano final muestra el tren en marcha con los vagones desmantelados, sin techo y sin paredes.
La razón invocada para la aprobación proposición no de ley fue de soberanía energética: la reducción de la dependencia de las importaciones de carbón. A pesar del disfraz, no deja de ser un reclamo electoralista coloreado de nacionalismo energético. No se ha dicho, porque no interesa, que la iniciativa traerá efectos perjudiciales. Socio-económicos, porque la bonificación no sirve para iniciar la transición de las zonas mineras afectadas hacia una economía descarbonizada. No moviliza recursos económicos a sectores de economía verde: como las energías renovables, que crean puestos de trabajo de calidad. Sólo mantiene puestos de trabajos subsidiados y condena a la población de las zonas afectadas a un futuro huérfano de futuro. Medioambientales, porque al incentivar la utilización de energías sucias de baja calidad, como es el carbón nacional, nos aleja del objetivo de la Conferencia de París, de limitar el aumento de temperatura global a menos de 2ºC. La bajada impositiva ignora la realidad de crisis climática. Es reflejo de la creencia extendida que hay tiempo para resolver primero la crisis económica y después la triple emergencia ecológica: de recursos, climática y de biodiversidad, que padecemos. Pero, ¡no tenemos tiempo!
Estas entretelas, corrientemente ubicadas más allá de los límites de lo cotidiano, en la esfera político-económica, se ubican en la tramoya. Al ser la energía la sangre de la sociedad, el tejido conectivo que alimenta todo el entramado social, forma parte de la vida de cada día. Determina el modo de vida de todos y cada uno de nosotros. La próxima vez, por tanto, que pague la factura de la luz, piense en la influencia que tienen en su vida los actos de quienes, elegidos o no, dicen estar a su servicio. La política no puede ser justificada a través de la ley, que surge en la penumbra. Sólo puede justificarse a través de los hechos, que se sitúan en la luz. Sólo la impertinencia de la luz puede juzgar. Juzgue usted.