Los años posteriores a la II Guerra Mundial se denominan los «Treinta Gloriosos. Con esta expresión se designa la época de crecimiento económico continuo y progreso material de las sociedades de industrialización temprana ―o sociedades occidentales―. Pero la verdad puede yacer bajo la superficie, enterrada. Olvidada. Y el tiempo acabar destapándola. Así ha ocurrido con el calentamiento global. Ha destapado la segunda y monstruosa faz del beneficio empresarial vendido como progreso: un crecimiento exponencial de la huella de la actividad humana en el planeta causante de la actual emergencia climática. Más que hablar de la edad de oro del capitalismo ―los llamados «Treinta Gloriosos»― es necesario constatar su reverso distópico: la «Gran Aceleración».
Cambiar el marco del relato sobre el que se asientan las bases de la sociedad actual industrial es, pues, imprescindible para que pueda llevarse a cabo la gran transformación productiva, económica y social a emprender si queremos evitar un calentamiento global fuera del control humano. Pero la resistencia de la sociedad a poner fin a la fiesta del consumismo resulta naturalmente lógica, desde el momento en que el progreso material alcanzado se ha vendido como el mayor logro de la humanidad. A pesar de las injusticias y las desigualdades económicas y del deterioro ambiental ocasionado. Que se han justificado y han sido aceptados como el precio que hemos tenido que pagar por ese progreso. Un progreso que nos ha llevado al colapso.
La no sustitución de este marco mantendrá la ficción del crecimiento económico infinito y permitirá la pervivencia del marco político tramposo que le acompaña, con unos actores que no explican a la ciudadanía la gravedad de la crisis climática y ecológica y no adoptan las medidas necesarias por miedo a perder votos. La cobardía de las fuerzas políticas para abordar la crisis climática tendrá como resultado ―cuando colapse el sistema climático― la llegada del autoritarismo o del fascismo con su relato y sus soluciones. La opción del 1% más rico, a quien no le importa vivir en un planeta hostil porque cree que el dinero lo soluciona todo.
Solo desde otro marco diferente, el de la «Gran Aceleración», desde el que se explique a la ciudadanía de manera clara y sin tapujos la responsabilidad de la actividad económica en la degradación ecológica, las migajas de prosperidad ofrecidas como progreso, el engaño al que la sociedad ha sido sometida, así como el coste social y ecológico pagado, podrá ser entendida y aceptada la necesidad de una reducción drástica de las emisiones en el menor tiempo posible según lo planteado por la comunidad científica y la conveniencia de caminar hacia una sociedad diferente: resiliente, ecológica, justa y feminista.
En este sentido el anuncio del Papa Francisco ―en el XX Congreso Internacional de la Asociación de Derecho Penal― sobre la reflexión de la Iglesia Católica respecto a la introducción en el Catecismo del «pecado ecológico» ―«y en particular» el «ecocidio»―, es importante. Este anuncio junto a la encíclica papal sobre el medio ambiente: Laudatio Si, la incorporación de su mensaje ecologista al ideario de los colegios católicos y la aparición de ecoparroquias como ejemplo de cuidado cristinano de la creación ―medio ambiente― es un paso importante para la aceptación de la transición ecológica por la sociedad. La autoridad moral de la Iglesia favorecerá ―entre los católicos y los no católicos― el avance de la toma de conciencia sobre la emergencia climática y la imperiosa necesidad de la reducción de emisiones de CO2.
El paso del tiempo nos ha terminado mostrando que el engaño tenía dos caras: la del progreso de los «Treinta Gloriosos» y la de la contaminación y la explotación sin límite del planeta y de las personas de la «Gran Aceleración». La de unas fuerzas económicas guiadas por el beneficio ciego y la de unas fuerzas políticas temerosas de perder votos. En el cuadro «La alegoría de la verdad y el tiempo», de Annibale Carracci, cuando la verdad sale a la luz pisotea al engaño. Hoy, de igual manera, la inocultable la crisis climática y ecológica está revelando que el relato de los «Treinta Gloriosos» fue una invención ―suficientemente repetida― que se convirtió en verdad en nuestra mente y en la de los demás. Pero el mundo se está despertando. Y el cambio guste o no, viene.