A pesar de haber «destruido de manera definitiva la estabilidad climática» y estar «adentrándonos en un periodo de condiciones climáticas caóticas que persistirán cientos o incluso miles de años» antes que eventualmente sea logrado un «nuevo equilibrio», los Presupuestos Generales del Estado aprobados para el próximo año,con una nueva narrativa económica (digitalización, pacto verde y productividad), persisten en la apuesta por el crecimiento económico. Siguiendo este rastro analizaré el voto de Equo a favor de los presupuestos, las alternativas que tenía y las consecuencias de este voto.
Si bien los presupuestos presentan algunos avances en inversión verde, en desarrollo ferroviario, en la lucha contra la pobreza energética o en I+D medioambiental y otras materias, los presupuestos presentan agujeros negros como la subsistencia de las subvenciones al diesel o el mantenimiento de las subvenciones a los vehículos contaminantes. El rechazo a enmiendas, presentadas por Equo, decisivas para la transición ecológica como la condicionalidad ecológica, fiscal y social para el rescate a las empresas o un mayor apoyo a la agroecología y a una alimentación sana y sostenible, hacía que los presupuestos tuvieran un déficit ecológico difícil de apoyar por un partido ecologista.
Los presupuestos tal y como se han aprobado son insuficientes para impulsar la transición ecológica y para proteger a las clases medias y populares. Esta insuficiencia se observa en que el diseño económico de los presupuestos –además de mantener el crecimiento económico− es acorde con el objetivo de recorte de emisiones establecido en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima para el 2030 del 23%, que es exiguo y poco ambicioso. En tal tesitura es fácil adivinar quienes serán los más castigados por los efectos negativos de la emergencia climática.
Estos presupuestos forman parte del conjunto de promesas de descarbonización a mitad de siglo, que carecen de «planes ambiciosos y concretos para esta década», insuficientes para contener las temperaturas en 1,5ºC. El Informe Brecha de Producción da a luz esta ficción, en la medida que si realmente se quisiera lograr contener el incremento de temperatura en 1,5ºC habría que disminuir la producción de combustibles fósiles un 6% cada año, cuando en realidad la cantidad planeada de producción de tales combustibles para 2030 es «más del doble de la que sería congruente» para lograr dicho objetivo. Con el efecto en cascada que tendría en los presupuestos de los distintos estados.
Está bien que los presupuestos recojan enmiendas como la creación de Asambleas Ciudadanas contra el Cambio Climático, las mejoras en las redes de cercanías, que se impulse el reciclaje de minerales importantes para la transición, el estudio de alternativas a los vuelos peninsulares por movilidad sostenible, planteadas por Equo. Son medidas necesarias, aunque no suficientes para alcanzar los objetivos climáticos que se proclaman que se van a alcanzar.
La cuestión, por tanto, es si las enmiendas introducidas por Equo en los presupuestos y las medidas sociales de urgencia que contienen bastaban para que el partido ecologista diera su voto afirmativo a los mismos, cuando éste no era aritméticamente necesario para su aprobación. A mi juicio la respuesta es no. No lo es para un partido ecologista cuando la mayoría necesaria para su aprobación era de 176 votos a favor y el presupuesto obtuvo 189 votos favorables, entre ellos el de Equo.
¿Qué debería haber hecho Equo entonces? La mejor opción política, lo coherente y lo responsable habría sido la abstención. Y con los datos antes señalados en la mano, quizás, incluso hubiera cabido el voto en contra. Con cualquiera de ellas se habría hecho muy visible el proyecto político del partido ecologista y se habría demostrado a la ciudadanía que el mismo es una oposición real y no complaciente, capaz de hacer lo que esta época requiere: hablar claro y dejar de lado las medias tintas. Esa humilde abstención o el voto en contra habría dejado bien patente la utilidad y la necesidad de la presencia de un partido ecologista en el Congreso de los Diputados, así como su diferencia con el resto de fuerzas políticas que apoyan al gobierno. Por decirlo de alguna forma, se habría alumbrado una nueva e incipiente relación de fuerzas en el Congreso de los Diputados.
Pero ese voto afirmativo lo único que deja patente es la insignificancia política de Equo. Y ésta se ve reflejada en el hecho que los medios de comunicación han computado el voto de Equo como un voto de su socio de coalición. Nadie sabe cual ha sido el voto de Equo a los Presupuestos Generales del Estado de este año, a pesar de contar con una diputada en el Congreso de los Diputados. En el debate más importante y trascendente de cada año, por su torpeza, Equo ha permanecido invisible para la ciudadanía y ha desdibujado su presencia y su actuación en el Congreso. Una vez más el partido ecologista ha dejado pasar la oportunidad de explicar la necesidad de su presencia parlamentaria.
El voto de Equo a favor de los presupuestos encarna la renuncia de éste a ejercer la oposición que se espera de un partido ecologista: firme y seria. Que dice la verdad. Y aparece como una fuerza política satélite, en este caso de la mayoría que apoya al gobierno. El mensaje que los electores han recibido con este voto es: mejor votar a otras fuerzas políticas antes que a un partido ecologista que no se opone a unos presupuestos con agujeros negros en materia de transición ecológica y su apoyo no es necesario. Y para la ciudadanía la utilidad política de ese voto es nula.
No es verdad, por tanto, que con su voto Equo haya ayudado a dejar atrás una época pues el mismo no era decisivo y el crecimiento económico continuo no ha sido desterrado ni en los presupuestos ni de la política económica del gobierno.
Si Equo lo que quería era formular una crítica positiva sin expresar un rechazo total a los presupuestos, tenía a su disposición la abstención. Y para manifestar su rechazo y desacuerdo el voto en contra. Pero votar a favor de unos presupuestos ecológicamente tan deficientes como los aprobados, justificando el mismo en que tu voto es un «si crítico» a pesar de ser aritméticamente innecesario, de haber sido rechazadas tus principales enmiendas y tener el presupuesto agujeros negros, denota poca crítica y hace que dicho voto sea un si de complacencia.
Lo único real –y terrible− es que el voto a favor de los presupuestos de poco sirve para impulsar la transición ecológica y mantiene al partido ecologista en la irrelevancia política.