Pepinos

30 May

Si alguien quiere saber cómo se gestó la gran caída socialista en las últimas elecciones, que observe el devenir de esta semana que hoy comienza. Ahora la crisis del pepino español. Ante una serie de sucesos encadenados que pueden significar no sólo la ruina del campo malagueño, sino español con la agravante de un descenso en las exportaciones, y por tanto aumento del déficit exterior y estatal, y por tanto aumento del riesgo país, y así hasta el efecto dominó de la ruina colectiva, el Gobierno no existe. Las ministras comprometidas han realizado sendas declaraciones como de niñas acusadas frente a director del colegio y poco más. El presidente del Gobierno no comprende que hoy la cosecha del pepino español es más importante que esa recolecta de derrotas con tanta insistencia sembrada durante los últimos años. Las ministras y ministros del gobierno socialista se suelen comportar antes como directores de ONG que como gobierno creíble y solvente. Por desgracia también expanden esa imagen sobre España. Así, el ciudadano ha contemplado estupefacto que su gobierno resuelve cualquier conflicto mediante discursos de buen rollo, fraternidad universal, negación de los problemas y, sobre todo, dejación de funciones e inactividad. Este método ha propiciado incidentes en la frontera con Melilla, por ejemplo, o negaciones a voz en grito de que existiera una de las mayores crisis económicas de los últimos cincuenta años. Por fijarnos en un aspecto, las propuestas para resolver este asunto revelan la más que dudosa conexión de nuestros gobernantes con la realidad. Primero no había crisis, como en aquella canción de Supertram. Cuando ya sí había, regalo de una paguita a los funcionarios y un ordenador a los niños de España para que entre ambos aumentasen el consumo; por ejemplo que los niños compraran por Internet a escondidas de sus padres. Más tarde, rebaja del sueldo a los funcionarios de unas tres veces la paga antes regalada. Ni Santa Rita, ni na. Medidas dignas de estudio psiquiátrico. Un desbarajuste económico que nos ha devuelto a algunas cifras de la España de los años ochenta.

A perro flaco todo son pulgas y poco dura la alegría en la casa del pobre. Las exportaciones estaban salvando la cuenta de resultados de un país en casi recesión y ahora han recibido un martillazo en toda la boca. Ante esto el Gobierno da la sensación una vez más de dejar desprotegida a la ciudadanía. A pesar de ateo parece que nos a vuelto a encomendar a Dios. Ya tendría que haberse iniciado una campaña internacional de invitación a científicos europeos para que constaten aquí la sanidad de las producciones. Hace días que el Gobierno tendría que haber contratado de urgencia laboratorios prestigiosos en la propia Alemania que contrasten y adelanten, en lo posible, las investigaciones. Y hace ya días que nuestros científicos del CSIC también de modo extraordinario tendrían que constituir una legión que estudiara lo que está sucediendo. Todo esto es un asunto de dinero encima de la mesa. Como el final de aquel bonito verso: tierra, humo, polvo, sombra, nada. Nada. Contrasta esta parsimonia gubernamental con la rapidez con la que se han cancelado las compras de verduras españolas. En pocas horas la plaga bíblica ha llegado al campo del Sur de España directa desde los mayoristas de más allá de los Pirineos. A estas horas, Francia, Alemania, Finlandia y Austria han vuelto la espalda (aunque esté feo decirlo así) no sólo al pepino malagueño, sino al tomate y berenjena de Andalucía y Murcia. Esto no ha hecho más que empezar. Una vez que se importen los productos de competidores mediterráneos, a ver quién restaura los circuitos de importación. El Gobierno vive en el césped del buen rollito y del talante, pero el mundo circula por las trincheras crueles de los mercados y ese no es un planeta para tontos ni para peces chicos. Este huracán ha comenzado pero no vemos que actúen ni Sanidad, ni Agricultura, ni Exteriores, ni el presidente del Gobierno que en mitad del vendaval puede aventurarse a repartir paraguas chinos y mantras tibetanos. Las verduras necesitan ventas inmediatas porque se pudren, no sé qué pepino necesitan las ministras y el presidente para moverse ni qué explicaciones darán a los agricultores de huertas como las de Málaga arruinados de un día para otro. Ciudadanos gibraltareños no entreguéis el pasaporte británico.

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