Entre sotanas

23 Dic

El Partido Popular del norte de Despeñaperros hunde al Partido Popular del sur de Despeñaperros una y otra vez. Ahora con la ley del aborto. Sufrimos tiempos de incongruencia política y el ciudadano contempla cómo un sindicato o partido político defiende una postura y su contraria a un mismo tiempo. Si fuésemos japoneses, José Luis Rodríguez Zapatero tendría su nombre en una lápida por suicidio. Si tuviésemos la dignidad de un samurái que ve cómo llevó a su país a una derrota por ruina. Pero no. Su torpeza e inutilidad condujo hasta el poder al partido de la alternancia, al que figura en los catálogos y congresos de la ideología liberal. En teoría, sólo en teoría, los liberales tienen como credo el dejar hacer al individuo, aunque a partir del crack, o pataplof, de 1929 se dieron cuenta de que el Estado tenía que vigilar e intervenir en los mercados para que no sucediera lo que volvió a ocurrir cuando la quiebra de Lehman Brothers y el Inútil de la Moncloa, aka Rodríguez Zapatero, no se dio cuenta de que había hundido España. El pueblo español huyó de los socialistas y votó a los Populares. Una de las dos españas ha de helarte el corazón e incluso las dos. El Partido Popular se las da de liberal pero sólo sobre el parqué bursátil. Mantiene un débito con las sotanas y parafraseando a aquel alcalde de “Bienvenido Míster Marshall”, debían una satisfacción y esa satisfacción se la iban a dar. Y ya se la han dado. El Partido Popular, liberal según se dicen a sí mismos, se inmiscuye en las vaginas de las españolas con los deditos de la Iglesia Católica que se apunta de este modo un tanto histórico más en su cuenta de agravios hacia gran parte de la población española. La piedad es lo primero que se olvida con un crucifijo sobre el pecho. Cristo dijo que nadie era quién para juzgar a nadie y que con el juicio con que cada uno juzgara sería juzgado, lo que espero que se cumpla en la persona del Ministro de Justicia, por dar ejemplo. Yo ya sé que iré al infierno. No tengo nada que perder y por eso me permito escribir sobre lo que pasa por delante.

El aborto libre, como el dios católico, es cosa de ricos. Hace siglos se podían comprar años de Purgatorio. Un tiempo después, los señores podían comer carne los viernes de guardar, mediante bula. A mí me pilló pequeño aquella época; ahora me habría entregado al marisco y asunto resuelto. En los años del nacional-catolicismo, cuyos aromas vuelven a orear las montañas nevadas, las banderas al viento y la camisa azul que el chino me bordó en rojo ayer, las niñas ricas y casquivanas podían abortar en Londres porque para eso era tierra de infieles. Unos Padresnuestros y un par de Avemarías como penitencia, regalito al convento más cercano y ya está. Vestida de blanco comulga la novia con la bendición eclesial. Para las pobres quedaba sólo el encierro durante varios meses, parir en el retrete y la inclusa para el niño, que ese rollo de orfanato, caridad y catecismo gusta mucho a lo foros de la familia y otros devotos de los niños. En Andalucía sabemos mucho de señoritos y por eso dan tanto miedo esas regresiones de la moral pública. Los Populares del norte han vuelto a restar votos a sus correligionarios del sur. El PP se ha pegado una buena pedrada en el tejado, un chiste si no hubiera arrojado esa misma piedra contra la libertad de la mujer española. El PP sólo es liberal para que despidan trabajadores, para que bajen los sueldos y para que suban los impuestos; es intervencionista cuando legisla sobre la vida privada. Una contradicción con sus propias bases ideológicas y su doctrinario. Me duele España, decía Unamuno. España duele como de aborto que no cesa. Rota ente los latigazos que le dan las sotanas cada vez que pueden o entre el mal gobierno de políticos incapaces y dañinos que llegan al poder por la derrota de sus adversarios, jamás por su victoria. Una pena que la ley de aborto libre y gratuito no hubiera estado vigente allá por 1950 o así. Quizás nos habríamos librado de un montón de ministros y otras purulencias.

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