Marca Andalucía

2 Mar

La confederación de empresarios andaluces pide que se trabaje la marca Andalucía de modo que se destierren tópicos y se centre la visión de nuestra tierra en un punto más equilibrado o más cercano a la realidad. Es cierto que aquí se fabrica tecnología de última generación e incluso se realizan algunas investigaciones biológicas y médicas que también caminan por las vanguardias de su campo. Lo de achacarnos el monopolio de la siesta es más un complejo nuestro y una estupidez a la que se agarran algunos bárbaros del norte para lanzar un escupitajo ideológico contra quienes nos movemos al sur de Despeñaperros. Una empresa que obtuvo grandes beneficios desde su apertura en Manhattan se llamaba Metronap, lo que podría traducirse como siesta urbana. Esta compañía diseñó unos sillones que acogían en una especie de cápsula al durmiente; en su interior se proyectaban imágenes acompañadas de música relajante que iban disminuyendo su nivel de luz y sonido a la par que disminuía el nivel de conciencia del individuo, hasta que aumentaban de modo gradual cuando llegaba el momento de alejar al momentáneo huésped de las redes del dios de los sueños, Hipnos, que por cierto tiene una preciosa estatua en el museo de Almedinilla, caso único en toda Europa. Sobre esos sillones tenemos el ejemplo del más puro estilo empresarial moderno. No sólo basta con alabar las virtudes de la siesta, innegables incluso para los japoneses, sino que cualquier elemento humano es susceptible de investigación, desarrollo y de ser convertido en fuente de riqueza e imagen de la sociedad que lo creó sin necesidad de apoyos institucionales. Entre la estampa de los campesinos que sestean al sol pintados por Van Gogh, y la de uno de esos sillones ergonómicos, con anatomía regulable, anti-claustrofobias e higiénicos, median siglos de investigación que han sabido ser aprovechados. Repito que la reivindicación de la siesta me parece tan magnífica, como absurda si se adscribe a Andalucía como patrimonio cultural, pero si así nos la quieren regalar, pues bien, lo que usted no quiera para mi casa es.

Andalucía es un país tan grande como Portugal, con costas amplias, fronteras muy bien definidas y una cultura tan sólida e interiorizada que, aunque nuestro dialecto haya sido objeto de burla por parte de los analfabetos del norte que para nosotros empieza en Sierra Morena, jamás lo intentamos modificar, entre otras cosas porque sería absurdo e imposible hacerlo. Junto a esto hay que decir que parece una contradicción la imagen tópica que, sobre todo las instituciones intentan exportar, junto a la destrucción de la imagen tópica que sobre todo las instituciones tendrían que realizar. Málaga ejerce de motor de Andalucía por el combustible dinerario que aporta el turismo y los movimientos de capitales asociados a la costa. Al turismo residencial lo atrajimos mediante los tópicos que inauguró Fraga Iribarne y potenciaron los mandatarios franquistas, esto es, Andalucía es la quintaesencia de la España más tradicional, el sol y la playa. Una foto básica de vacaciones que la Junta se ha encargado de remitir al resto del planeta. Incluso me consta que un grupo de lúcidos liberados de la Consejería de Turismo pretendió realizar una promoción publicitaria de muchos millones para la conquista del mercado chino y japonés, culturas ambas que odian la piel morena. Nos libramos del derroche gracias a un ilustrado que asistió a la reunión. También existe el ángel de la guardia. Andalucía es agrícola pero, salvo el caso de Almería, los campos no funcionan como debieran y son eriales de lamentos por subvenciones y peonadas, en lugar de espacios para iniciativas cooperativistas o empresariales. En efecto, hay fábricas de tecnología muy avanzada e investigaciones pero son más anécdota que categoría. Alguna vez tendremos que ser autocríticos. Cuando consigamos una sociedad que haga de la siesta, o de los espetos, o de los botijos para gravedad cero, una fuente de avances tecnológicos, la marca Andalucía estará diseñada sin necesidad de derroches como vender bronceadores a pueblos que se maquillan con polvo de arroz para estar blancos y que no se les note la vergüenza ajena por ese ridículo crónico al que nuestros dirigentes son tan proclives.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *