Mujeres

3 Mar
Mujeres.

Hay mujeres refugio y mujeres tormenta, hay mujeres milagro, mujeres sorpresa, mujeres con llaves y con naves espaciales y mujeres muy muy especiales. Hay mujeres que son madres, abuelas, hijas, hermanas, primas, amigas, amantes, amores… Hay mujeres asesinas de algodón y de acero y polvo de estrellas, mujeres duras como la espuma. Mujeres independientes con bellos pendientes y mujeres hilanderas en el laberinto del Minotauro. Hay mujeres sortilegio, brujas, magas, hechiceras, sanadoras que sanan… Mujeres con los labios partidos, las suelas gastadas, las manos atadas… Hay tantas mujeres, tantas como mujeres.

Morell me plantea que pensemos una programación especial para el 8M, Día de la Mujer. Son ya unos cuantos años haciéndolo. Esta vez, no sé si fruto de la improvisación, el exceso de trabajo o un recurrente Síndrome del Impostor, quizá por todo a la vez, me planteo hacerles una pregunta al respecto a distintas mujeres con las que comparto parte de mi vida. Escribo un texto sin pensarlo mucho y lo envío como el que lanza un mensaje dentro de una botella al océano: “Necesito que me eches una mano amiga y una mano, amiga. Si tuvieras la oportunidad de organizar la programación del 8M en una canal de televisión, ¿qué harías?, ¿tienes alguna idea luminosa? Se admiten sugerencias”.

Al momento, me empiezan a llegar respuestas. Debo decir que tengo unas amigas que son unas mujeres geniales, generosas y muy atentas. Mujeres distintas y extraordinarias. No me las merezco. La primera respuesta es un audio urgente, hay un sonido de fondo de ciudad y una voz acelerada. Es un mensaje que se nota que no ha necesitado reflexión porque lo tiene clarísimo. Me propone que presente el programa una mujer, y que haya mujeres racializadas, trans, excluidas, no solo normativas en plató: “una representación de la diversidad que sirva para enseñar la complejidad de lo que es ser mujer”. Me gusta la idea y respondo cariñosamente.

La siguiente respuesta de la siguiente amiga, casi en simultáneo, es así: “pues un programa donde se diera voz solo a mujeres, llevamos décadas (¡siglos!) acostumbrados a mesas con solo hombres”. Contesto con un semi-chiste: “entonces me cojo el día libre. Gracias, querida”. Recibo otra respuesta al momento. “Te escribí antes y no se envió”, me dice disculpándose, ya digo que tengo amigas muy majas que no merezco, y añade: “juntar a una mujer mayor y a una joven en una entrevista… La sabiduría y la candidez… O a mujeres invisibles”. La cuarta tarda un poco más pero me lanza hasta seis propuestas que parece un dossier de empresa. Brillante.

Empiezo a intuir que estoy construyendo un artefacto de ideas complejas y que lo voy a tener más difícil que nunca. Me llega otra respuesta que cambia el sentido del relato y que dice así: “no creo en el 8M me da urticaria el discurso manido feminista de algunas mujeres. Yo haría una mesa de hombres, hombres que hablen en femenino. Es muy arriesgado, pero si lo haces bien y eliges bien a los contertulios, te coronas”. Le agradezco el mensaje y empiezo a entender que quizás no tenga un programa que quizás tenga muchos programas y una buena columna. Una columna, que es esta y que hable de las mujeres, de su complejidad y su eficiencia, de lo diferentes y maravillosas que son porque son diferentes y maravillosas, y de que quizás no hay un 8M sino muchísimos 8M´s.

Al igual que no hay enfermedades sino enfermos, creo que no hay un solo feminismo sino feministas, mujeres distintas pensando variado en un mismo espacio común, el de la igualdad. Digamos que un amplio abanico de opiniones que se cruzan en la misma idea de justicia. Matices, colores, una fantástica diversidad enriquecedora a la que hay que escuchar. Hablo con Nadia y con mis hijas sobre el tema y también me dan nuevas ideas, distintas ideas, inéditas y poderosas ideas, tan revolucionarias y variadas como las anteriores. Entiendo entonces que un único feminismo dogmático no sirve, que el feminismo debe ser de todas con todas sus opiniones y más allá, de todos, y que solo entre todas y todos podremos llegar a algún lugar mejor. No se trata de estar divididas sino unidas en la complejidad de lo que es distinto. Escribo a Morell y le digo que nos veamos el viernes, que ya lo tengo y recuerdo a Walt Whitman cuando escribió aquello de “I contain multitudes”, o sea que “contengo multitudes”.

Y en ese mar de multitudes me sigo encontrando que hay mujeres abismos, mujeres milagro, mujeres diamante, de un diamante muy brillante, y mujeres espejo. Mujeres extraordinarias que nos hacen extraordinarios y mujeres que son fuegos artificiales, superficiales y abisales. Hay mujeres que te dan la vida cuando te la quitan. Y también hay mujeres lapidadas, asesinadas, violadas…, mujeres a las que es imposible derrotar porque nunca se rinden.  Hay mujeres de luz que nunca te hacen sombra, compañeras de vida que te hacen reír y pensar, que siempre responden a los mensajes, amigas, mujeres imperfectamente perfectas. Mujeres vigentes, de pasado, futuro y presente. Hay mujeres que son todas las mujeres.

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