Sin educación

21 Feb

El Consejero de Educación ha disfrutado su minutito de gloria y anunció un nuevo plan de choque contra el fracaso escolar en Andalucía cuyas cifras avergüenzan siempre que no se comparen con algún país del tercer mundo en guerra. Según la tradición que marcaron sus antecesoras en el cargo, el Consejero trazó las líneas de otro viaje a ninguna parte. Propuso un mayor contacto electrónico entre centros docentes y familias. Olvida que a muchas ni interesa el centro docente ni contemplan la educación como algo primordial en la vida de sus hijos, incluso ni saben leer y escribir. Instauró una hora más de lectura en primaria como si esos minutos fuesen el clavo en la rueda oculto a todo el mundo salvo a él. Anunció mayor autonomía para los centros de enseñanza para que, así autónomos, reciban el no por respuesta cuando soliciten una determinada plantilla o distribución de alumnos, tijeretazos venidos desde los servicios de inspección educativa que tienen como orden llenar las aulas al máximo y ahorrar en número de profesores, gente que cultiva el vicio de solicitar menos alumnos por clase o un profesor de sustitución por enfermedad del titular, o personal de limpieza. El fracaso escolar andaluz proviene del fracaso educativo de la sociedad andaluza; para su arreglo exige una visión menos miope tanto del Estado como de la Junta y, desde luego, nunca se verán los resultados a corto ni medio plazo. Una sociedad culta, bien educada que crece en medio de una crisis mundial y reclama ingenieros para crecer más, como Alemania, por ejemplo, necesita generaciones de familias bien escolarizadas que aprecien el valor personal del saber y de la preparación, y no contemplen la escuela como ese fastidio diario al que obliga la Fiscalía de Menores. Corea del Sur se ha convertido en pocas décadas en una de las economías fundamentales del mundo ente otros motivos gracias a la preparación de sus habitantes; su tierra es pobre.

Los centros de enseñanza, salvo excepciones, son edificios fríos, mal iluminados y arreglados a regañadientes cada muchos años, lo que no sucede con otras dependencias de la administración, salvo quizás los cuarteles de la Guardia Civil. No creo que los funcionarios de la Junta, diputaciones, ayuntamientos o consorcios, estén trabajando con los abrigos puestos en ninguna de sus oficinas, excepto los profesores. El espacio educativo no invita a querer estar allí. Los centros comerciales son mucho más agradables. La Junta ha dotado con ordenadores portátiles a los alumnos, pero olvidó la red wi-fi necesaria para que pudieran tener un rendimiento educativo. La Junta ha instalado pizarras electrónicas en muchas aulas de colegios e institutos pero por distintos motivos, entre los que se encuentra la instrucción del profesorado en su manejo, las pizarras no funcionan y en la pared permanecen como lápidas blancas en réquiem por las torpezas de la Consejería de Educación. Como muestra del nulo respeto que nuestros responsables públicos sienten hacia la labor que el profesorado realiza para la educación de sus alumnos, las pizarras digitales fueron instaladas por orden de la Consejería durante las horas de clase; se ahorraban un dinerito en esta nueva intervención educativa. Así actúa la Consejería de Educación, medidas en titulares y cinco columnas que luego quedan en humo y nada porque faltan presupuestos. El dinero público no se está gastando donde hay que gastarlo, esto es en la educación de calidad para una sociedad completa, única defensa garantizada contra los coletazos con que golpea imprevisible la serpiente del futuro. Los andaluces seguiremos abocados a un índice de desempleo cruel y a la mendicidad de las subvenciones, o a la mera especulación inmobiliaria, mientras no invirtamos durante décadas hasta el dinero que no tenemos en educación. ¿Alguien se atreve a hacerlo? Blablablá, blablablá, blablablá.

2 respuestas a «Sin educación»

  1. Supongo que sabrás de lo que hablas y no lo harás “de oidas”, en este país el problema es que todo el mundo sabe de educación y tiene soluciones para arreglarla. Hay filólogos con muchos años en la profesión docente y muy poca experiencia. Tal vez trabajar más, prepararse mejor las clases y tener en cuenta las necesidades del alumnado sería un buen comienzo. Mejorar la lectura es fundamental para el sistema educativo, por eso no me parece mala idea leer una hora al día como mínimo.

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