El siglo XX fue el siglo de los derechos. En 1948 se proclamaron los Derechos Humanos. El 20 de noviembre de 1959, la ONU proclamó los Derechos de los Niños, que son una extensión y profundización de los primeros. Un gran avance, sin duda, aunque una cosa sea la proclamación y otra, muy distinta, el ejercicio de los mismos. Ahí están la muerte por hambre de millones de niños, el trabajo infantil, los abusos sexuales, la explotación y el maltrato. Queda mucho camino por recorrer.
La Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos (o DRDH), se realizó en el marco de la UNESCO y con el apoyo de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, y fue proclamada en 1998 para conmemorar el 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la ciudad de Valencia. Tiene 12 capítulos y 41 artículos. Se pensó que no había forma más eficaz de conseguir el ejercicio de los derechos que poner en práctica los deberes consiguientes. No son muchos quienes conocen esta Declaración, que ha quedado en un segundo plano respecto a las relacionadas con los derechos.
Me gustaría que el siglo XXI fuera el siglo de los deberes. Porque, correlativos a los derechos, existen los deberes humanos. El reconocimiento de los derechos del prójimo exige la puesta en marcha de los deberes que hacen viable el ejercicio de aquellos.
¿De dónde nacen esos derechos? ¿Dónde se encuentra la base que justifique la proclamación? Si dijéramos que nacen de nuestra condición de hijos de Dios, quienes no creen podrían objetar que, según esa tesis, estarían despojados de derechos al no considerarse hijos más que de sus padres. José Antonio Marina explica en su hermoso libro “Ética para náufragos” que los seres humanos convinimos en reconocernos la máximas dignidad por el simple hecho de serlo. Es decir que basta tener la condición de ser humano para ser depositario de la plenitud de derechos.
Ese mismo argumento valdría para justificar la existencia de deberes. Creo que no se ha hecho el mismo hincapié en los deberes que, como seres humanos, tenemos. Conocer, demandar, exigir los derechos es una tarea en la que cada uno y colectivamente debemos empeñarnos. Pero, ¿qué sucede con el cumplimiento de los deberes?
A fuerza de insistir en la importancia de conocer y de exigir los derechos, hemos olvidado su natural correlato.
¿Cuáles son esos deberes? Mencionaré algunos sin la pretensión de clasificarlos y jerarquizarlos.
Respetar la vida, el honor y la propiedad de los demás
Tener solidaridad
No abandonar a los más vulnerables
Cuidar el planeta
Promover el desarme en interés de la paz.
Conseguir una participación significativa en los asuntos públicos.
Respetar y proteger los derechos de las minorías.
espetar y asegurar la ausencia de tortura, de tratos o castigos crueles, inhumanos y degradantes.
Cumplir con las obligaciones ciudadanas
Promover y aplicar el derecho a la educación.
Respetar las ideas ajenas
Erradicar la corrupción y establecer una sociedad ética.
Cuidar el cuerpo y cultivar la mente.
Amar y cuidar a los hijos e hijas (y el deber por parte de los hijos de cuidar y respetar a sus padres).
Proteger a los ancianos y ancianas.
Tratar a todos por igual sin discriminación de sexo, raza, religión, ideología política o edad.
No menospreciar a nadie bajo ninguna circunstancia.
Eliminar los prejuicios.
Fundamentar las relaciones en la bondad y no en la conveniencia.
Ser feliz.
Obsérvese que cumplir los deberes garantiza en buena parte el respeto y el ejercicio de los derechos del otro. Si respeto la vida de los demás, estoy garantizando el derecho a la vida que el otro tiene.
Esta idea que aquí defiendo tiene que ver mucho con la educación. Es necesario hacer llegar a las mentes de nuestros hijos y alumnos que son depositarios de derechos y que tienen que exigir su legítimo ejercicio. Pero hemos de insistir también que tiene deberes.
Se trata de la cara y la cruz de una misma moneda. La participación es un derecho y es un deber, por ejemplo. Como ciudadanos tenemos derecho a participar, peo también el deber de intervenir en el proceso de construcción democrática de la sociedad. “Todo derecho que no lleva consigo un deber, no merece que se luche para defenderlo”, dice M. Ghandi.
Hace unos meses, en el IV Congreso Nacional de Apfrato (Asociación Pedagógica Francesco Tonucci) me pidieron que coordinase una “mesa de expertos”. Los expertos eran catorce niños y niñas. Lo son porque conocen muy bien la escuela, porque son los protagonistas de la misma, porque viven y trabajan muchas horas en ella. Les pregunté cómo querían que fuese su escuela, sus profesores, sus clases, su evaluación, sus relaciones… Tienen derecho a opinar sobre aquello que les concierne, a exigir una escuela que responda a sus intereses y necesidades.
Es admirable ver cómo se expresan: con qué claridad, con qué contundencia, con qué perspicacia. Si tuviéramos una escuela diseñada por niños estoy seguro que sería mejor que la que han diseñado los políticos con sus persistentes leyes.
Me hubiera gustado que esa mesa hubiera tenido una segunda parte en la que les hubiese podido preguntar por sus deberes. Es decir, por lo que ellos deberían hacer por su escuela. Claro, porque parece que solo tienen derechos (y los tienen) pero no se piensa tanto en los deberes. Ellos tienen la obligación de no desperdiciar el dinero que cuesta un puesto escolar, tienen el deber de respetar a sus profesores y a sus compañeros, tienen el deber de cuidar las cosas de la escuela…
En la educación se ha insistido mucho en la exigencia de los derechos, pero no tanto en la obligación del cumplimiento de los deberes. La consabida frase de “yo tengo derecho a…” debe ir necesariamente unida a su correlato: “yo tengo el deber de…”.
Lo mismo que digo de la escuela he de decir de la familia. Los niños y niñas tienen derechos que pueden y deben exigir. Pero también tienen obligaciones que cumplir, como nos recuerda Javier Urra en su libro “El pequeño dictador”, que tiene un subtítulo inquietante: “Cuando los padres son las víctimas”.
Philippe Merieu escribió en 2012 un estupendo libro titulado “Una llamada de atención. Carta a los mayores sobre los niños de hoy”. El último capítulo de ese libro se titula “Por una educación para la responsabilidad”.
Estas son las certeras palabras con las que Merieu cierra el libro: “¿Cómo vamos a lograr que surja el sujeto libre, capaz de comprometerse en un mundo de incertidumbres y ocupar su lugar en él, si frente a él no existimos como un hombre o una mujer firmes? Nuestra determinación educativa se pone a prueba todos los días. En el más mínimo gesto. Cada vez que comprometemos nuestra libertad para crear las condiciones que le permitan al otro comprometer la suya. Cada vez que nos comportamos como sujetos responsables para que el otro también llegue a serlo”.
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Extraordinario, señor Santos. Es evidente que tiene que ser así si queremos una sociedad mejor. Pero hay que reconocer que hoy día está resultando muy difícil luchar (aquí) contra esa enorme ola de mediocridad, incompetencia e irresponsabilidad en la que parece estamos (o estoy, quizá) envueltos.
Un saludo, y muchas gracias.
Muy cierto, nuestros derechos estarían huerfanos sino fuesemos capacez de aceptar nuestras obligaciones correspondientes. Totalmente de acuerdo.
Pero mi experiencia en tareas de participación comunitaria, en la escuela y en la sociedad, y desde hace muchos años, me ha enseñado, que el mejor proceso, que pocas veces he visto implantado, es que cada colectivo luche honesta y decididamente por sus derechos, y que sus deberes le sean expuestos por los demás, para debate, aprobación y aceptación, y no impuestos a través de normas ya establecidas, propuestas por las distintas administraciones con rango de leyes y decretos, que son de obligado cumplimiento sin remedio de revisión ni de recusación. (Veáse las distintas normas sobre atribuciones y funcionamientos de los Consejos Escolares, incluyendo la última de la LOMCE, por ejemplo).
Los deberes humanos expuestos son totalmente aceptables, pero los administrativos impuestos por algunas autoridades, para controlar precisamente la posible «insurgencia» de los administrados, ante las «necesarias» actuaciones arbitrarias de las autoridades con finalidad de buena gestión y administración, deberían ser casi todos revisados y cuestionados, por ser más que deberes de buena ciudadanía, restricciones a la libertad y a la participación democrática de un pueblo consciente de su existencia.
Sólo con salir a la calle vemos la miseria y el dolor; pero tenemos el derecho y el deber de ser felices. ¡Viva la Pepa!
Abuelo:
¿Qué es para ti la felicidad?
Claro que hay miseria y muerte y dolor y paro…, pero muchos que sufren y que ven sufrir viven una profunda felicidad que no tienen quienes tienen dinero, poder y fama a raudales. La felicidad es un estado de ánimo que no se basa ni en la ignorancia ni en la estupidez.
La mayor prueba de inteligencia es la de ser felices y la de ser buenas personas.
Te aconsejo la lectura del libro «La inteligencia fracasada
«, de José Antonio Marina.
Si el ver tanta desgracia y miseria alrededor nos hiciese desgraciados, ¿mejoraríamos algo? ¿Ayudaríamos así a los que sufren.
Yo no entiendo que desde la felicidad conlleve el viva la Pepa que tú proclamas.
Un persona feliz puede estar muy comprometida con la ayuda al prójimo. Una persona desgraciada puede ser muy insolidaria. ¿No crees?
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Como todos, para mí, sabios y excelentes comentarios los de Miguel Ángel que me ayudan a reflexionar y a mejorarme. Gracias por ello.
Pienso, como muy bien se dice en el artículo, que no hay derechos sin sus correspondientes obligaciones, «son dos caras de una misma moneda». Lo que nos sucede a los humanos es que nos agarramos más fácilmente a los derechos que a las obligaciones. Una cosa es dar y otra recibir.
Saludos.
Querido Joaquín:
Gracias por la fidelidad en la lectura. Y por comentarios que siempre son inteligentes y constructivos.
He preguntado a muchas prsonas si conocian la existencia de la Declaración de las Responsabilidades y Deberes Humanos y todas me han dicho que no. Es curioso porque todas conocían la Declaración de Derechos Humanos.
No es que el conocimiento garantice el cumplimiento, pero es un indicador de cómo todavía no ha calado en la conciencia de las personas el hecho de que tenemos unas obligaciones perentorias con nosotros mismos, con los demás y con el planeta.
Feliz verano.
Miguel A. Santos
Buenos días,
Buen recordatorio este artículo. La piedra angular de los deberes ha de ser, DAR PRIORIDAD al derecho colectivo sobre el derecho individual. Con esto en toda relación humana, y prioritariamente en la enseñanza, casi basta. Opino.
Saludos a todas/os.
Trabajo como Orientadora en una escuela publica, mi tarea se centra en la promocion de campanas de concienciacion sobre la defensa de los derechos de la infancia y adolescencia,y a la par, de la difusion y evaluacion del cumplimiento de los deberes como estudiante,hijo/a,ciudadano/a.
Es llamativo como la mayoria de los adultos confunden que todas las personas,incluyendo a los ninos y adolescentes pueden exigir el cumplimiento de sus derechos,pareciera que estos seres diminutos no formaran parte de la sociedad.Ademas cuando las autoridades lanzan proyectos a favor de dicho sector, los planes de accion se quedan anclados en los grandes titulos,archivados empolvados esperando la toma de otros nuevos en estos cargos politicos,que usa la mascara»este gobierno hace el cambio».Es que no estamos cumpliendo con nuestro deber de proteger los derechos de los demas…si fuera de otra manera, no estariamos lamentando situaciones tan deplorables vividas por tantos projimos.
Es verdad, DEBERESDERECHOS
Seguire de igual forma,realizando proyectos de sensibilizacion desde mi rol,como medida preventiva para la proteccion de los derechos de la infancia y la adolescencia, y como primer plano el cumplimiento de los deberes!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Un saludo desde Paraguay.
como simepre es un placer leer
Mi experiencia en tareas de participación comunitaria, tanto en la escuela como en la comunidad, y a lo largo de los años, me ha enseñado que el mejor proceso, que rara vez se hace, es que cada grupo luche a su manera penalty kick online. Esto es algo que rara vez he visto hacer, pero es algo que he aprendido de mis experiencias. honesta e inequívocamente por sus derechos, y que sus responsabilidades sean establecidas por otras personas, para su discusión, aprobación y aceptación, y no impuestas a través de reglas establecidas, a ser propuestas por diversos órganos administrativos con rango de leyes y decretos, es obligatorio sin ningún recurso de modificación o denegación. (Para ver un ejemplo, véase la versión más reciente de la LOMCE, que es una de las muchas normas que rigen las actividades y competencias del Consejo Escolar).
Me hubiera gustado que esa mesa hubiera tenido una segunda parte en la que les hubiese podido preguntar por sus deberes. Es decir, por lo que ellos deberían hacer por su escuela. Claro, porque parece que solo tienen derechos (y los tienen) pero no se piensa tanto en los deberes. Ellos tienen la obligación de no desperdiciar el dinero que cuesta un puesto escolar, tienen el deber de respetar a sus profesores y a sus compañeros, tienen el deber de cuidar las cosas de la escuela… Candy Crush
Estimado Kevin:
Me gustaría saber si estás de acuerdo con las ideas que planteo en el artículo. Se han olvidado loa deberes, las obligaciones, los compromisos con la escuela, con la familia y con la sociedad. Se ha insistido tanto afortunadamente en los derechos que se han descuidado las obligaciones.
UN cordial saludo.
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