Aversión a los relojes

25 Ene

Siempre he pensado que la tarea docente está preñada de responsabilidad. De lo que hacemos en las aulas los profesores y las profesoras dependen muchas vivencias de los alumnos y alumnas. La acción docente lleva aparejadas muchas consecuencias. Unas buenas y otras malas, según sea nuestro comportamiento y nuestra actitud. La actividad docente no es aséptica sino altamente comprometida. No es meramente técnica sino ética. Porque nosotros trabajamos con personas y no con máquinas. Se trata, además, de personas en una etapa muy plástica de la vida, en una etapa de suma receptividad.

Entonces colocó el gran reloj delante de mi cara y me dijo: - ¿Qué hora es?...
Daniel Pennac dice en su excelente libro Mal de Escuela: “A mi me salvaron la vida tres profesores que tenían una característica común: nunca soltaban a su presa”. No dice que le salvaron una asignatura o un curso, sino la vida. Hay otros que han destruido con su comportamiento la mente y el corazón de sus alumnos y alumnas. Y han estado pagados para ejercer esa fatídica influencia.
Con la cantidad de personas que asumirìan la tarea de la educación con entusiasmo, ¿cómo es posible que se mantengan en sus puestos personas que dedican su trabajo a destrozar la vida de los alumnos y alumnas? ¿No sería mejor que se les jubilase ahora mismo y que fuesen sustituidos por otras personas que vivirían felices haciendo lo que ellos maldicen, enseñando con amor y no maltratando s sus alumnos?
En uno curso de doctorado que acabo de impartir en Santiago de Chile dentro de la Fundación Creando Futuro, una profesora compartió con los asistentes en su presentación una significativa historia de su vida escolar. Una historia que le ha marcado hasta hoy día y que le ha impedido utilizar relojes para saber la hora. Le pedí que la escribiese, para poder hacerla extensiva a mis lectores y lectoras y, amablemente, ha accedido a contarla. Este es el relato que, como verá el lector o lectora, no necesita muchos comentarios.
“Cuando era muy pequeña, (en primer año de enseñanza primaria), con solo 6 o 7 años de edad, la profesora del primer año, (cuyo nombre nunca olvidaré) nos había enseñado a leer la hora en relojes analógicos. Para ello utilizaba un gran reloj de madera con punteros movibles que iba cambiando con cada alumna (solo mujeres), preguntando:
-¿Qué hora es?…
Cuando llegó mi turno (yo aún no había logrado comprender el proceso de suma de 5 en 5 minutos que debe realizarse para determinar los minutos) solo podía percibir el puntero que señalaba la hora. Por eso mi respuesta fue indicar solo la hora del reloj, sin los minutos. Entonces colocó el gran reloj delante de mi cara y me dijo:
– ¿Qué hora es?…
Comprendí que estaba equivocada en la respuesta y no supe qué decir… Siendo la primera de la clase que no pudo leer la hora (con sus minutos) tomó mi cabeza con una mano y poniendo el reloj con la otra delante de mi cara, me dijo:
– Pero, ¿cómo no puede decirme qué hora es!?…
Enfocando con su mano mi cara hacia el reloj, insistía con tono violento:
– ¿Qué hora es?, ¡dígame!… ¿¡Ud. es tonta!?…
En ese momento algo hizo “click” en mi cerebro y enmudecí, no lograba articular palabra, no podía hablar y sentía una gran angustia, como si hubiese hecho algo malo.…
Entonces me ubicó delante del curso y ante todas mis compañeras me ridiculizó, diciendo que yo era una niña tonta, porque no sabía algo tan sencillo como leer la hora…. Mis compañeras no se rieron, pues estaban tan asustadas como yo con el tono de voz que la profesora utilizaba… Tal vez pensando qué sería de ellas cuando les tocara el turno. Como aun así no obtuvo respuesta de mi persona y permanecí en silencio, me indicó que me parara en un rincón de la sala y viera cómo lo hacían mis compañeras hasta que lo aprendiera, y que si no aprendía, estaría toda la mañana de pie…
Y así fue. Estuve toda la mañana de pie en un rincón del salón, hasta que tocaron el timbre de retiro de clases (12:30 horas)… Mis compañeras estaban entre divertidas y asustadas, pero ninguna hizo ningún comentario frente a mi. Sin embargo yo podía ver cómo la profesora me ignoraba desde su pupitre y cada vez que podía hacía alusión a mi falta de aprendizaje con expresiones de desprecio, tales como (dirigiéndose a otra compañera):
– Muy bien,…no como “otras” (y me miraba), que no pueden leer algo tan fácil.
En esta situación quedamos al final de la clase tres alumnas, según ella las tres más “flojas” y entre nosotras nos mirábamos aterradas ante el temor de que nos volviera a preguntar la hora, lo que hacía a cada tanto. Cuando salí de la clase y me encontré con mi madre, rompí en llanto por la presión de la experiencia vivida, y una compañera, tan pequeña como yo, (cuyo nombre tampoco nunca olvidaré) le comentó a mi mamá lo sucedido y me acariciaba el cabello diciéndome que la profesora era mala, (como tratando de calmar mi angustia). Mi madre le comentó a mi padre lo sucedido y en casa ambos se comunicaron con los apoderados de las otras dos compañeras.
Al día siguiente mis padres y los otros apoderados colocaron una queja en rectoría, y parece que sancionaron a la profesora porque desapareció de la escuela, pero el daño ya estaba hecho, y cuando a los 12 años me regalaron un bello reloj de pulsera para mi cumpleaños, el pobre se arruinó encerrado en su caja, nunca fue usado. Y todos los relojes que me han regalado a lo largo de los años han tenido el mismo destino….
Después de esta experiencia, nunca he usado un reloj de pulsera… y cuando requiero saber la hora, la consulto a alguien que use reloj”.
Hasta aquí el relato de la profesora. Todavía se percibe en él la angustia y el dolor que sufrió entonces. Han pasado muchos y la herida sigue abierta. ¿Por qué tarda tanto en cicatrizar? ¿Por qué los años que han pasado no han borrado la aversión a los relojes? ¿Por qué todavía le dura el dolor? Porque la mano que produjo la herida era la que estaba ahí para enseñar, ayudar y curar. Otra causa, a mi juicio, es que esas heridas llevan aparejada la vergüenza ya que se producen en público, en presencia de los demás estudiantes. Además, se produce una humillación al comparar a una persona con otras, haciendo pensar a la interesada que es más torpe, o más tonta, como dice la profesora.
Afortunadamente, en este caso, los padres entran en acción, se unen ante la injusticia y formulan una queja que, al parecer, resultó eficaz. No siempre es así.
No ha habido relojes para esta persona. Nunca se ha colocado un reloj de pulsera. Nunca ha utilizado un reloj para estar orientada temporalmente. El reloj se ha convertido para ella en un símbolo del desamor, de la humillación y de la vergüenza.
Espero y deseo que nadie vea en este relato un indicio de generalización. Es un caso aislado. Hay millones de magníficos docentes. Lo que he pretendido al difundirlo es despertar la reflexión sobre la importancia que tiene la actuación de los profesores, sobre la transcendencia de su actitud y de su forma de ser y de comunicarse. Lo que he pretendido es acrecentar el sentido de nuestra responsabilidad.

23 respuestas a «Aversión a los relojes»

  1. Querido amigo y maestro:

    Estoy completamente de acuerdo con cada una de las afirmaciones que expones. Me ha encantado tu artículo.

    Nuestra responsabilidad como docentes nos puede llevar a herir o a curar, dependiendo del uso y de la intención con la que empleemos el enorme poder que encierran las palabras.

    ¡En-hora-buena!

    Un fuerte abrazo, MÁS.

    Feliz semana a todos/as.

  2. Mi hija creció entre ceras, tizas, pinceles, papeles, témperas y rotuladores… se quedaba dormida pintando. Cuando tenía 6 años, el primer día de colegio, el Rey y la Reina inaguraron el curso escolar en un colegio de mi pueblo. Ella estaba escolarizada en otro colegio pero pudieron ver como el helicóptero de sus Majestades aterrizó en un campo de fútbol cercano. La maestra les pidió que dibujasen ese evento. Todos se empeñaron en hacer un buen dibujo de lo que había sido, como poco, algo inaudito. Mi hija me comentó que su compañera “se había copiado” pero que había terminado antes de colorear y llegó antes a la maestra para enseñarle el dibujo. Cuando mi hija se lo llevó a la maestra esta le recriminó: “Aurora… eres mu poco original… te has copiado del dibujo de Ángela… no me gusta”.

    El dibujo de un niño SIEMPRE es original y bonito aunque sea copiado. ¿Cómo, y menos el primer día de colegio, podemos decirle algo tan injusto y feo a nuestro alumnado?

    Esta anécdota, que en principio parece inocente, era la antesala de una maestra que hizo mucho daño a mi hija.

    Durante todo el curso pensé que la niña se adaptaría… ahora pienso que el segundo día debía de haberla cambiado de colegio.

  3. Querido Maestro!!!
    Despertar con su comentario cada sábado es un motivo más para seguir adelante.El daño que se puede hacer en las escuelas lo comparo con el daño que se puede hacer en la vida, también hay personas malignas que se aprovechan de las más débiles para destruirles su corazón y su mente.
    Una dolorosa historia contada por esa profesora que nos hace
    pensar que hay que reaccionar contra los malos presagios, imponiendo criterios de justicia, de razón, de lucha, de serenidad,de fuerza, de valor, de creencias en la bondad y en el amor.
    Siguiendo el lema que circula, “si se puede”.
    Sólo queda que no nos quedemos quietos que asumamos todos la responsabilidad que nos pertenece y alcemos la voz,las luchas cuestan pero el tiempo es nuestro mejor aliado y nos dará la razón.Luchemos por ello.
    Sin más me despido con un cordial saludo.

  4. Querido Maestro¡¡¡

    La historia que cuenta esta mujer es dura, muy dura. Me entristece enormemente que haya personas que utilicen la humillación y vejación como sinónimo de “poder”. No puedo concebir a maestros de este tipo en nuestra escuela.

    Concibo a los maestros en la línea de la ilusión. Uno de mis principios fundamentales como maestro es el de “transmisor de ilusiones”, me propongo siempre como reto, ilusionar a mis alumnos/as, sorprenderles, ayudarles, escucharles, más importante si cabe que los propios contenidos de la asignatura en cuestión.

    Concibo una escuela donde los niños/as van a pasarlo bien, a ser felices, a divertirse, a disfrutar de las ilusiones que le transmite su maestro.

    Como bien dice usted, querido Maestro, existen muchos docentes que están en está línea y que son magníficos maestros. Pero también hay casos, como el que relata el artículo, y lo mejor que podemos hacer es denunciarlo.

    Muchas gracias por sus reflexiones.

    Un abrazo a todos.

  5. Hay no pocos profesores de ese tenor. Afortunadamente la inmensa mayoría de los niños, si no todos, son más fuertes que la maestra de la historia.

  6. Estimado profesor

    Gracias por compartir esta experiencia, ya que como usted lo plantea nos ayuda a repensar nuestros comentarios ante los alumnos. Muchas gracias.

  7. Estoy de acuerdo con el comentario de Abuelo. En principio el episodio del reloj es duro para una alumna de esa edad, pero el crecimiento personal implica trabajar la autoestima, el autoconcepto y la autoeficacia percibida entre otros muchos aspectos. ¿que sería de nosotros si no elevamos (evolutivamente) nuestro umbral de frustración y nos quedamos anclados en la emoción de los seis años. En el fondo, esa fobia al reloj debería haber sido tratada por un especialista en su día.

  8. Abuelo y Carmina:
    O sea que el problema es que las víctimas no saben recuperarse. No se habla en el articulo de como tienen que reaccionar ls víctimas sino de que los verdugos no deben actuar de forma negativa. Sobre todo quienes tienen el deber de ayudar y animar.
    Me sorprende vuestra exigencia con la víctima de la historia y vuestra indulgencia con quien hizo tanto daño.

  9. Sí, Luis, estoy contigo. Solo faltaba que quien tenga de avergonzarse de lo que ha hecho (o no ha hecho) sea la víctima. Mientras tanto, el verdugo cobra su sueldo por hacerle la vida imposible a los que tiene que proteger.
    Otra cosa es que se anime a quien ha sufrido. En eso estoy de acuerdo.
    Algunos tienden a solidarizarse con los de arriba más quecon los de abajo.

  10. La historia de esta mujer nos tiene que hacer pensar. Lo que hacemos los profesores en las aulas no es aséptico, tiene muchas repercusiones en la vida de las personas.
    Ya se ve en este caso. Le ha durado casi toda la vida.
    No podemos olvidar que se trata de niños o niñas que no tienen la madurez suficiente para hacer frente al maltrato.
    Nos escandalizan las heridas que causan los adultos a los niños, pero no las heridas psicológicas.

  11. ¿Cuántas historias hay de estas?
    Afortunadamente también existen las de signo contrario.
    Por eso el artículo me parece muy pertinente para que reflexionemos sobre la importancia de la función docente, sobre sus repercusiones, sobre sus riesgos y potencialidades.

  12. Interesante reflexión que nos pone a los docentes ante la responsabilidad que tenemos.
    Dada la corta edad de muchos alumnos, es decisiva la influencia de los profesores.
    Por eso hay que agradecer que se nos recuerde que podemos hacer mucho bien o mucho mal.

  13. Aleccionadora historia.
    Para que pensemos los profesores y las sprofesorss.
    No se puede actuar con ligereza y, menos, con violencia.
    Ya sé que las cosas han cambiado mucho desde los tiempos en que se pègaba a los niños y a las niñas.
    pero todav´çia queda mucho por ap`render (a nosotros, me refiero).

  14. El relato me ha impresionado. ¿Cómo puede un momento de dureza marcasla vida de una persona?
    Qué responsabilidad la de los profesores. Hay niños aque van a la escuela asustados porque tienen un profesor autoritario, violento y agresivo.
    Hay que formar profesores que no solo sepan siono que sean.

  15. Estimados comentaristas todos, esta historia es un mal recuerdo de mi infancia que ha marcado solo una parte de mi vida, lo he reflejado en este escrito para demostrar que la maestra es un personaje muy relevante en la vida de los alumnos, una palabra suya puede marcar o ensalzar a un alumno para toda la vida la maestra del nivel primario especialmente tiene gran poder sobre la autoestima, de sus estudiantes, y la idea es que reflexionemos sobre este tema, a veces el cansancio, el stress, la vorágine del día a día nos hacen responder sin pensar en lo que decimos…Somos personas, y tenemos derecho a equivocarnos, pero no podemos tener el lujo de equivocarnos cuando trabajamos con personas
    Como maestra siempre he intentado ser amable, cariñosa y empática con mis estudiantes, justamente por la experiencia que viví tengo por norma no caer en descalificaciones.
    Lo del reloj fue una experiencia triste, pero también viví (gracias a Dios) experiencias enriquecedoras que algún día también les contaré y eso me salvó…aunque no me guste usar relojes.

    • Querida protagonista del relato:
      Gracias por tu sensato comentario.
      Hay muchas cosas hermosas en la escuelas, hay muchísimas cosas buenas que hacen los docentes… Tú las sabes valorar.
      Pero, has puesto el dedo en la llaga: es preciso reflexionar sobre la decisiva influencia que los docentes ejercemos sobre la decisiva influencia que ejercemos sobre nuestros alumnos.
      Esa es la gran lección que nos has brindado.
      Gracias por compartir esa experiencia con nosotros.
      Ojalá puedas recuperar tus regalos, utilizar relojes y curar con tu valentía una herida que todavía no ha cerrado.
      Purdes decir ¡basta, ahora mando yo en vida! No dejaré que aquella maestra me siga diciendo lo que tengo que hacer.
      Muchos besos.
      Miguel A. Santos

  16. Me alegra leer el comentario de la protagonista.
    Y me alegra leer que tuvo también buenas experiencias en la escuela.
    Veo que se trata de una persona sensata y equilibrada.
    Mil gracias por compartir la experiencia con todos los lectores.
    Y gracias a MAS por hacerlo posible con su artículo.

  17. Ha sido estupendo que la protagonista de la historia se haya asomado al blog. Veo que es una pesona equilibrada y que sabe poner en las cosas en sus puntos exactos. Sabe valorar las cosas buenas que tuvo la escuela y sabe criticar lo que no estuvo bien en ella. Chapeau.

  18. Hay maltrato físico y maltrato psicológico. Algunas veces se centra tanto la atención en el primero que no se tiene en cuenta el segundo. Pero la segunda tiene también efectos devastadores.
    Hay muchos niños que lo pasan mal en la escuela, que sufren humillaciones.   
    Es necesario eradicar la violencia en el proceso educativo, tanto familiar como escolar.                                                                                                                                                                                                                                                             
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          -como esta chica de los relojes-

  19. Felicidades, querido Miguel Ángel.

    A mí me duele hasta el alma cuando leo o vivo experiencias de este tipo. Los que decidimos dedicarnos a la educación deberíamos tener siempre presente que es una profesión en la que no solo es necesario “saber”, sino que es fundamental sentir, ser, amar…, saber ponerse al lado de nuestros niños y niñas y confiar en nosotros como personas capaces de conseguir que nadie se sienta mal en el aula. Es una base importante para que el aprendizaje se produzca. Es posible. Es necesario.

    • Querida Ana:
      Gracias por tu hermoso comentario, que está lleno de luz y de sensibilidad.
      También mil besos para ti.
      Miguel A. Santos

  20. Buen artículo. En el que se refleja de forma clara la influencia que (en este ccaso para mal) tienen los profesores en los alumnos.
    De ahí que tengamos que extremar el cuidado para no hacer daño. Precisamente porque nosotros estamos pagados recibimos un sueldo para ayudar, no para machacar. Para animar, no para hundir.

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