Demasiado fácil, demasiado dañino

3 Sep

Las 8000 hectáreas de terreno quemadas en Málaga tardarán décadas en recuperarse. Alegraba el día un simple paseo por las carreteras que unen Coín y Alhaurín el Grande con la costa de Mijas y Marbella; aquella masa forestal representaba uno de los elementos más atractivos para que muchísimos visitantes extranjeros se convirtieran en residentes y decidieran plantar aquí unas raíces ahora tan quemadas como esa tierra que cobijaba un pulmón tan significativo para nuestra provincia. Ahora sólo queda llorar con lágrimas de ceniza la pérdida de tanta vida, como ayer escribió en este periódico su director, Juande Mellado. Este incendio nos ha robado a todos los malagueños grandes porciones de riqueza, futuro y salud; a la vez, hay que sumar la pérdida irreparable de personas fallecidas junto con la ruina de muchas familias. Y lo peor está por llegar para esos pequeños establecimientos hoteleros que encontraron en el lujo de estas sierras verdes, un argumento con el que llenar sus habitaciones o las mesas de sus restaurantes. Ahora siento el privilegio de haber conocido esos bosquecillos y esa zona tan bella de la provincia de Málaga por donde el simple paseo, incluso sin bajar del coche, ya digo que daba luz al ánimo. Muerte y miseria son ahora las semillas que el viento esparce por aquellas quebradas. El presidente José A. Griñán indicó que parecía un incendio provocado, dato en el que insiste el Vicepresidente Valderas. El ser humano ante la adversidad busca una causa que la explique; es nuestro mecanismo psíquico de defensa frente al dolor que inflige el absurdo. Ante el asesino psicópata, la víctima reiterará su falta de culpa. Nadie con juicio mental sano puede pensar que existan individuos que hacen daño porque sí, sin ningún motivo, sin ninguna animadversión incluso. Si se confirmara la intencionalidad de esta catástrofe, ya sabemos que alguien que pretende nuestro exterminio se domicilia entre nosotros. Ojalá se vea frente a un juez pronto; las muertes ocasionadas no pueden quedar impunes y, además, ya circula todo tipo de rumores por aquellos pueblos que añadirán frustración al luto.

Que un bosque arda es algo demasiado fácil, demasiado dañino y, según parece, demasiado barato para el criminal. Los fuegos que han asolado Canarias o este que ha traído la ruina a Málaga así lo demuestran. La semana anterior se descubrió que dos menores se divertían quemando bosques en Cataluña; el incendio de Alicante o el de hace unos años en Mijas se iniciaron por averías mecánicas en coches. Cuando no aparece una cortadora radial como fuente del incendio, figura una barbacoa, una colilla mal apagada, las chispas al paso del tren u otros elementos que se confabulan para que la ya pobre masa forestal española se convierta en paisaje desértico, con fallecidos humanos al fondo como ya ocurrió en Guadalajara o ahora en Mijas. Los incendios forestales deben tener la misma categoría penal que el asesinato puesto que atentan contra la existencia de la humanidad. Sea por venganza, negligencia, maldad o estupidez el hombre encarna la plaga del bosque en España y el virus más efectivo contra la bio-diversidad de la flora y fauna españolas. El viernes a medio día, un ave rapaz grande volaba en círculo a pocos metros sobre el Puente de las Américas; no sé si se habría desorientado huyendo del incendio, o su aparición por la ciudad era sólo un recordatorio de que la vida se extiende más allá del mínimo y sucio hábitat que nos hemos construido. Es imposible la total eficacia en la lucha contra este exterminio que articulan los incendios forestales, y no se puede prever toda la casuística que concluye en la devastación del fuego. Sólo hay que aguardar un día de viento y que opere la maldad que habita en el ser humano. Ya sabemos que el código penal no se puede modificar a golpe de acontecimiento pero hemos sufrido ya lo suficiente como para que los legisladores consigan que quien queme el bosque pague como criminal que es contra la humanidad.

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