Viernes de dolores

9 Jul

El lunes se despierta temiendo al viernes. El Gobierno ha convertido cada viernes en viernes de dolores. Una especie de vigilia crónica para la sociedad española como si al final de estos días en que no se puede comer carne ni pescado, vistos los precios, llegara algún carnaval como tierra prometida para un pueblo español cuyo éxodo consiste ya en quedarse encerradito en casa a la espera del único maná que pueda traerle el repartidor de las pizzas en forma de ofertas. ¡Qué susto, el viernes! ¡Y hoy es lunes! Uno de los más crueles castigos de los romanos, que de crueldades sabían mucho, se aplicaba a los esclavos huidos. Una vez que se capturaban, tras la inmediata paliza, el amo quedaba autorizado para aplicarle la pena de muerte cuando le apeteciera. Si una mañana se levantaba con el ánimo torcido pues en ese instante; si tres años más tarde de la fuga, el amo quería celebrar el cumpleaños del esclavo con su entierro, pues entonces. Ni a los romanos ni a los bárbaros del norte gustan los esclavos huidizos. El dolor lo provocaba la incertidumbre. Así, los viernes de dolores en esta legislatura. Estamos de acuerdo con que la economía va fatal y el Estado tiene que ahorrar mucho dinero si no queremos terminar trabajando y empobrecidos a causa de las deudas, pero el Gobierno debería ya de tener elaborado un plan de ruta claro con unas medidas que se publiquen en el BOE de una puñetera y sola vez. La incertidumbre de cada viernes en que el ciudadano descubre que le quitan mil euros por una vía u otra, o que no se jubila, o que se ha quedado sin negocio, dinamita el ánimo de cualquiera e incluso aleja posibles inversiones. ¿Cómo van a contratar dos camareros en el restaurante de la playa? Si la mayoría de la clientela ni se atreve ni puede pedir más allá de un par de cervezas y un plato de gambas. Son tiempos duros y difíciles pero este goteo de medidas parece las vueltas de tuerca de los potros de tortura y llega ya un momento en que es preferible el tiro de gracia o la puntilla en forma de leyes que nos proletaricen de una sola cuchillada, mediante un único infarto, no con alfileres de vudú.

Estas exhibiciones de penitencia por capítulos cada viernes de dolores parecen hechas para calmar los ánimos protestantes. La guerra de finanzas y solidaridad abierta en Europa no es más que la penúltima batalla, cruel como todas, entre católicos y luteranos con los ortodoxos metidos por medio de forma extraña como siempre hicieron los ortodoxos que ni saben escribir en latín. Irlanda, Italia, Portugal y España en el imaginario del norte luterano de Finlandia, Holanda y gran parte de Alemania no son más que gentes ajenas a la necesaria sobriedad y pureza de costumbres tan grata a Dios. Ese concepto se halla enquistado en el fabulario colectivo sobre la estampa de las gentes del sur de Europa, junto con la etílica, melódica y también católica Irlanda. Durante el día matan toros, por la tarde duermen y por la noche cantan y bailan, hasta el día siguiente. Esta desgracia sobrevenida de una crisis económica combinada con la idiotez de nuestros gobernantes no hace sino confirmar las verdades de los dogmas de Lutero, Calvino y Zuinglio frente a la infalibilidad del Papa, con lo que el dinero llegará sólo a cambio del castigo. No basta el arrepentimiento; la piedad es un término lejano a las finanzas y a los puritanos. Quedan pues viernes y viernes de dolores para calmar los ánimos de las criaturas rosáceas del centro y norte de Europa, molestos por tanto exceso barroco y contrarreformista del sur. Aquí está la victoria ante el Concilio de Trento y los Tercios de Flandes. Cada viernes llegará nuestra ración de penitencia católica, azotes hasta que la miseria nos lleve a la apostasía de nosotros mismos y vistamos sombreritos tiroleses con pluma y nos volvamos caballunos y rosáceos para mejor servir a los amos del norte que siempre tuvieron razón y ahora nos lo demuestran con esos cheques que nunca llegan como el perdón de los pecados, o la vida eterna, amén.

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