Monólogo del día 26

26 Dic

Ya hemos pasado las pruebas iniciales. Los primeros ataques al colesterol, al hígado y a la glucosa. La cartera también se ha llevado lo suyo y aún estamos en mitad de la guerra porque esto no ha hecho más que empezar. Las navidades cansan, al menos a mí, o al menos aquí en el sur, por lo largas y lo desordenadas que son. En mi calendario personal, que me consta ha coincidido con muchos calendarios personales, las primeras escaramuzas se fijaron en torno al día 16 de este diciembre. Cenas de esas de las que están las sepulturas llenas con amigos a los que no veremos en estos días; no por los enormes ciegos que paradójicos se prevén, sino porque marchan a otras tierras y aquí no se perdona ni una sola ocasión de brindar por algo. Tras estos avisos con gorrito rojo y declaraciones de amistad y cariño y juramentos solemnes por la mañanas de que esas habían sido las últimas copas de estas navidades, arrecian las comidas con compañeros de trabajo e, incluso, he sabido de comidas con compañeros de desempleo. Los complementos circunstanciales no pueden amargarnos el verbo vivir. Fuera primeras marcas, chacinas con menos pedigrí en los platos y cerveza toda la noche, también a la hora de los espiritosos, mezclada con chupitos de tequila barato provoca el mismo efecto que cinco güisquis, estas son las claves. Porque se trata de almibarar un poco este fin de año al que se le fue la mano con tanta amargura ambiental. Hasta al Rey de España se le atragantó un pavo. Veremos si no lo tiene que escupir. A nadie han respetado estos doce meses que ya se diluyen. También están quienes recibieron su premio de fin de diciembre. Entre los amigos sé que no ha tocado la lotería porque aún conservo a todos; pero para gordo navideño el de las y los ministrables. Me pasé todo el día nervioso comprobando la cobertura del móvil y la línea del fijo, pero nada. Decepción por la tarde cuando no oí mis apellidos en la lista de Mariano. Tan gallego él, no soltó prenda hasta que casi estuvo ante las cámaras. No digo ni que sí ni que no, respondió enigmático a cuantos lo llamaron en esas horas previas al desenlace. En fin, tampoco me llegó la consolación de las Secretarías de Estado. Sé que ningún amigo ha sido agraciado con estos premios, porque aún me hablan todos.

En Estados Unidos existe un almacén que permanece todo el año abierto para que la parafernalia navideña pueda ser adquirida en cualquier época del año. Y allí la decoración festiva de una casa puede necesitar una central eléctrica de complemento. Sin embargo, hasta esa sociedad donde los festejos a Santa son tan señalados sufre menos liturgias que la nuestra; al menos que la nuestra malagueña, o al menos liturgias de cenas y copas hasta que algún órgano interno reviente. Y por si estas fechas no fuesen de por sí complejas, también conozco el caso del que comete la torpeza de arrastrar familia y amante a la antigua usanza hasta estos días. Ante la llegada del día 20, más o menos, al sujeto le quedan dos alternativas, esto es, o bien monta una pelea con el o la otra por el más mínimo motivo y así evita tener que realizar o contestar llamadas incómodas en momentos clave, unido a la dificultades para escapar de casa rodeado de familia, o bien dinamita las navidades en el propio hogar, cosa que jamás le perdonaría ni su propia madre y luego generaría una grave factura en el psicólogo de los niños. De ahí la frecuencia con que uno descubre en la barra de los bares corazones solitarios tocados por gorritos y ojos acuosos, y aquí el infortunio no hace distinción de sexos. Pero bueno, hoy estamos ya a 26; aún queda el regreso de amigos y familiares lo que obligará a encuentros que en nuestra cultura se materializan frente a comida y bebida. Y queda la compra de regalos para Reyes además de los que se entregaron ayer por Santa Claus, que ya tenemos dos tradiciones sumadas, como árbol y belén, uvas y sorbitos de champán, o misas y bragas rojas. Ya digo, la navidad comenzó el 17 de diciembre y acabará con serias dificultades.

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