Sensatez

19 Oct

Cuentan de Diógenes que caminaba por las calles de Atenas con un candil encendido en busca de un hombre honrado, lo que significa al encuentro de una persona sensata. Diógenes era un cínico, un perro, en su terminología griega que se reía del razonamiento y vivía como un antisistema honesto. En su coherencia despreciaba academias y cualquier tipo de apego a lo material. Buscaba la sensatez desde la insensatez, y la cordura desde lo que el colectivo social tildaba como locura. Nuestros antisistemas ibéricos se sustentan, sin embargo, desde la universidad española, la institución más feudal y castiza (de casta) más antigua de Europa. Igual sucede con Noam Chomsky, padre de la lingüística moderna y pensador sobre la política americana y occidental, con la diferencia de que su fortuna proviene del fruto de su trabajo, su plaza universitaria de su inteligencia para competir en el sistema universitario privado americano, y su solvencia profesional queda avalada por casi medio siglo de investigaciones mundiales tras sus postulados. Lo mismo podría escribirse de Jean-Paul Sartre, tan alejado de las instituciones que rechazó el Premio Nobel. Incluso de antis tan significativos como los hermanos Gabriel y Daniel Cohn-Bendit. De todos ellos queda una obra y actitudes que, incluso, molestan a quienes esperan encontrar en cualquiera de ellos una guía de ideas prefigurada como si fuera un botijo del que ya se sabe la forma que el agua adopta en su interior sin necesidad de reflexión. Sartre reventó los postulados de mucho rojo de salón cuando se opuso al ataque de los países árabes a Israel durante la Guerra de los Seis Días. Años antes había luchado contra la dominación francesa de Argelia. La labor fundamental del pensador que a la vez quiera convertirse en hombre público, en ser en sociedad, en político si queremos, es la de coger el farolillo e iluminar la insensatez allí donde la vea. Un compromiso que exige la explicación de las ideas, más que la proclamación de soflamas y frases grandilocuentes que, sobre todo, son eso sonoridad opuesta al significado, preeminencia del sentimiento sobre la razón. El gran logro comunicativo de la cartelería soviética y nazi.

La política española abandonó la explicación de sus programas hace décadas. La insensatez se ha instalado como método de abordar cualquier problema de los muchos que la sociedad española arrastra. Parece que aquella consigna terrorista y revolucionaria del cuanto peor, mejor ha sido adoptada por buena parte de nuestro escenario político. Si nuestros políticos y personajes públicos se comportan como borrachos tabernarios, los borrachos tabernarios acabarán dirigiendo la vida pública y política española. El punk como movimiento contra-cultural tuvo su razón de ser e incluso sus paradójicos frutos culturales. Otra cosa es que pretendamos guiar una sociedad desde sus presupuestos o bajo sus himnos. Así, nos encontramos con personajes como Rodrigo Rato que anda por la calle a pesar de la alarma social que ha creado. Los 400 alcaldes en plan 300 espartanos con las varas de mando en mano, cual símbolo fálico, que presionaron a la justicia impulsados por el presidente de una institución que pretende alcanzar la presidencia de un Estado. El presidente de un Estado que teme la convocatoria de un referéndum con el que consultar a su ciudadanía por el futuro que desea. Postulantes para la jefatura del gobierno que olvidan que para que existan los derechos sociales tiene que haber dinero para costearlos, dinero que no nace en los árboles porque es complejo el cálculo de cuántas lechugas vale el escáner de un hospital. A esto sumemos la moda de los estupendos que viven, en un grado u otro, de subvenciones o sueldos del estado español pero publican que no se sienten españoles, como si el ser español implicase sentir mariposas en el estómago, o alguna característica humana más allá de la pertenencia a una organización social, constituida sobre un pasado en común. Pongamos faroles en las ventanas a la luz del día por si la sensatez aparece en nuestras calles. También los pueblos son responsables de su historia. Lo que ahora vemos es la estupidez con disfraz de vendedor callejero de artificios.

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