Es proverbial en mi familia una anécdota que tuvo lugar hace años. Un sobrino de corta edad fue invitado a comer a la casa de un amigo. Estaban sentados a la mesa los miembros de la familia, entre ellos varios niños, hijos del matrimonio, y su pequeño invitado. Cuando se sirvió una fuente con tajadas de pollo, el padre de familia dijo de forma rápida e imperativa:
– ¡Yo muslo!
Nadie discutió la decisión. El padre se sirvió en primer lugar la tajada que había elegido. Al parecer, esa era la costumbre. Mi sobrino volvió a casa escandalizado. ¿Cómo era posible que el padre exigiese la mejor tajada? ¿Cómo podía suceder que los niños no eligiesen primero? Acostumbrado a ver a su padre conformarse con lo que nadie quería, habituado a ver en su casa que los hijos elegían en primer lugar y después lo hacían los padres, no daba crédito a lo que había visto y oído. Aquel hombre le pareció un padre desnaturalizado.
La expresión se convirtió en un lema que criticaba el autoritarismo de algunos padres, el abuso de poder de los adultos, el egoísmo de la gente. “Lo mejor y lo primero, para mí, compañero”, es el lema del egoísta.
El aforismo castellano de “cuando seas padre comerás huevos” se había transformado en la casa de mi sobrino en una antigualla. Y los hijos sabían que ellos tenían prioridad cuando había que repartir. No es que ellos lo exigieran. Era lo que se solía hacer y lo veían natural. Por eso lo llamativo de la imposición paterna de la que fue testigo mi sobrino.
Todo lo que decimos y hacemos los adultos es, al parecer, por el bien de los hijos y de los alumnos. Pero solo los adultos decidimos qué es su bien. Y, en ocasiones, su bien casualmente coincide con nuestra tranquilidad o con nuestro egoísmo. Lo dijo Perich de forma magistral: La educación es un asunto de mucha paciencia, sobre todo por parte de los niños.
¿Quién no ha oído como niño y pronunciado como adulto alguna de estas frases?
– Cállate, que están hablando los mayores
– Cambia de canal, que quiero ver el partido
– Come eso y cállate
– Vete a ver la tele y déjame en paz
– Porque lo he dicho yo y punto
– No me repliques
– He dicho que no y es que no
– Ahora mismo te vas a la cama
– No vuelvas a decir eso
– No te he dado permiso para hablar
– No te levantes de la mesa sin permiso
– Deja eso y ponte a estudiar
– El domingo no sales
– Te voy a dar una torta que te vas a enterar
– Te pones esos pantalones y no se habla más
– A esa excursión no vas
– Ese amigo no me gusta para ti
– He leído tu diario y me vas a tener que explicar algunas cosas
– Mi deber es controlarte
“Vete a ver lo que hace el niño y prohíbeselo”, decía el padre a su esposa con voz destemplada. Hay quien todavía es partidario del cachete o del pellizco, e incluso de la zapatilla o del cinturón. Pero hay que decir tajantemente que el fin no justifica los medios. No me gustan las bromas al respecto. Me molesta oír a los adultos decir que un cachete dado a tiempo soluciona los problemas y es una lección que no se olvida. Pues no. Lo que aprende el niño golpeado es odio y desamor.
Yo no digo que los niños se tengan que convertir en los reyezuelos que dictan normas e imponen voluntades. No digo que lo mejor y lo primero ha de ser para ellos. Tienen que saber que les corresponden algunos derechos pero que también tienen obligaciones. Tienen que saber que hay otras personas en la familia que también tienen deseos, gustos y necesidades. Explica muy bien Javier Urra los riesgos de un comportamiento excesivamente complaciente que convierte a los hijos en tiranos. Lean su libro “El pequeño dictador”, que tiene un subtítulo esclarecedor: “De hijos mimados adolescentes tiranos”..
Si el padre quiere ver el telediario no puede imponer siempre el niño su voluntad de ver dibujos animados. Pero tampoco puede quedarse siempre relegado a un segundo plano por el hecho de ser niño.
No es casual que quienes escribieron los antiguos catecismos y dijeron que “hay que respetar a los mayores en edad, dignidad y gobierno” (como yo estudiaba de niño), eran casualmente los mayores en edad, dignidad y gobierno. Por cierto, ¿por qué tenían mayor dignidad? Habría que redactar el texto del siguiente tenor: “hay que respetar a todos y a todas, en especial a los menores en edad, dignidad y gobierno” Entre otras cosas porque tienen menos medios para hacerse respetar. No hay que insistir tanto en que el soldado tiene que respetar al general como en que el general tiene que respetar al soldado.
Los padres tenemos el deber de dar ejemplo a los hijos, de enseñarles a comportarse, a relacionarse, a vivir teniendo en cuenta la esencial dignidad de los seres humanos. Tenemos también que exigirles, ponerles límites, corregirles, imponerles las reglas de la convivencia solidaria.
He leído recientemente la última novela de John Boyne, autor de “El niño con el pijama de rayas” y de la también excelente “La casa del propósito especial”. Se titula “Quedaos en la trinchera y luego corred”. Tomo de ella un párrafo en el que el hijo comprueba lo generosa que ha sido con él su madre en una situación de penuria impuesta por la guerra: “Alfie (el hijo de 14 años) se preguntó si su madre había tomado la mermelada o si se la había dejado toda a él. Se levantó, fue al fregadero… Miró el cuchillo. Estaba casi limpio. Se lo acercó a la nariz. No olía a mantequilla ni tenía restos de mermelada. Si Margie (su madre) hubiera tomado, quedaría algún rastro. Se la había dejado toda a él”.
Alfie percibe en ese detalle todo el amor de su madre. La jerarquía de la familia es la del afecto, no la del poder. La jerarquía familiar se basa en el sacrificio, no en el egoísmo; en la comprensión, no en la humillación; en el servicio, no en la explotación.
Lo que digo para la familia lo digo también para la escuela. La educación no puede asentarse en los privilegios. No debería suceder que haya en las escuelas wáteres para profesorado con papel toalla y jabón (con una cerradura que impide el paso a los intrusos) y wáteres para los alumnos que carecen de todo. No debería haber en la escuela un menú de dos categorías, una de primera para el profesorado y otra peor para los alumnos.
Una niña me dijo hace tiempo con evidente tono entusiasta:
– Hoy he comido filete de profesor en la escuela.
Por lo visto se había terminado el menú infantil y le había correspondido un plato de mayor calidad. ¿Cómo pueden considerar la escuela un lugar suyo, querido, acogedor?
Creo que el peligro es aplicar la ley del péndulo. Pasar de un autoritarismo inadmisible a una permisividad dañina. O a la inversa. Por eso aconsejo la lectura del libro de José Antonio Marina titulado “La recuperación de la autoridad. Crítica de la educación permisiva y de la educación autoritaria”.
La solución es el tacto, la sensatez, la generosidad. Y, sobre todo, el amor. Porque la autoridad se gana con el ejemplo, con la paciencia y con el amor. Nadie ha dicho que educar sea siempre una tarea fácil, cómoda y placentera. El amor es exigente. Está lleno de trampas. Y nos obliga a pensar. Nos exige coherencia. Y nos impulsa a la comprensión, a la ternura y a la generosidad, Es decir, a no decir siempre de forma autoritaria: ¡el muslo es mío!
Querido Maestro!
Con gran sencillez y claridad ha narrado una experiencia que casi todos hemos vividos en nuestras propias casas.
La experiencia vivida es para mi un gran espejo donde mirarme, y así poder decidir que hacer en este momento de indecisiones.Como ha dicho el amor y el afecto son dos de los parámetros más acertado para educar a un niño.
Presencié en una ocasión una agresión a un niño,con correa incluida,y no sé si al niño se le ha olvidado,pero a mí me marco de por vida.Nunca he podido con las peleas,las discusiones, el poder sobre otros,las vejaciones, las humillaciones en una palabra la falta de afecto a los semejantes.
Eso es lo que yo saco de su comentario, por encima del egoísmo personal de algunos que los convierten en bestias indomables tenemos que salir del entuerto con paz,mucho amor.paciencia y sobre todo tiento.
Gracias por tantas lecciones de humanidad.
Sin más me despido con un cordial saludo.
Querida Loly:
Tú haces referencia a un asunto que se suele pasar por alto. Me refiero al hecho de que los testigos de la violencia (como fueste tú en el caso que cuentas) también acaban siendo víctimas. De modo que todos salen perjudicados en los casos de agresión: El verdugo que se envilece, la víctima que sufre y los testigos que sufren y aprenden.
Gracias por tu comentario.
Besos.
Miguel A. Santos
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En Educación, y sobre en las etapas iniciales, pienso que no falta generosidad ni amor a los niños… quizás nos falte tácto y sensatez…
El problema del péndulo es que se detiene en los extremos y no para por el centro.
Cuando el péndulo para es fácil de atrapar, traladado a la educación, es fácil de actuar para el profesorado, porque se dispone de tiempo para reaccionar. En cambio cuando el péndulo pasa rápidamente por el centro es más complicado de coger, trasladadado al ámbito educativo, la actuación del docente es más compleja, se dispone de menos tiempo de reacción.
Como apunta Miguel Ángel, la paciencia, en estos casos, es lo que no proporciona ese tiempo indispensable para manetener la calma y actuar con tacto, sensatez, generosidad, amor…
A veces, hay que contar hasta diez para poder actuar con prudencia…
¡Si a todos nos gusta el muslo, compremos solo muslos y no pechugas!
Saludos…
Vamos pasando de un extremo a otro. Desde la autoridad suprema a supremo dejar hacer. Buscar el punto del equilibrio, es el punto. El amor y los límites son los pilares sobre los que deben crecer los niños.
Querida AF:
Qué alegría volverte a ver por estos lares. Siempre me parecieron una riqueza tus comentarios. Creo que tienes una cabeza bien amueblada y un enorme corazón. Bienvenida.
Buena cuestión para reflexionar.
La autoridad ha conducido muchísimas veces al autoritarismo.
No me gustan los que defienden que un cachete a tiempo es una buena solución.
El cachete es una falta de respeto a los niños y tiene malas repercusiones.
Abogo, como se dice en el artículom, por la jerarquía del amor.
Saludos.
Buen tema el de la permisividad y el autoritarismo.
Se dice muchas veces que no se puede confundir libertad con libertinaje, pero menos que no se puede confundir autoridad con autoritarismo.
No podemos olvidar que los hemos traido al mundo sin su permiso y que tenemos con ellos unas obligaciones ineludibles.
Simpática y significativa historia la de la comida en la casa del amigo de tu sobrino.
Si él se sorprendió es porque no estaba acostumbrado a que las cosas fueran así esn su casa.
Lo que vemos es lo que aprendemos.
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Sí, el peligro está en la ley del péndulo. Es decir de pasar bruscamente de un comportamiento autoritario a otro excesivamente complaciente. Por eso la educación es cosa de tacto, de equilibrio, de sensatez.
El “ordeno y mando” no es bueno, pero el “haz lo que quieras” tampoco.
Creo que los adultos tenemos la obligación de darles ejemplo. Si somos egoístas y desconsiderados, acabarán siéndolo.
Saludos a todos los lectores y lectoras.
Eso de que la bofetada es un buen método no lo comparto. Porque si se autoriza a pegar, nadie puede poner el límite de cuánto y cuándo.
Jamás debería pegarse a un niño. Tiene una dignidad que lo impide.
Para pegar no hace falta pensar mucho.
Es más difícil analizar, comprender, amar y actuar.
GRACIAS POR EL ARTÍCULO.
Comparto la idea de la jerarquía más importante en educación es la del amor. Claro que el amor es exigente, generoso e inteligente.
Y, sì, hay trampas en el amor: unas están más próximas a la sobreprotección y otras al autoritarismo. Con todas ellas hay que tener cuidado.
El dorado termino medio…… ese “santo grial”… pero que dificil es muchas veces conseguir mantener el equilibrio cuando la mar esta agitada y ningun faro a la vista….yo siempre me digo ” intentare no cometer los errores que a mi juicio cometieron mis padres conmigo pero cometere otros que seran los mios” ……..como siempre disfrutando y aprendiendo con tus escritos y reflexiones……un abrazo desde Galway
Querido Aitor:
Qué alegría me has dado al leer, llegadas desde tan lejo y al mismo tiempo desde tan cerca, tus sensatas palabras sobre el artículo. Guardo un magnífico recuerdo de aquellos breves encuentros antes y después de las clases de inglés. A través de este medio te envío mo agradecimiento por la leerme y, en este caso, además, por tu comentario. Con mis mejores deseos para ti y para tu familia. Hace un par de semanas, para tu envidia, estuve impartiendo dos conferencias en Gernika. Un gran abrazo.
Miguel A. Santos
Se ha hablado en los comentarios más de los padres que de los profesores. A mí me oreocupa el carácter jerárquico de la escuela. Hay pocas cosas que puedan decidir los alumnos en ella.
La escuela es una institución que está concebida como una dictadura que como una democracia. Todo lo que se decide es para el bien de los alumnos, pero sin contar con los alumnos.
En una ocasión le oí a Tonucci decir que las escuelas eran ilegales y que habría que cerrarlas por incumplir la ley. Lo argumentaba asÍ. el artículo 12 de la ley internacional que habla de los derechos del niño dice que “deben ser consultados en todos los asuntos que les conciernes. ¿Les concierne la esuela? Sí. ¿Se les consulta algo? No.
El argumento pretende hacer ver que se le impone todo a los niños, que ellos no deciden prácticamente nada. O bien, eso que deciden les importa muy poco.
No se le puede quirar la escuela a los niños porque, para muchos, es la tabla de salvación. Pero sí se debería hacer una escuela en la que los niños fuesen protagonistas y no meros destinatarios de lo que las autoridades quieren.
¿Qué decir de las escuelas que ni siquiera tienen papel en los wateres de los niños?
Hay que insistir mucho en estas cosas. Son las más importantes. Importa adquirir conocimientos y destrezas, pero importa más adquirir valores. Y los valores se adquieren por el ejemplo.
Si no reflexionamos sobre lo que hacemos, estamos condenados a repetirlo indefinidamente.
Por eso vienen bien estos recordatorios.
Gracias.
Cuando se ha llegado a tal grado de “progreso” o “prosperidad” es muy dificil echar la mirada atrás, se prefiere seguir adelante a toda consta. Y ciértamente ese debería ser el camino hacia la utopía, pero sin peder de vista la realidad.
Leo entre mis colegas comentaristas palabras como autoridad, autoritarismo, jerarquía, permisividad, libertinaje, mando, víctimas, violencia, egoismo, dignidad, verdugos, dictadura, ilegal, condenas,… y pienso en la escuela como algo malo, peligroso, malvado, letal, vil,…
Yo veo a los niños venir alegres por las mañanas al cole, tanto a su pesar como si vienen de buen grado. Nuestra escuela dista mucho de lo que era la escuela en la que yo viví como alumno. A esa escuela sí que se le podían aplicar muchos de los adjetivos anteriores. Discrepo mucho en atribuirla de forma gratuita a la escuela actual, a pesar de sus penurias y limitaciones, que las tiene. Tengamos un poco de retrospectiva. Miramos con envidia al sistema educativo finlandés, pero seguro que hay muchos más que nos mirarán con envidia a nosotros.
Un recuerdo a los que sufren y mueren en busca de su “dorado” tanto en desiertos con en el mar. Para ellos no hay ningún tipo de “tajá”. Densansen en paz.
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El poder egocéntrico escolar es el de un déspota ilustrado: todo para el pueblo (alumnos), pero sin el pueblo (alumnos). Se aproxima la revolución de la fraternité…
Fuente: http://nuevosistemaeducativo.blogspot.com.es/
Slds, Vicente
http://www.vicentebou.com
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