Un asunto feo

5 Dic

Como petróleo sobre agua, el caso Nóos (¿por qué le ponen tilde?) ya ha llegado a Málaga en forma de imputación a la actual gerente del Museo Picasso, Dª Elisa Maldonado. Una imputación, en principio, no significa nada, salvo que alguien anda por ahí cerca de donde la judicatura está investigando; luego el juicio determinará inocencias y culpabilidades. El caso es que Iñaki Urdangarín, yerno de su Majestad el Rey de España, incluso opositor a rey consorte o a padre de monarca si acontecieran algunos accidentes, parece que está trabajando por la III República Española. Como otros muchos españoles, me defino como juancarlista, antes que como monárquico. La institución de la Jefatura del Estado se encuentra razonablemente bien encajada en la vida política española de un modo que no levanta suspicacias. Exhibe un equilibrio entre esas cortes trasnochadas, en realidad semi-dictaduras que disuelven la frontera de los negocios estatales y privados, como Marruecos, y entre cortes de papel cuché, oropeles y guante blanco, como Mónaco. Urdangarín ha sembrado en los jardines de palacio lo que la Casa Real quiso siempre evitar, una corte, con su inevitable trasiego e intrigas de cortesanos y cortesanas que se pegan al querer, porque fueron bien aleccionados en aquello de que quien a buen árbol se arrima, buenos billetes que trinca. Si este asunto Nóos -inteligencia en griego- que cada día aumenta su volumen como suflé al horno, se confirma como tal caso y los imputados evolucionaran igual que Pokemon hacia acusados, con sus prisiones preventivas y todo eso que en mi barrio se aplica por robar unos pantalones, la Monarquía no quedaría incólume. Iñaki Urdangarín, aparte de la pasta que maneje su familia, montó una asesoría sobre temas en exceso generales como para que cualquier mortal extrajera de ahí un negocio. Abría las puertas con su tarjeta de visita y una coronita en la solapa, y no refiero a la cerveza. Su magia le llega por ser familia de quien es y ya está. Cuentan y no sé la verdad del asunto porque nunca me admitieron en ciertos saraos, que cuando la esposa del Caudillo, aka Franco, salía por las puertas de El Pardo, los joyeros de Madrid escondían las perlas buenas, también según cuentan, vicio de esta caudilla a quien nadie en su sano juicio se atrevía a remitir una factura por la nimiedad de un simple collar de perlas auténticas, fíjese usted qué tontería.

Hasta ahora, la Casa Real, salvo pequeñas excentricidades de anecdotario popular, se ha caracterizado por su discreción monetaria y por su comportamiento como una familia más con sus leves dimes y diretes. Un Rey sin cotilleos sólo existe en Bélgica o en la baraja. El asunto Noos -así sin tilde- ha levantado una alfombra palaciega. Peligro. El Rey fue pretendido en múltiples ocasiones por cánticos de sirenas que luego se vieron entre rejas. Ahí queda el humo de Manuel Prado o Mario Conde, ambos con un exceso de cercanía a los confesionarios de la Corona. Urdangarín no es que ande próximo, es que está en medio; en la cena de navidad -la que esté año, sospecho, será un ambientazo-, o en bautizos, cumpleaños, onomásticas y otras celebraciones. El daño ya está hecho y mucho. Por un lado, si el caso Nóos, después de todos los datos que los titulares ventean quedase en nada, el poder judicial se vería salpicado por sospechas de putrefacción general del sistema, motivo para que invoquemos la III República en las calles. Por otro, si Urdangarín fuese a la cárcel, imaginen ustedes el papelón de una Infante de España, esperando para un vis a vis con su marido en el talego y a su majestad el suegro identificándose ante la guardia civil para poder pasarle un cartón de tabaco y una radio para que el chaval pudiera buscarse la vida por los patios y duchas del recinto. El menú diario mejoraría muchísimo y los equipos deportivos de la liga taleguera también aunque el recluso no participara directamente. Tengamos en cuenta que es asesor y para esas cosas sí que vale. Decía la canción de Kiko Veneno que los pollos europeos sí que eran feos, pero para feos los asuntos de estos pavos que se creen pavos reales. Feo, feo.

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