Metros de despropósitos

2 Jul

Martín Santos se refería al Madrid de los años sesenta en su magnífica novela “Tiempo de Silencio” como esa ciudad tan descabalada que ni siquiera tenía catedral. Pero se ve que en Madrid se arreglan las cosas y ya tienen hasta su catedral. Málaga aún no acabó la suya como metáfora en piedra de su propio devenir. ¡Qué desgraciaíta gitana tú eres teniéndolo to! La Junta nos maldijo: Os voy a hacer un metro, malagueños. Mirad qué bonito es, si es que parece de Sevilla. Cientos de comerciantes pierden al día el pan de sus hijos porque la nueva consejera de Fomento ha paralizado las obras y está consiguiendo la sublevación, cada vez con mayores tintes de agresividad por pura impotencia, de unos pacíficos ciudadanos que sólo quieren pisar sus calles bajo cuya superficie se erige uno de esos desatinos contables y de planificación con los que nuestra clase política nos demuestra su total ineptitud. Mientras la señora consejera busca al primo, cuñao, o miembro del soviet con carné y cuotas al día a quien poner al frente del metro, los comerciantes de las calles afectadas por las obras se arruinan. Así de simple. Basta un paseo por calle Cómpeta. Si el ciudadano va en coche desde la zona de Carlos Haya hacia Portada Alta, por ejemplo, se encuentra con calles transversales cortadas. Vueltas y vueltas di hasta que solté el coche por la zona del falso túnel. Luego, lo que había calculado como unos pocos minutos para atravesar la calle Cómpeta hacia mi destino en la otra orilla, se transformó en un paso de fronteras conducido por vallas. Un espacio milagroso aquel; lo que en una calle vulgar significa un tránsito de unos diez metros ahí se transmuta en uno de ciento cincuenta. Sólo falta asfaltar la calle y este paseante no comprende por qué no se alivia un poco el fastidio a los ciudadanos habilitando más pasos y eliminando las vallas que constriñen a los peatones enjaulados en las aceras.

El método de destrucción empleado en la zona antes aludida ha sido igual para las demás calles afectadas, sean en Perchel o Juan XXIII. Primero se rompe todo y luego la habilitación de la superficie, que para políticos y técnicos preocupados por los ciudadanos debería de ser cuestión prioritaria y de urgencia extrema, pasa al último escalón o más atrás. Sólo el abandono de los superiores responsables de la obra sumado a la desidia de la Junta aparecen como únicas explicaciones posibles para que las personas mayores o con dificultades motrices no puedan andar por su barrio, para que el conductor arda con unos grados más de temperatura en su infierno a motor, y para que el comerciante se arruine. Hemos votado una manada de inútiles que se esfuerzan por demostrar su torpeza con cada decisión que toman. Los pueblos pagan con creces las mamarrachadas de sus gobernantes. Por hacer un relato breve del proceso: Esta Junta, que vela por los malagueños igual que la madrastra por Blancanieves, concede a la ciudad un metro o dos que se construye mediante el método más agresivo y doloroso para los ciudadanos. Luego, nos enteramos de que se han iniciado la destrucción sin tener el dinero necesario para construir. Por si fueran pocos esos disparates, el cambio de consejera y de su corte paraliza una obra que, además, no saben cómo acabar. Falta una capa de asfalto en la superficie mezclada con la buena voluntad de salvar a unos vecinos a los que por su bien se está arruinando. Las manifestaciones y los cortes de tráfico de la semana anterior revelan que los ánimos ya están más calientes que un tejado en agosto y llega un momento en que las personas piensan que ya no tienen nada que perder y por ahí brotan los chispazos de la violencia. Dicen que ha subido la luz. No. Ha subido la electricidad, de luces andamos aún muy muy bajos. A ver si hoy domingo gana España a la que nuestros miles de gobernantes han convertido en el tonto de la clase en Europa, sólo aprueba el deporte y la religión. Qué manquita y descabalada esta Málaga nuestra de cada día. Qué desgraciaíta.

2 respuestas a «Metros de despropósitos»

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