Entrevista de arena a Rafa Nadal

13 Sep
Rafa Nadal en la final del US Open.
Rafa Nadal en la final del US Open.

Le duelen tanto las piernas que no puede ponerse los vaqueros. Su equipo le ayuda. Uno le pone en pie y otro, desde abajo, apaña una pernera. Una nueva gesta, pequeña, ponerse los pantalones, pero fundamental, antes de salir de las instalaciones del USTA Billie Jean King National Tennis Center de Nueva York. Rafa Nadal ha ganado otro partido. Me mira, ya vestido, y sonríe agotado: “sin sufrimiento, no hay felicidad”, y añade, “ganar aquí era un objetivo más, pero al final es un partido más también”.

Rafa Nadal acaba de conquistar el US Open, su último grande y ya suma 19. Nadal remontó en el quinto juego del quinto set, un 40-0 en contra, y en la bola de break realizó un puntazo que encarrilaba el partido. Ni se inmutó tras el passing. El tenista balear superaba minutos después al ruso Daniil Medvedev en cinco sets (7-5, 6-3, 5-7, 4-6 y 6-4). “Ha sido una de las noches más emocionantes de mi vida”, me asegura antes de la ducha.

Rafa Nadal es un dios hercúleo y un sabio estoico, una especie de Buda con cuerpo de superhéroe, que nos evoca y, de alguna manera, nos hace mejores con sus éxitos pero, sobre todo, con su trayectoria. “Hay mucha gente que se esfuerza cada día y no tiene la suerte de llegar a la cima. Lo importante es el camino, pensar en el día a día, pensar que las cosas van a llegar”. “El camino…”, dice sereno, y se seca los brazos, y se acaricia los callos de las manos endurecidos por la empuñadura.

Le pido que ahondemos, que hagamos un esfuerzo, que no parezca la típica entrevista. Rafa le digo, como en la La Divina Comedia, Canto V, de Dante Alghieri, descendamos “del primer círculo al segundo, que contiene menos espacio, pero mucho más dolor”. Entonces, le pregunto: ¿cuánto se pierde cuando se gana? Se queda callado, piensa, como hace antes de sacar: “las derrotas no engrandecen nada por desgracia, ayudan a valorar todo lo que he hecho anteriormente”.

Al volver al hotel, en el coche, tras un rato de silencio, me dice: “sobre lo de qué pierdes al ganar, no sé, llevo un rato dándole vueltas y todos los que practicamos deportes sabemos que salimos para ganar o perder. Hay que aceptar las dos cosas. Uno no se puede venir abajo por perder un partido o muy arriba por ganarlo. Nadie se acuerda de las victorias, sólo de las derrotas”.

Seguimos con esta entrevista de arena y disparo intentando sorprender. “¿Quién es tu peor rival, Rafa?”. Contesta rápido, como si la respuesta fuese la bola de aquel derechazo de Montecarlo 2017 contra Schwartzman. “Mi peor rival es el próximo”, y mira al frente. “¿Tienes dudas?”, pregunto. “Las dudas no se superan, convives siempre con ellas”. Otro revés: “¿Te sientes el mejor, el nº 1”?”, y entonces me mira, otra vez, y siento que está bailando sobre el filo de un cuchillo: “No sé si soy el mejor o no, no soy el adecuado para decirlo”.

Estando al lado de Rafa, ya en el hotel, cenando algo de pescado y arroz, uno se siente de porcelana rota, irremediablemente, en la sombra. Su leyenda le acompaña y se mezcla, indeleble, con una personalísima humildad. Parece un colega del barrio, pienso y recuerdo las últimas inundaciones de Mallorca en las que murieron varias personas, y cuando se calzó la botas y se metió en el fango… Recuerdo sus lágrimas emocionadas después: “es casi imposible recuperarse de algo así”, dijo. Un dios humano.

En diez de los once torneos que Rafa Nadal ha disputado este 2019 ha llegado a semifinales o a la final. La incógnita es saber si mantendrá este nivel competitivo y físico. Rafa tiene 33 años. Tras una breve conversación mundana, le pregunto: “¿Hasta cuándo te ves a este nivel?”, y responde, otra vez, como un Zenón de Citio con cuerpo de Thanos: “Nadie es eternamente perfecto”.

Terminamos, me dicen que tiene que descansar, que pare ya. Le digo: “¿qué harás cuando todo acabe?”, y entonces me mira a los ojos y sincero, certero, como si sacase a 200 km/h., como si lo tuviera muy claro, como si supiese que ésta iba a ser la última pregunta de esta entrevista, responde: “volver a casa”, y se despide humilde, educado, parece frágil, antes de  subir a su habitación.

 

* (Entrevista  de arena, collage, perfomance y fake, realizada con los recortes de un montón de entrevistas leídas a Rafa Nadal entre el año 2004 y el día de ayer).

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