Sucesiones

26 Oct

La Junta de Andalucía continuará la extorsión institucionalizada mediante la aplicación del impuesto de sucesiones. Nuestra tierra es muy conservadora respecto a sus costumbres. Aún perviven aquellos míticos bandoleros; ahora viajan en coche oficial, usan tratamiento de señoría y secuestran a lo grande. La empanada mental socialista respecto a los impuestos y los límites de la economía pública siempre ha sido más que notable y notoria. Creo que fue a Alfonso Guerra, lúcido como en tantas otras ocasiones, a quien primero oí hablar sobre el progreso social que significaba el pago de impuestos. Cuando la dictadura, curiosamente, los españoles pagábamos contribuciones. La fortaleza y solidez de un Estado debe de estar más que asegurada. Indiscutible. Ahora se ha puesto de moda entre la prensa económica el publicar informaciones sobre Noruega. Una economía brillante pero en exceso dependiente del petróleo. Un caso similar a Venezuela, si es que algo en este planeta puede asemejarse a la mamarrachada gubernamental venezolana, tan admirable para nuestros rojos de salón. La diferencia entre una crisis y otra provocada por un mismo hecho estriba en que los noruegos disponen de un fondo de ahorro soberano que los caribeños jamás han tenido. Los impuestos son garantía de estabilidad y de que el futuro no se torne un tiempo verbal más imperfecto de lo que es ante cualquier contingencia. Lo que ocurre con el impuesto de sucesiones es que una estafa trilera para el ciudadano de clase media que, dado nuestro sistema fiscal, es quien paga de verdad los impuestos; en este caso, dos veces. Una ilegalidad cometida por la administración mediante la argucia leguleya de que se produce un cambio de titularidad de los bienes. Y ahí amigo, ahí te llega el hachazo a pesar de que esos bienes que ahora se vuelven a gravar han pagado ya todos sus impuestos. Y esos impuestos son abonados por la familia completa. Esto es, los 500€ que papá no lleva a casa por ir destinados a una u otra carga impositiva bajan el poder adquisitivo de cada miembro de la unidad familiar.

La Junta apalea al ciudadano como si todo dinero le llegase del narcotráfico y no del sudor y esfuerzo que, además, aquí tiene que ser mayor que en otras zonas del Estado para que un negocio aflore. Cuando el ahorro se consideraba una virtud, las familias trabajadoras invertían su dinero en la compra de pisos con el objeto de dar a cada hijo uno, o al menos legar una casa. Costumbre. Pero también existe el hábito de no entregar nada hasta la muerte de los progenitores. Conozco más de un caso en el que los hijos, que padecieron las mismas privaciones que sus padres, no han podido hacer frente al pago del cambio de nombre en las escrituras, o a la actualización de impuestos por la revalorización de aquellas propiedades. Repito, compradas con dinero de ahorro y trabajo. La Junta prefiere embargar esos bienes. Serán subastados para que esas pocas gentes dedicadas al oscuro negocio de las subastas obtengan amplios beneficios. Esto es, la Junta, con su rojerío de salón, masacra a la clase media y enriquece a la burguesía de negocio especulativo y buitre. Propicia negocios borrosos y lapida a quien ha sido prudente en esta mundo, mediante el castigo que inflige a sus descendientes. Ya digo que las ideas económicas de los socialistas siempre me parecieron erráticas. Ni fomentan el ahorro, ni el trabajo que puede llegar a ser hasta contraproducente desde el punto de vista económico. Si alguien usa sus capacidades para intentar trabajar más y situar a su familia en un mejor nivel económico, se puede encontrar con que esa híper-actividad le cueste dinero. Conocí un camarero neoyorquino que trabajaba 12 horas de forma voluntaria porque así podía pagar su casa en menos años y, además, sus hijos disfrutaban de un mejor nivel adquisitivo. Aquí hemos conseguido que no sólo el puesto de trabajo se haya convertido en un milagro, sino que al mismo tiempo la maquinaria estatal se ha transformado en un monstruo hambriento de billetes que explota a los trabajadores como si fueran esclavos que, encima, ni siquiera pueden dejar sus ahorros a sus hijos.

5 respuestas a «Sucesiones»

  1. No se puede describir mejor, sobretodo la verdad incuestionable de que desde que empezó la democracia, este país ha sido sostenido invariablemente por los asalariados, y si además los dos miembros del matrimonio trabajaban, más, y si además cometían el error de tener hijos, más, ahora se quejan amargamente los políticos de la baja tasa de natalidad, en fin enhorabuena al escritor, lo ha clavado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *