Camilo José Cela dijo allá por los años 50 que una de las grandes vergüenzas de España era la existencia de lobos, ya exterminados en el resto de la Europa civilizada. Quizás siempre haya sido esa una de las grandes vergüenzas de la sociedad española, no la del casi exterminio de los lobos, que también, sino la de no haber tenido nunca perspectivas de futuro suficientes como para saber mirar más allá de una situación inmediata. Una mezcla de incultura y de iluminismo contra la razón que de un modo u otro ha prevalecido en nuestras diferentes etapas históricas, incluso en aquellas en las que gran parte de la ciudadanía hubiese afirmado que era o es progresista, y a palos si hace falta. La Junta de Andalucía, por ejemplo, lleva a gala su actitud de defensa de unos ciertos valores frente a los malos de más allá de Despeñaperros. Así desde que la Junta es Junta, los distintos gobiernos han aumentado el número de escuelas e institutos, lo que ha supuesto uno de los signos de avance social innegable de Andalucía y de España, país que se definía porque sus calles siempre y a todas horas estaban llenas de niños aunque Cela sólo se fijara en las manadas de lobos que corrían por los montes. A pesar de la expansión de los distintos centros públicos educativos, la política general de la Junta -aquí a ningún otro se puede echar la culpa- respecto a la enseñanza de idiomas se ejemplifica en la colas tercermundistas o semisoviéticas de la Escuela Oficial de Idiomas (EOI) de Málaga en cada período de matrícula. Desde aquellos años 70 en que se inauguró su EOI, Málaga ha crecido y, por fortuna, el interés de los malagueños por el aprendizaje de lenguas que les abran las puertas a otras formas de pensamiento, negocios y calidad de vida, aumentó al mismo ritmo que la ciudad, pero sigue existiendo una sola EOI en Málaga que, además amplió su docencia a otros idiomas y a mayores niveles con casi las mismas infraestructuras administrativas de hace décadas. El resultado de todo este disparate de difícil justificación se resume en las enormes listas de aspirantes rechazados, junto a las filas por la calle de admitidos que vienen a formalizar sus trámites, como sucedió la semana anterior.
A la Junta se le llena la boca, como si de mantecados de Estepa la tuviese repleta, de su apuesta tecnológica y es fácil oír a consejeras y consejeros de Educación hablar de 2.0 y otros términos que le dan un aire electrónico al discurso; el buen político aplica la modernidad en los hechos antes que en las palabras. Ni matrículas on-line que facilitarían la vida del usuario de cualquier nivel educativo, ni mayor dotación de personal para la EOI de Málaga, ni ampliación de sedes como ya ha sucedido con los conservatorios, por ejemplo. Las escuelas de idiomas se han convertido en los parientes pobres del organigrama educativo de la Junta de Andalucía, donde precisamente por sus características económicas, el saber idiomas articula una herramienta básica de desarrollo. No sólo la EOI de Málaga capital está maltratada e infra-desarrollada. La de Fuengirola, por poner un ejemplo cercano, no tiene sede propia y durante casi todo el curso anterior, a causa de un demente reglamento administrativo de la Junta, ni siquiera dispuso de personal de oficina. Si la Junta no ve en la Costa el lugar donde construir escuelas de idiomas con dotaciones apropiadas, es que considera esta rama del aprendizaje como un lujo. El ciudadano comprende, entonces, que en Málaga exista una sola EOI con casi las mismas instalaciones y recursos burocráticos de hace 40 años, mientras el administrado recibe en casa o en su trabajo decenas de kilos de publicaciones de autoalabanza de esta misma Junta que niega a gran parte de la población un elemento capital para el acceso a otras posibilidades laborales o personales. Los lobos fueron casi exterminados y quedaron las ratas y los niños en la calle por culpa de esa miopía política crónica que con tanta suavidad se desliza por décadas y sistemas de gobierno.