Paro

28 Ene

Las cifras del paro en Málaga asustan. La reciente encuesta señala más de un treinta por ciento de población desempleada con demasiados hogares en los que toda la familia se encuentra sin trabajo. Escribir que algo no funciona es como decir que llueve hacia abajo, pero es que algo no ha funcionado desde los años sesenta en esta ciudad con altibajos económicos propios de montaña rusa. Ningún tiempo pasado fue mejor. En los últimos diez años España, o las Españas, han padecido unos gobiernos que se han lavado las manos bajo el chorro de billetes que entraba en las dependencias estatales mediante los impuestos. Así, por ejemplo, se promulgaron leyes como la de Dependencia que a bombo y platillo se proclamó como el cuarto pilar del estado del bienestar, pero parece que nadie pensó en que todo pilar cuesta dinero y el cálculo debe hacerse a muy largo plazo. España ha estado abandonada sobre un mar de escombreras y especulaciones. Ahora, en mitad de una auténtica derrota, los gobiernos van saltando sobre cascotes intentando evitar el descalabro absoluto. Durante los años del ladrillo sólo se ha hecho eso, ladrillo. Incluso en esa época de resplandor engañoso, el desempleo en Málaga permaneció en cotas que, aunque desde la óptica actual parezcan felices, eran altas para cualquier economía desarrollada y siempre han rondado el diez por ciento, mientras que en Estados Unidos se alcanza el siete cuando su motor económico se halla a la mínima potencia. Ya digo, algo no funciona y como siempre sucede en estos fenómenos sociales, no será una pieza sino un conglomerado de elementos los que no encajen bien. El método de crecimiento de la economía malagueña se ha basado, sobre todo, en la mera especulación con el territorio. Los ayuntamientos se transformaron en las principales promotoras. Aquellos presupuestos rebosantes convirtieron a los alcaldes en reyes magos de sus pueblos, en vez de gestores del patrimonio con una mínima previsión de futuro. Cundió la idea de que quien viniese detrás, apencara con las consecuencias.

Es imposible asfaltar un término municipal completo. Ahí quedan instalaciones deportivas cerradas, auditorios de uso imposible y otros monumentos al despilfarro, a veces interesado, que jalonan la provincia como sirenas varadas entre la miseria del oleaje. Del mismo modo, los consistorios comenzaron a multiplicar sus contratos de personal, en ocasiones, como pacto tácito entre un alcalde que se dedicaba a sus negocios y un pueblo que se limitaba a dejarse querer en forma de compromiso laboral, sin que nadie se preguntase por el previsible el fin de ese cuento de hadas. La filosofía basada en el pan para hoy se extendió sobre toda Málaga como una mancha de alquitrán que ahora asfixia y cuyas peores consecuencias quizás aún estén por llegar. Miles de jóvenes abandonaron su formación para dirigirse a los tajos de obra donde tampoco aprendieron un oficio. Pero había hogares en los que, entre padres e hijos, ingresaban sus cinco mil euros al mes y esa cifra difumina cualquier idea de porvenir e incluso de ahorro. Otras zonas de España como Murcia, Aragón, Valencia o País Vasco, saldrán de la crisis con mayor facilidad y mucho antes que nosotros porque sus burbujas inmobiliarias se hincharon a la par que inversiones en industria, en investigación y desarrollo y su juventud ha seguido la ya larga estela de una capacitación profesional que aquí siempre se ha trocado por una economía de subsistencia que se limita a esperar que los tiempos mejoren sin hacer nada para que se acelere el proceso, esto es, esa perniciosa pregunta de quién me arregla lo mio. Esta crisis no va a ser sólo financiera y moral como comprobamos cada día en la portada del periódico. Parte de una generación ha perdido la edad en que la formación, si no garantiza una existencia fácil, al menos la hace menos difícil. Si este ingrediente se mezcla con una acuciante falta de iniciativa empresarial y de inversión pública o privada, este cóctel malagueño no puede ser más amargo.

Una respuesta a «Paro»

  1. Esto es lo que nos toca ahora. Lo peor es que hay personas ue llevan desempleadas ya bastante tiempo y la imposibilidad que encuentran a la hora de acceder de nuevo al mercado laboral les hace casi conformarse.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *