Hostelería y empleo

4 Nov

El sindicato Comisiones Obreras ha hecho un estudio que revela la cicatería con la que el empresariado del sector hostelero se comporta. Así, mientras las pernoctaciones y el número de visitantes a nuestras tierras aumenta, el de contratos laborales disminuye. O nuestros turistas se han vuelto menos exigentes, o los servicios se están ofreciendo con una calidad mínima en lugar de unos mínimos de calidad. La gran afluencia de viajeros que han optado por Andalucía como lugar para su descanso, lo ha hecho porque aquí puede pasar una cantidad de sobresaltos razonable. En el resto del Mediterráneo, o en el Caribe, los inconvenientes pueden ser mayores. Los países musulmanes se encuentran inmersos en cambios sociales muy profundos y, al igual que la España del inmediato post-franquismo, se hallan en una mala etapa para el funcionamiento de sus instituciones, lo que convierte cualquier excursión en aventura, y una semana de vacaciones en siete días de incertidumbres hasta que el avión regrese al suelo patrio. Hay muchas formas de gastar el dinero. Y una de ellas es venirse a España, donde la crisis económica ha conseguido una bajada de precios que, acompañada por las inversiones en infraestructuras de trasportes o sanitarias ejecutadas durante épocas anteriores, convierte a nuestro país en un lugar relativamente barato, cómodo y seguro, alejado de exotismos, pero también de malos ratos. Sin embargo, la política patronal se ha basado en el recorte de la cantidad de empleados para que los precios se puedan contener sin merma alguna en sus resultados. Así en rima. Andalucía ofrece seguridad para el consumidor respecto a las orillas musulmanas, o la climatología estival caribeña; factores externos que iluminan estos pies de barro sobre los que asentamos nuestra economía. La calidad de nuestras actuales playas y servicios es más que discutible y en este mundo competitivo, destinos emergentes, como la costa del Adriático, están dispuestos a pelear por el pastel de las divisas.

Tal vez sea yo el gafe, o las casualidades o sabe dios qué, pero he podido comprobar que esa disminución en el número de contratos se traduce en un servicio entre malo y pésimo. Así, a bote pronto, recuerdo que me había citado con una paella para las 15 h., solicitada a las 13 h. en un chiringuito de Torremolinos. Sólo cuando a las 16 h. puse cara de que me iba, alguien llegó con un plato de ensaladilla en las manos y una disculpa fundamentada en que habían entrado varias mesas a un mismo tiempo, y en la cocina se habían hecho un lío. El mismo lío que, según parece, se trasplantó hace una semana a otro restaurante con cierto prestigio, que se aloja en un gran centro comercial y en el que tampoco me trajeron el plato hasta 45 minutos más tarde de que se hubiera ordenado. Como estoy mudando la ropa de temporada, también estoy padeciendo la falta de vendedoras y vendedores que asistan a una clientela que, en casos, deambula por aquellos locales como zombis a la busca de la carne de algún dependiente que por allí atienda e incluso cobre, que hasta para pagar ya tiene uno inconvenientes. Esta tragedia patronal tampoco distingue clases. Hace un par de días desperdicié más de 10 minutos, junto con otros consumidores, frente al mostrador de un negocio de comida rápida. El Gobierno realizó una reforma laboral para que la facilidad en el despido hiciera más atractiva la contratación, como una amiga de cama ocasional, sin compromiso de matrimonio. Pero se ve que los patronos son bastante estrechos y ni por esas. Ni confío en huelgas, ni en barricadas, ni en manifestaciones, perdonadme, pero el mal servicio por falta de contratos, esto es, por ansias de beneficios más allá de lo prudente, debería sufrir el castigo de la ausencia de clientela. Un servicio deficiente en un establecimiento hostelero empuerca el mantel del que come gran parte de la provincia. La falta de contratos no se puede penalizar, pero la de calidad en el servicio sí. Venga Fali, Consejero, que ya estás tardando.

Una respuesta a «Hostelería y empleo»

  1. Dos cuestiones, primera, no le aconsejo señor Glez. Vera que vaya a comer a un negocio de comida rápida, no, su salud se lo agradecerá, y segunda, si en un sitio me tratan mal o simplemente no me tratan, no vuelvo a ir jamás, así que, señores hosteleros y usted también señor Fali, espabilen,,,

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