Insostenible

15 Oct

El Ayuntamiento de Málaga necesita quemar cada día 1,6 millones de euros para que la ciudad funcione. Cada habitante, mayor o menor de edad, soltero, casado, divorciado o viudo, como en la letra del tango, debe pagar 2,8 € al día. Si tomamos una familia de cinco miembros con perro, las mañanas del cabeza de familia consistirían en sacar al perro y, tras la evacuación de sus necesidades (caninas), el paganini se dirigiría a una especie de receptáculo municipal, como un cajero pero al revés, donde depositaría los 14 euros que le cuesta vivir en Málaga ese día, 420 € mensuales, 5040 al año. Tras la desagradable muestra de afección a la urbe, hala, a comprar el pan con la alegría del pagador de impuestos, el cafecito, o cafelito malagueño, y a sonreír a un amanecer que cuesta dinero. Un personaje de Woody Allen decía que si este universo no era el más perfecto de los posibles, desde luego sí que era el más caro, algo así como Málaga, no sólo una ciudad lejana a cualquier idea de perfección, sino en la que, a pesar de estos precios, existen distritos delimitados por la desidia y acerados por los excrementos. Si el alcalde niega esto, yo lo invito a pasear por el mío. Es cierto que hay municipios más caros en nuestra provincia, donde los vecinos pagan 4 veces más, pero también es cierto que carecen de otras posibilidades de ingresos que no sea repartir entre el padrón, los gastos ocasionados. Sin embargo, el estar censado en esas localidades y pagar ahí los impuestos conlleva ventajas que el consistorio malagueño ni imagina. Los vecinos de Fuengirola que viven en zonas de aparcamiento controlado pagan sólo 1 € al día porque su alcaldesa, Dª Esperanza Oña, al margen de cuestiones ideológicas, siempre ha buscado una ciudad para sus vecinos a pesar del carácter turístico del pueblo, y su inevitable trasiego de población.

En Málaga, D. Francisco, pendiente de planos que nunca pisa, no se entera de la existencia de barrios periféricos al SARE donde sus vecinos sufren la presión de quienes esquivan el pago de las maquinitas. Si a eso se une que, por ejemplo, en los aledaños de El Egido, una buena cantidad de viviendas se destinan al alquiler para estudiantes, unos cuatro por vivienda, y si tenemos en cuenta que cada estudiante aparece con un coche, descubrimos que estas calles ofrecen beneficios a quienes no viven en ellas y sólo fastidios a quienes las habitan y sufren esos 2,8 € por día que el Ayuntamiento no gestiona, sino se zampa. Unamos a esto, la cantidad de personas de otros municipios que llegan cada día a Málaga sólo a trabajar y que buscan la comprensible huida de cualquier pago. Sin embargo, lo peor de Málaga no es el ninguneo sistemático al que los De la Torre’s Boys someten al malagueño. La ciudad se ha vuelto insostenible, o la han vuelto insostenible. Málaga costaba en 2005 unos 135 millones de €, en 2012 sale por 582,8. Ha multiplicado por más de 4 sus gastos, pero no así su número de habitantes ni de empresas, sino sólo su tamaño y su coste. Los años en que la ciudad se ha depositado en manos de especuladores han provocado este temible efecto. La ciudad ha crecido sin sentido en los exteriores para que las arcas municipales se llenen antes que si hubiese repoblado el Centro, un dinero en manos de dementes que sólo han conseguido engrosar las deudas sin que tampoco la ciudad esté más limpia, más sana o haya avanzado en algún parámetro de habitabilidad. Los malagueños hemos asistido impasibles a una quema de billetes en la majaronada del 2016, que metió dinero a unos pocos en el bolsillo, o en el aumento de organismos municipales, o en la busca desaforada de museos del engaño aristocrático. Ante todos estos datos, los Heredias’ Team han optado por una buena peleíta que reste mayor credibilidad a su opción política, si es que tuvo alguna en algún momento desconocido, y que vuelve a dejar al ayuntamiento sin oposición efectiva para que siga cultivando esta ruina de origen fenicio y con posible final en manos de algún banco suizo.

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