No sólo de piscinas

4 Ago

Los alcaldes de los municipios de la Costa contemplan sus infraestructuras desbordadas a causa del aumento de población que supone una buena temporada turística durante los meses de verano. Los alcaldes del interior y de los pequeños pueblos de las sierras claman porque comprueban sus infraestructuras desbordadas durante todo el año, sea temporada turística o no. Ahí quedan los déficit sanitarios del Valle del Guadalhorce o de Málaga capital sin que tengamos que irnos muy lejos. Si en lugar de apellidarnos provincia, nos llamáramos país abundando en las ideas del gran escritor Miguel Romero Esteo, País Malacità o Malagerria, cultivaríamos conciencia de agravio colectivo y entonces los alcaldes y diputados malagueños estarían unidos en torno a una idea y se hablaría de cuánto aporta nuestra provincia, perdón país, al conjunto de las arcas de Andalucía y de España, y cuánto recibe y de todas esos asuntos de los que tratan los países frente a las provincias. Aquí no. Los grandes partidos políticos llaman al prietas las filas, y sus escuderos saben que quien se mueva no sale en las fotos. Y como está la cosa del paro y con los currículos famélicos que exhiben la mayoría de nuestros dirigentes, nadie tiene la intención de no aparecer en la zona privilegiada de cualquier foto, con la sonrisa puesta tras el líder que garantiza su comedero. Así están las cosas, no somos país y por tanto no se contempla la necesidad de la unidad de acción en un mismo camino que mejore Málaga. Los nacionalismos en España sólo me parecen lamentos de señoritos, adornados y justificados con tergiversaciones históricas y culturales de todo tipo. Si cada quien recauda lo suyo y se lo queda para los suyos, esto no es una sociedad sino una charca de cocodrilos rabiosos donde cada cual muerde para sí. Tendríamos farolas en el Limonar y en Cerrado de Calderón, y calles sin luz ni alcantarillado en casi media ciudad. Cada zona debe tener los servicios adecuados para su población, esto es lo que garantiza no sólo la paz social sino el progreso futuro de cualquier comunidad, país, provincia o municipio.

Un financiero americano judío, a quienes considero gente sabia y lista, explicaba en un programa televisivo que gran parte de la población occidental se hipoteca para comprar una casa, mientras ellos consideraban acertado el hipotecarse para montar un negocio. Las distintas administraciones que fustigan los bolsillos de los españoles perdieron de vista hace mucho tiempo qué es Estado y qué no. Lo que es peor, a cuenta del proyecto de enladrillar hasta el cielo ibérico, hipotecaron a toda la sociedad. No sólo de piscinas vive el turismo, motor indiscutible de la economía española y malagueña. A pesar de que es un lugar caro en términos mundiales, el visitante elige Málaga porque sabe que puede regresar a Londres, por ejemplo, en media mañana, puede pasear los museos de Madrid y dormir en su hotel costero en el mismo día, pero también tiene la seguridad de que no lo van a atracar por las calles, de que el agua del grifo no lo va a dejar sentado en el retrete durante una semana, o de que si sufre un infarto en la discoteca tiene grandes posibilidades de regresar curado a su tierra. Málaga no tiene playas caribeñas, ni atardeceres entre cocoteros, estampas preciosas en el cine hasta que la realidad de un problema devuelve al viajero a la prosa de unas vacaciones frustradas. Al turista la regalan una sonrisa en cualquier destino, la tranquilidad cuesta un dinero público que nos hace competitivos mientras ese dinero se invierta de modo adecuado. No se trata de formar un frente malagueño anti-mundo, sino de fomentar una unidad de voz política que canalice peticiones razonadas y razonables para Málaga que eviten una merma en la calidad de los servicios públicos, lo que conllevaría un deterioro de la imagen malagueña hacia el exterior, perjudicial para España. La mejora de esas infraestructuras que demandan los alcaldes costeros interesa a toda la ciudadanía y garantizan, dentro de lo posible, un futuro menos incierto. Una inversión en el negocio que luego paga la casa además de las piscinas.

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