Hace algunos años, leí el libro “El poder de la estupidez”, de Giancarlo Livraghi, filósofo italiano dedicado al estudio de la cultura y la comunicación. Hoy lo he rescatado de la estantería porque he querido refrescar algunas ideas para ver si puedo comprender algunos hechos recientes: la postura de los negacionistas ante un pandemia que se ha llevado más de un millón de personas, la estupidez y la irresponsabilidad de quienes siguen organizando fiestas multitudinarias, el rechazo a vacunarse de una notable parte de la población, los más de 70 millones de votantes de Trump y el 70% de seguidores que apoyan su postura de rechazar los resultados de las elecciones, la moción de censura de la ultraderecha al gobierno de España, las actitudes de algunos partidos de la oposición ante la votación de presupuestos, la incapacidad de los políticos para alcanzar un pacto social por la educación… Y muchos otros comportamientos de quienes alardeamos de ser racionales.
El primer capítulo del libro se titula “El problema de la estupidez”. Y comienza así: “La estupidez es un problema feo. Siempre me ha fascinado la estupidez del ser humano. La mía propia por descontado; pero también todas aquellas actitudes necias y errores detestables que echan a perder tantas horas de nuestra vida cotidiana, generando no poca angustia”.
Existen, qué duda cabe, la perversidad intencionada, la megalomanía, el egoísmo, el abuso de poder, la astucia, la avaricia, el deseo de dominar, el orgullo… Pero la historia y el presente nos llevan a concluir que la mayor parte de los errores son fruto de la pura y simple estupidez.
Imagino que el lector ha oído hablar alguna vez o ha leído algo sobre el principio de Hanlon, también conocido como la Navaja de Hanlon: “No atribuyas nunca a la maldad lo que puede ser explicado sencillamente por la estupidez”. Concepto básico que confirma Robert Heinlein en una afirmación aun más simple: ”No subestimes nunca el poder de la estupidez humana”. Es mucho peor ser estúpido que ser malvado, porque los estúpidos no descansan, le oí decir a mi querido Manuel Alcántara.
La estupidez podría definirse como lo contrario a la inteligencia. En 1866, el filósofo Johann Erdmanndefinió la “forma nuclear de la estupidez”. Dice que se refiere a la estrechez de miras. De ahí la palabra mentecato, privado de mente. Estúpido es el que sólo tiene en cuenta un punto de vista: el suyo. Cuanto más se multipliquen los puntos de vista, menor será la estupidez y mayor la inteligencia. Por eso los griegos inventaron la palabra idiota: el que considera todo desde su óptica personal. Juzga cualquier cosa como si su minúscula visión del mundo fuera universal, la única defendible, válida e indiscutible.
De entre los diversos ensayos dedicados a la estupidez hay uno de lo más interesante que además puede resultar divertido debido a su estilo irónico y burlón, aunque conviene tomar muy en serio. Me refiero a The Basic Laws of human Stupidity, escrito por Carlo M. Cipolla, profesor emérito de Historia Económica en la Universidad de Berkeley. Dice Cipolla que la necedad “es independiente de cualquier otra característica de una persona”. En otras palabras, que toda la humanidad puede participar de la estupidez. La ley tercera (de oro) dice: “Una persona estúpida es aquella que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”.
La estupidez no tiene que ver con la cantidad de conocimientos que se posee. Es más, hay quien piensa que la estupidez es un vicio propio de los intelectuales. Lo dice de forma clarividente Fernando Savater que habla de la estupidez como un vicio endémico del intelectual. Habla de la estupidez como “la enfermedad profesional del intelectual, como lo es la silicosis para el minero
En la obra de Livraghi podrá encontrar el lector o la lectora algunas capítulos de especial interés como La estupidez de la guerra, La estupidez del poder (que tiene su contrapartida en el poder de la estupidez), La estupidez de la burocracia, La estupidez e las tecnologías, La estupidez de la prisa…
Merece la pena que resalte los tres corolarios que el autor plantea en uno de los capítulos. Reproduzco literalmente el enunciado, sin hacer ningún comentario, dado el espacio de que dispongo.
Primer corolario: En cada uno de nosotros reside un factor de estupidez que es siempre mayor de lo que creemos.
Segundo corolario: Cuando la estupidez de una persona se combina con la estupidez ajena, el impacto crece de forma geométrica; esto es, por la multiplicación, no por la adición, de los factores de estupidez individuales.
Tercer corolario: Combinar la inteligencia de distintas personases es más difícil que combinar la estupidez.
Gracián recuerda que son tontos todos lo que lo parecen, y la mitad de los que no lo parecen y efectúa una clasificación de los monstruos de la necedad: “Sonlo, dice, todos los desvanecidos, presuntuosos, porfiados, caprichosos, persuadidos, extravagantes, figureros, graciosos, noveleros, paradojos, sectarios y todo género de hombres destemplados, monstruos todos de la impertinencia”.
En su “Diccionario razonado de vicios, pecados y enfermedades morales”, Jorge Vigil Rubio diferencia la estupidez moral de la estupidez cognitiva. Dice: “En el estúpido moral concurren una inteligencia o formación generalmente moderadas –por lo que no rara vez se solapa con la estupidez cognitiva- , una actitud de autoafirmación y una posición sectaria”.
La cruzada contra la estupidez está perdida de antemano. Decía Albert Camus enLa peste que “la estupidez siempre insiste”.
Deberíamos formular cada cierto tiempo, como hacía el escritor Giovanni Papini, la pregunta fundamental para acabar de una vez con la estupidez (al menos funcional): ¿soy un imbécil?Dice Papini: “¿Y si estuviese equivocado? ¿Si fuese uno de aquellos necios que toman las sugerencias por inspiraciones, los deseos por hechos? […] Sé que soy un imbécil, advierto que soy un idiota, y esto me diferencia de los idiotas absolutos y satisfechos”.
Es probable que nos hayamos sorprendido a nosotros mismos diciendo: Pero, ¿por qué soy tan estúpido? Sin embargo no aceptamos de buen grado que nos califiquen así los demás.
En una acalorada discusión, le dice un interlocutor al otro:
– Me parece que estoy discutiendo con un estúpido.
El interpelado, sin pensarlo dos veces, le responde con una evidente agresividad:
– Tú sí que estás discutiendo con un estúpido.
Ante las razones epidémicas de la estupidez y para desactivarla preventivamente allí donde anida –en la falta de autoconsciencia- vale la pena seguir el consejo de Fernando Savater: “Cada cual debe hacerse chequeos periódicos a sí mismo para descubrir a tiempo la incubación de la estupidez. Los síntomas más frecuentes son: a) espíritu de seriedad, b) sentirse poseído por una alta misión, c) miedos a los demás, unidos a un loco afán de gustar a todos, d) impaciencia ante la realidad (cuyas deficiencias son vistas como ofensas personales o parte de una conspiración contra nosotros), e) mayor respeto a los títulos académicos que a la sensatez o la fuerza racional de los argumentos, f) olvido de los límites (de la acción, de la razón, de la discusión), y g) tendencia al vértigo intoxicador”.
Permítame quien me lee formular un breve consejo para cerrar estas rreflexiones. Lo tomo prestado de Ethel Barrymore: “Uno crece el día en que por primera vez se ríe de sí mismo”.
De periódica lectura obligatoria. Que esclarecedor me ha resultado sobre mí
Estimdo David:
No sé si has terminado tu comentario yacque no aparece un punto final.
Dices, en la brevedad de tu texto, que el artículo ha sido esclarecedor para ti.
Pues me alegro.
Saludos y gracias.
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Querido Maestro!
Hoy voy a transcribir un texto que me ha hecho reflexionar sobre los cimientos de tanta estupidez humana y junto con su comentario me han puesto en el lugar donde debo estar.
Dice así:
«Me gustaría poder hablar con la niña que fui para explicarme todo lo que no entendí entonces, abrirme los ojos a las creencias erróneas , rellenar mis carencias de afectos, mostrarme las diferencias entre lo importante y lo accesorio; infundirme la certeza de que a pesar de los días malos, las malas decisiones o algún fracaso, mi futuro seguía dependiendo de mi y no de mi entorno ni de mis circunstancias; y hacerme saber que aún guardaba mucha fuerza para superar todos los obstáculos.
Eliminaría de mi infancia el mensaje manido que » hay que ser valiente » y me diría que es mejor ser terrenal que divino, que el miedo nunca se gasta porque en la vida siempre hay algo nuevo que temer, pero que sirve para sentirse alerta, para no abandonarse a la desidia, para perseguir algo más grande y para crecer, me animaría a confiar en mi misma, a arriesgar y a equivocarme con la intención de progresar; y me mostraría que el proceso es lento, que el esfuerzo es satisfactorio y que cuando se busca reconocimiento ha de ser el propio no el de otros; otras veces me animaría a decir «ayúdame», a buscar el favor ajeno que nos invita a aceptar que no somos perfectos y que nos hace humildes.
Buscaría heridas de lealtad, decepciones por apegos, aflicciones y desánimos y me diría que no tiene sentido esperarlo todo de los demás sin exigirse a uno mismo.
No intentaría convencerme de que «hay que ser feliz » ni de que todo tiene que ir bien pero me haría comprender que para ser feliz es necesario fluir con las desdichas, que llorar es maravilloso y que no solo llorando se desagua el dolor, sino también destilando de cada adversidad una sustancia llamada aprendizaje.
Hoy miro desde los ojos de la niña que ha crecido y no me soy desconocida porque he buscado en mis orígenes y comprendo que mis motivaciones justifican mi conducta.
Hoy se que no debo juzgarme ni perseguir ser perfecta pero que todo se vuelve perfecto cuando entendemos que la vida no se queda quieta, que todo cambia y de todo aprendemos y que lo que nos ata a la felicidad son los abrazos y los besos..
Hay que abrazar a la vida con sus vaivenes, a los demás con sus defectos y a uno mismo con lo bueno, con lo malo y con los miedos».
Así fui, y así soy en este momento.
Que la semana os sea leve.
Un fuerte y cordial abrazo para todos.
Querida Loly:
Esta semana has abierto tú la puerta de los comentarios con este texto tan sugerente. No sé quién es la autora o el autor del mismo.
Y me gustaría saberlo, porque está lleno de sabiduría.
Es un antídoto contra la estupidez.
Gracias por compartirlo.
Besos y feliz fin de semana y feliz nueva semana. Y feliz vida.
Es un placer contar contigo cada semana.
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Muy buenas Maestro!
Debo confesar con alegría que cada día te admiro más y no como consecuencia del cariño.
Espectacular artículo, Felicidades!!!
He disfrutado mucho, como cochinillo en barro. Mi admiración es doble
Querer comprender la estupidez!!
Sé que eres optimista por naturaleza y convicción pero cada día me sorprendes más, señor MAS.
Espero y deseo a diario, no aprender que es la estupidez mirándome al espejo…y aunque aprendo, seguiré mirandolo hasta ver cada vez menos. Contigo voy consiguiendolo.
No conocía a Hanlon ni al señor de Berkeley, que dicen que era….la leche.
Que buena biblioteca tienes, la neuronal y la que custodian los buhos, es admirable.
Hoy un redoble de Gracias por la masterd class sobre la estupidez. Lo compartiré a mi alrededor con el convencimiento que alguno se va a llevar más de una sorpresa y cumplirá el oráculo de Delfos.
Un abrazo desde la alegría,el agradecimiento y la admiración de un amigo hermano, discípulo.
Besotes de Gema, también para Carla y Lourdes.
Querido Miguel:
Muchas gracias por tus palabras que solo se pueden explicar desde la condición de amigo que eres.
Los elogios son fruto de la bondad y del afecto y no tanto de los méritos.
Los cientos de búhos me miran desde las estanterías recordándome que hay muchas cosas que todavía no sé.
Este asunto de la estupidez es de gran calado.
Hay un capítulo del libro de Livraghi que se titula La estupidez no es inocua. Defiende la tesis de que la estupidez es un fenómeno peligroso y grave.
Cita a Ennio Faiano: «La estupidez ha avanzado mucho. Es un sol tan brillante que ya no podemos mirar directamente a él. Gracias a los medios de comunicaci+on ya no es lo que era, lo alimentan otros mitos, se vende extraordinariamente bien y está expandiendo su terrible poder».
Un gran abrazo sabatino.
Con intercambio de abrazos entre nosotros y de nuestras chicas.
Y gracias por estar ahí, siempre con una sonrisa.
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Querido Miguel Ángel, después de leer tu condimente artículo no puedo por más que decir que este estúpido trata humildemente de indicar algunas estupideces de otros. Siempre es más agradable que hablar de las propias.
No es estúpido que el ser humano arregle a bombazos lo que se puede arreglar dialogando?
No es estúpido que se haya sacado la nueva ley Celaá de educación y la oposición ya haya dicho que en cuanto suba al poder la abolirá? No hubiera sido lo cuerdo colaborar en hacerla conjuntamente?
No es estúpido negar el negociar con Bildu cuando está en el Parlamento con los mismos derechos y obligaciones que los demás?
No es estúpido decir: abandona la violencia y ven al Parlamento a defender tus ideas y cuando vas al Parlamento te niegan todo?
No es estúpido que todos los políticos digan que quieren el bienestar de los ciudadanos y se pasen las sesiones parlamentarias a la greña en lugar de estar buscando la mejor manera de aportar ese bienestar?
Si en la vida normal todos tenemos nuestra mochila de estupidez, en la política llevan alforjas.
Estupidez superlativa es opinar sobre lo que no tenemos datos: las elecciones han sido amañadas, sin dato ninguno, o decir que eres indeseable porque eres negro, o gordo, o flaco, es decir, porque no eres como yo quiero que sean las cosas.
Bueno, se despide este estúpido que cree que en adelante vamos a ser menos estúpidos.
Un abrazo, Miguel Ángel, y gracias por tus estupendas reflexiones semanales.
Querido Joaquín:
Me parecen muy acertadas las preguntas que haces. Y en su respuesta afirmativa.
En el libro que he citado (El poder de la estupidez) hay un capítulo titulado: ¿Va en aumento la estupidez? La opinión del autor es esta, en resumen: «No estamos volviéndonos más (o menos) estúpidos, pero el poder de la estupidez va creciendo».
Y hay un modo de verlo (esto lo añado yo) que es las muchas veces en que se actúa desde el poder, desde los medios de comunicación, desde las redes, pensando que la mayoría somos estúpidos.
El Consejero de Educación de Andalucía dice que esta ley está fracasada porque no ha tenido apoyo de la derecha, pero nunca dijo que la ley Wertz no tuvo ni un solo voto mas que los suyos. Ni uno solo.
Hablaré de la ley en algún momento.
Un gran abrazo, querido amigo.
Y gracias por estar ahí cada sábado. Es una suerte para mí y para los lectores y lectoras.
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Interesante artículo. Se trata de una cuestión en la que nunca había pensado forma intensa y sistemática.
Yo creo que todos tenemos una parte de estupidez en nuestros comportamientos. Muchas veces obramos sin que nos guíe la razón. ¿Quién nos guía entonces? Pues nos guían las supersticiones, las religiones, los medios de comunicación, los instintos… Nos comportamos como estúpidos, es decir, como seres sin uno de razón.
Sería muy necesario reflexionar sobre nuestros comportamientos en lugar de dedicarnos llamar estúpidos a los demás.
Saludos.
Querida Raquel:
Me ha gustado esa interpelación a la propia estupidez. Porque es una forma de conseguir que acabemos con los comportamientos estúpidos. Solo desde el reconocimiento de apropia estupidez podremos evitarla. Si pensamos que solo los demás son estúpidos nada podrá cambiar porque nosotros no podemos obligar a los demás a dejar de serlo.
Claro que podemos ayudar a reflexionar,a comprender, a cuestionar, pero solo el interesado puede cambiar. Una persona sola puede llevar un caballo a Lafuente,pero no entre veinte pueden obligarle a beber. Solo vas beber si él quiere hacerlo.
Me parece que el tema está cargado de interés. Para cada uno y para la sociedad.
Hay muchos comportamientos estúpidos que, de ser evitados, harían la vida mucho más fácil y mucho más justa.
Besos y gracias por participar en el blog.
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¿POR QUÉ HACEMOS TANTAS COSAS ESTÚPIDAS?
Lo malo es que muchas afectan a los demás. Porque, si los efectos de la estupidez se quedaran en cada uno de los que actúan como imbéciles, no tendríamos que padecer los demás las consecuencias.
Estimada María Teresa:
En efecto.Lo malo de la estupidez es que los demás tienen que pagar las consecuencias de la estulticia.
El problema se agrava cuando quienes actúan como imbéciles son quienes gobiernan a los pueblos.
En primer lugar, porque las consecuencias nefastas nos afectan a todos y a todas. En segundo lugar porque se propone esa forma de actuar como un modelo de comportamiento.
Hay que exigir argumentos, razones, lógica, explicaciones a quienes gobiernan.
El colmo de la estupidez es la guerra. ¿Cómo se puede llegar a pensar que tiene razón quien causa más número de muertos y de destrucción al adversario? ¿No sería más razonable jugarse lo que se dirime en la contienda a una parida de ajedrez?- ¿O echarlo a cara o cruz? Todos los muertos de las guerras son víctimas de la estupidez humana.
Besos y gracias.
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Hola a todo el mundo,
Interesante artículo. Da mucho que pensar. Al hilo de la contertuliana Sra. o Srta. Doña Raquel Cava -gracias-, y según mi ilustre teoría todo el porqué de la estupidez humana es un asunto antropológico. Un fallo de la evolución. Claro, tal vez para entender bien a Doña Raquel Cava o a mi mismo habría que leer a Schopenhauer en “el amor” y un poco también en “las mujeres”, o más fácil, leer “amor o enamoramiento” del difunto Don Eduardo Punset.
Sigo, eso, que la continuidad y conservación de la especie humana nos ha hecho como somos. Hemos estado más de un millón de años en un mundo hostil, y seguimos en él. Donde se apareaba con la mejor hembra (por igualdad de género), o con el mejor macho, el/la más astuto/a, no el más fuerte. Así les fue a los neardentales, se extinguieron hace 40.000 años, eran fuertes, pero eran buenos, eran inocentes. El homo sapiens se adaptó mejor al medio, aprendió a engañar, a aparentar, a fingir, aprendió la astucia y en contraposición, contrapeso, más de lo mismo que es también la idiotez.
En otro orden, si observan, en el reino animal no existe el estúpido, o existe en menor medida, también hay fallos antropológicos. Un animal normalmente no acapara más de lo que necesita. Sin embargo, pongamos la excepción del lobo, por qué mata a todo un rebaño de borregos, evidentemente es una tara antropológica, posiblemente la razón esté en una época inmemorial de su especie donde pasó mucho hambre, e intentaba acaparar. Posiblemente la universal idea acaparadora del ser humano (idiotez suprema del ser humano) sea esa, la tremenda hostilidad y hambruna durante su evolución; como que es algo que escapa a nuestra voluntad viene a decir, como ya dije más arriba, Schopenhauer. Claro, evidentemente esa fuerza o manía en algo que nos sale de dentro queda a merced de la voluntad de cada cual. Ahí ya entraríamos en filosofías sobre qué puede depender de nosotros mismos.
En otro orden de cosas, solo se me ocurre constatar mis debilidades en la búsqueda de los porqués de mis idioteces. Ad exemplun, el otro día se me perdió en medio del campo una navajilla pequeña que vale dos euros y estuve buscándola toda la mañana, con resultado negativo, y para colmo la echo de menos en todo momento; a mediodía de ese mismo día, fui a recoger el coche del mecánico, que es mi amigo y que me cobra poco, y ante la factura de mano de obra que me emitió, por ridícula, le di una propina de 150 euros. Me lo expliquen por favor…..
En otro orden de cosas, mi última estupidez razonatoria, el mundo ovino en su género masculino adulto, va creciendo a pasos agigantados, suplantará al ser humano muy pronto, tiempo al tiempo.
Que tengan buena noche.
Estimado Don Quintiliano:
Muchas gracias por asomarte a esta plaza común. Siempre me alegra ver tu nombre (real o supuesto) porque sé que detrás de él vendrá un comentario jugoso. Este es el caso.
Que Raquel Cava te responda, si lo tiene a bien.
Decía Malcom Forbes: «La gente más tonta que conozco es la que lo sabe todo». Ya sabes que el filosofo Nicolás de Cusa hablaba de la docta ignorancia.
Tú buscas la navaja no porque valga dos euros sino porque es un objeto que aprecias y das una propina de 150 euros no porque seas tonto sino porque eres generoso.
No tengo muy claro por qué se produce ese incremento ovino masculino y, menos aún, por qué nos va a sustituir en un futuro que atisba en el horizonte.
Llaman a la puerta.
Viene agua. Menos riego. Y yo que me alegro.
Saludos y gracias.
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Vaya, menudo burro estoy hecho. Por más paja y algarrobas que me echaran seguiría escribiendo echo de echar con hache, y hecho de hacer o estar hecho sin hache. Perdón.
Estimado Don Quintiliano:
Todos cometemos errores. Son fruto de la condición humana.Errare humanum est.
Además, otros no se dan cuenta de que los comenten.
Saludos.
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Hay dos miradas interesantes en el artículo:
a. La estupidez de los demás.
b. La propia estupidez.
Contra la estupidez de los demás solo tenemos que protegernos. Es decir, que no nos haga daño, siempre que sea posible.
Y, sobre la propia estupidez, lo que tenemos que hacer es evitarla, siempre que sea posible porque nos hace daño y hace daño los demás.
Saludos y gracias
Querida Mariana:
Estamos más propensos a ver la estupidez delos demás y a llamar estúpido medio mundo. Somos más reacios a ver en nosotros la estupidez. Claro que si cada uno la evitase, desaparecería del mundo.
Uno de los ámbitos en los que aparece más claramente la estupidez es en la eliminación de los nexos causales. Cuántas veces se utilizan estos nexos sin rigor alguno. Pienso, por ejemplo, en las supersticiones. ¿Cómo se puede pensar que ocurra algo malo porque es martes y 13?
Es bueno hacer análisis rigurosos de la realidad.
Besos y gracias.
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Le he oído decir en una conferencia que no hay nada más estúpido que lanzarse con la mayor eficacia en la dirección equivocada.
Yo creo que es verdad, el problema consiste en descubrir cuándo estamos en la dirección equivocada.
Estimado Juan:
Creo que la solución está en interrogarse, en poner en tela de juicio lo que hacemos, en dudar de si estará bien o estará mal.Desde la seguridad, seguiremos repitiendo lo que hacemos.
En segundo lugar, ante la pregunta, tendremos que buscar respuestas rigurosas y no basar la respuesta en suposiciones, aproximaciones o intuiciones.Porque será fácil engañarnos.
Y, en tercer lugar, si se descubren equivocaciones, tratar de rectificar.
Un cordial saludo y gracias por participar.
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Apreciado Dr Santos, comentaristas y lectores, saludos
Leí el artículo con detenimiento y justo quien lo iba a decir. Hoy por la mañana una circunstancia que me dejo perpleja y me causo mucha tristeza, queda como anillo al dedo a su artículo y a sus estupendos análisis. El caso es que me dio tanto pesar que… prefiero omitir y se lo compartí mejor por correo, cuando lea entenderá la razón.
Gracias por sus valiosos aportes Dr
Querida Lourdes:
Gracias por estar aquí de nuevo desde México.
En efecto, he leído el correo que me has enviado y te he dado mi opinión al respecto.
Espero que e sirva como pauta de actuación, aunque eres tú quien conoce mejor la realidad de la que me hablas.
Un cordial saludo.
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Querido Miguel Ángel.
Tú que puedes, intenta corregir tu último comentario. No es por el vocablo en sí, sino porque no era lo que pretendías decir.
Un abrazo. Te vuelvo a leer mañana. Ya ves que aunque no comente leo…
Querido Juan Carlos:
Ya veo que estás más que al día.
¡Lo que son las erratas!
¡Lo que cambia una letra, un acento o una coma!
Mañana espero tu comentario porque ese sí que es tema que te atañe y del que sabes.