Hacer el indio

18 Nov

Hace un año o así, un amigo mío acudió a la firma del tratado de paz con la única tribu de nativo-americanos con la que España aún estaba en guerra. Cosas de la historia. La pipa de paz fue fumada en el siglo XVIII con todos, salvo con este grupo de indígenas de Nuevo México que aún recuerda las barbaridades que los conquistadores españoles hicieron por allí, como muestra de lo que un grupo de personas civilizadas y cristianas son capaces de hacer. Mi amigo visitó en varias ocasiones las reservas indias y comprobó que, en efecto, encarnan a los buenos salvajes de los que escribió Rousseau, apegados a unas costumbres campesinas que los obliga a domiciliarse en mitad del desierto, junto a sus animales y familia. Viven de un modo sencillo, lo que no significa que vivan con pobreza. Las naciones indias son territorios con un estatuto especial dentro de los Estados Unidos; allí no se aplica de igual modo el código fiscal que afecta al resto de contribuyentes. Como en una especie de cante de ida y vuelta, ahora son los indios quienes venden alcohol al hombre blanco, además de naipes y fichas en sus casinos. Las naciones indias han constituido un fondo bancario común con el dinero que ganan de esos lucrativos negocios y de él dependen dos cuestiones fundamentales, la sanidad y las becas a sus jóvenes. Los indios han aprendido mediante la opresión del hombre occidental que la libertad y el poder vienen de la mano de la formación. Ya lo dice la copla, esgraciaíto el que come por mano ajena, siempre mirando la cara, si la ponen mala o buena. Cuando un nativo-americano enferma, acude a los mejores hospitales; si quiere estudiar tiene encima de la mesa el capital que necesite para formarse y llegar hasta donde pueda. Mi amiga Olivia Standingbear, Oso de pie, en castellano, exhibe una de las formaciones humanísticas más sólidas que conozco en una joven de su edad. Conoce Europa como si fuera su casa, habla varios idiomas y su capacidad para las relaciones públicas es totalmente ajena a esa imagen que el cine difundió del indio como alguien taciturno y con cara de entierro.

El Ministerio de Educación ha abierto un nuevo frente de batalla con las becas, que van mucho más allá de las Erasmus. La Junta de Andalucía ha reaccionado inmediatamente y ya ha anunciado que compensará los billetes que el Ministerio reste. Las ideologías son enemigas de las ideas. Ahora cuando la crisis nos ha hecho ver de un puñetazo que hay que cuidar los fondos públicos porque en esta vida hay que pagar hasta el dinero, tal vez sea el momento de plantearnos si las becas se están usando bien o mal, o si existen caminos más eficaces para la formación, al menos, de nuestros estudiantes universitarios. Las becas en España son pobres y no resuelven más que una parte del currículum estudiantil; además, la sociedad entrega un dinero del que, luego, se beneficia en abstracto. Si alguno de los primeros gobiernos de la democracia hubiese abordado la creación de un fondo para préstamos a estudiantes, igual que existe en Suecia o en otros muchos países, partes de ese capital ya estarían siendo devueltas y estarían ayudando a otros jóvenes en el andamiaje de su futuro profesional, tarea que va más allá de las aulas y exige viajes, pequeños cursos no reglados y máster en el extranjero si es posible. Según las ambiciones, así los dineros. La excelencia de la formación de nuestros universitarios es el único tractor que nos sacará de estos fangos morales y monetarios a los que nos condujo la doctrina del ladrillo para hoy y hambre para ese mañana que es hoy. Corea en los años sesenta era un país subdesarrollado; gracias a la filosofía del sacrifico y el trabajo, hoy exhibe índices de calidad de vida semejantes a los países ricos del norte europeo. Y aquí estamos en el Sur. No hemos sido capaces de hacer el indio como otras sociedades, incluida la india, que supo unir sus fuerzas para que sus jóvenes no pasaran las penurias que esclavizaron a sus abuelos. Decía Don Antonio Machado que el español cuando usa la cabeza, suele ser para embestir, y así parece en demasiadas ocasiones.

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