Prostitución callejera

14 Feb

Ese exasperante estilo con que D. Francisco de la Torre aborda los problemas de la ciudad enreda todo y no contenta a nadie. Si fuera controlador aéreo los aviones aterrizarían en la playa por falta de combustible. Si fuera monologuista tendría su gracia porque engancharía los chistes y anécdotas a medias: “¿Saben aquel que dice 25? Y se levantó y se comió la tortilla”. Su estilo desgobierna, fastidia a la ciudadanía al completo y expande la injusticia mediante omisión. La especialidad de la casa. Ahora la erradicación de la prostitución callejera vuelve a poner de manifiesto la torpeza legislativa de este Ayuntamiento. Veamos. Se trataba de resolver un conflicto que enfrenta a mujeres sumidas en un mundo de sordidez absoluta y de peligro en un alto grado, con vecinos que tienen derecho a que en la puerta de su casa, de su negocio, o frente a la ventana no se estén produciendo los espectáculos, sórdidos repito, de mujeres casi desnudas que alquilan caricias junto a hogueras y se arriesgan a subir a coches de desconocidos. Si alguien considera que estas mujeres están en las esquinas por gusto necesita una revisión profunda de sus conceptos, o ponerse en una esquina nocturna durante un rato. Exceso de sordidez. La organización Medicus Mundi, uno de los pocos grupos humanos que practica la piedad con las prostitutas se levantó la semana anterior de la mesa de debate sobre este problema. En estos días varios grupos alternativos y con diversos y hasta llamativos intereses (¿Ecologistas en Acción?) van a recurrir la normativa municipal y piden que todo siga igual, esto es, con las prostitutas en la puerta de la casa de los demás ciudadanos. Los invito a que ofrezcan sus propios domicilios a estas chicas para que realicen sus labores. Las prostitutas anuncian que no se irán de sus zonas habituales hasta que no se les conceda otro lugar; suelen tener el vicio de comer todos los días y sin dinero no te dan comida en el súper, ni para ellas ni para sus familias. Además la mayoría no tiene nada que perder. Los ciudadanos continúan tan fastidiados como antes de la ley, como durante el largo período en que no se ha aplicado y como ahora cuando se está aplicando a medias.

Quizás por un afán de no molestar a los posibles votantes parece que las multas por espectáculos sexuales callejeros están lloviendo sobre las prostitutas mientras que sus clientes salen limpitos del aguacero, cuando son ellos, junto con la pobreza, quienes promocionan la prostitución de acera. En los locales trabajan las que pueden; para la calle queda el segmento más débil de la sociedad al que además se pretende condenar a espacios que eleven varios grados la sordidez ambiental que cada minuto padece. Ocultas del todo, sin una mínima infraestructura de farolas y policía o personas cercanas quedarán en manos de sicópatas y otra canalla que como buitres las rondan. No creo que la jugada municipal pueda haberse ejecutado peor. El Ayuntamiento está obligado a proteger derechos que abarcan al descanso o la convivencia. Una chica en tanga y tacones en la puerta de un negocio desde luego que altera la convivencia y el corazón, tanto como las hogueras o los ruidos con que la clientela nocturna se acompaña. Antes de la promulgación de la normativa hubiera bastado con que la policía municipal pidiera en esas calles la documentación completa de los vehículos, pasara pruebas de alcoholemia frecuentes y midiera los decibelios que exhalan los vehículos tuneados. La política hasta ahora ha sido la de abandonar a los vecinos afectados, no oír a las prostitutas, también abandonadas a su suerte, y sacar como conejo de chistera una normativa recurrible y veremos si no inutilizable, sobre todo porque castiga a las más frágiles, a las esclavas de su situación personal, por si a los multados autóctonos les diera por no votar a un alcalde tan indeciso. Si fuera bailarín le llamarían el engañalosas, si fuera músico entraría a destiempo.

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