Somos agua. Venimos del agua. El agua de es nuestro medio interno. A principios del siglo XX René Quinton hizo experimentos que demostraron que es posible hacer vivir los glóbulos blancos en el agua de mar o que es posible reemplazar la sangre por agua marina en un perro previamente desangrado. El agua es más que un recurso. No es de extrañar, por tanto, que el 28 de julio de 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara una resolución que establece que el acceso a fuentes de agua potable y segura, son un derecho humano esencial para el goce pleno de la vida y de todos los derechos humanos. Pero sólo nos acordamos de la huella del agua cuando hay sequía.
La huella hídrica de España es de 2.352 m3 per cápita, de la cual el 36 se origina en el exterior. No cuidamos el agua. Hemos tenido que crear, por ello, un indicador: la huella de huella del agua. Ésta mide el impacto de la actividad humana sobre el agua a lo largo de toda la cadena de actividad. La huella del agua tiene tres sumandos que se nombran por colores. La huella hídrica verde: es la fracción de huella sobre el agua de la lluvia o de la nieve, que se almacena en la superficie del suelo al alcance de las plantas. La huella hídrica azul: se refiere a la fracción de huella procedente del agua captada mediante infraestructuras o instalaciones operadas por el hombre. La huella hídrica gris: se refiere a la fracción de agua necesaria para diluir los vertidos o contaminantes y que la fuente en la que se vierten mantenga la calidad ecológica exigida legalmente. Junto a ellos hay que tener en cuenta el agua virtual: que nos indica la cantidad de agua que se emplea en la obtención de productos que son objeto de intercambio en el comercio internacional. Con ella detectamos también la presión que genera presión en los recursos hídricos el comercio en las regiones exportadoras.
El 70,8% de la superficie terrestre está ocupada por agua, pero solo el 2,5% de toda el agua existente en el planeta es apta para consumo. Para crear conciencia sobre el impacto de nuestra forma de vida produce sobre los recursos hídricos, algunos ejemplos de la cantidad de agua que se necesita para producir: un vaso de cerveza: 75 litros; una copa de vino: 120 litros; una taza de café: 140 litros; un huevo: 200 litros; un kilo de manzanas: 400 litros; un litro de leche o un kilo de trigo: 1.000 litros; un filete de pollo de 300 gr: 1.170 litros; una hamburguesa o medio kilo de queso: 2.400 litros; un filete de vacuno de 300 gr: 4.500 litros. para tener una idea más aproximada del impacto sobre los ecosistemas hídricos, es necesario tener en cuenta también la contaminación que la actividad humana produce sobre ellos. El conflicto es de escasez material del agua en algunas zonas. Y sobre todo es un problema de calidad de las aguas disponibles, debido a la contaminación y degradación de los ecosistemas y acuíferos ocasionada por la actividad humana. Un ejemplo cercano de uso insostenible de los recursos hídricos lo ofrece Doñana: con miles de pozos ilegales, con cientos de hectáreas de cultivos irregulares o debido al dragado del río Guadalquivir. Otro problema que sólo cito: el de la privatización de los recursos y la gestión del agua.
El actual ritmo de consumo, insostenible, se ha convertido ya en un problema capaz de generar conflictos armados. Ello plantea la necesidad de alcanzar la sostenibilidad de los ecosistemas acuáticos; el acceso efectivo de todos al agua potable, como derecho humano que es; la instauración de derechos universales de ciudadanía global; y la resolución no-violenta de conflictos y el desarrollo de la cooperación internacional. La crisis climática va a hacer que los recursos disponibles sean cada vez menores, convirtiéndose en causa de agudización de conflictos existentes, resurgimiento de otros y creación de nuevos conflictos tanto en el interior de los estados como entre estados. Este es el reto que tenemos. Porque en los conflictos del agua ocurre que primero mueren los peces, después las personas en las comunidades más pobres. Y después pagamos todos.