Acabo de leer un estupendo libro de Sándor Marai titulado “Liberación”. Se trata de una singular novela escrita entre julio y septiembre de 1945, poco después de los dramáticos hechos que narra. Permaneció inédita hasta el año 2000 y ha visto su primera edición española en abril del presente 2012.
No voy a centrarme en el contenido de la novela sino en un breve comentario que hace el autor a través de uno de los personajes de la obra, un profesor judío paralítico, atrapado en un sótano en los días previos a la liberación de la ciudad de Budapest a manos de los rusos. Se trata de una interesante reflexión sobre el problema de las generalizaciones.
En ese sótano, el profesor habla con Erzsébet, la hija de un importante astrónomo. Reproduzco un breve fragmento del dialogo entre la joven y el que ella intuye, por su forma de hablar, que es un profesor:
– “Es usted un hombre orgulloso –declara Erzsébet sin poder evitarlo, necesita decir lo que piensa.
El hombre la mira con un destello en sus ojos grises.
– ¿Orgulloso? –repite despacio alargando las sílabas. ¿Eso cree? –pregunta con severidad. Y hace un ademán como resignado a responder a la acusación. Pues tiene razón, soy orgulloso. Es mi carácter. No sé defenderme de otro modo del mundo.
– Todos los judíos son orgullosos –responde ella, como si alguien la obligara.
– Los judíos son seres humanos -explica en tono didáctico-, así que entre ellos también hay personas orgullosas. Asimismo las hay tacañas, voraces, lujuriosas y ladronas. Y personas a quienes gusta engañar al prójimo y otras que mienten. Pero los judíos son así por ser personas –añade-. Los judíos, señorita… los judíos son de muchos tipos. Quien piense que son todos iguales es que no los conoce. Los judíos no son iguales –concluye”.
Unas páginas más adelante, el profesor dice de forma lapidaria y, desde mi punto de vista, certera, las palabras que dan título a este artículo:
– “La generalización. Ese es el gran problema. La causa común de todo mal”.
Me sorprendió la contundencia de la afirmación. He pensado en esa extrema valoración de Sandor Marai. Creo, en efecto, que está en la base de muchos juicios injustos.
Todo el mundo se reconocerá en este proceso que consiste en atribuir unas características comunes a todos los miembros de un determinado colectivo. Los gitanos son perezosos, los catalanes son avaros, los aragoneses son tercos, los gallegos son taimados, las mujeres son habladoras, los políticos son mendaces, los jueces son venales, los sacerdotes son pedófilos …
Esos estereotipos se crean y se consolidan a través de imágenes y de frases y de chistes… que subrayan la identidad colectiva. A veces existe una publicidad más o menos solapada, otras, una campaña abierta…
Se hacen muchos juicios de valor apoyándose en estereotipos. Se cometen muchas injusticias cuando se pretende meter en un mismo saco a todas las personas de un grupo.
Voy a elegir dos colectivos estigmatizados sobre los que funcionan de forma frecuente e insidiosa generalizaciones extremadamente negativas.
Uno es el de los políticos y las políticas. Sé que no es popular defender a la clase política, tan justamente denostada por muchos motivos. Pero tengo que decir que no todos los políticos y las políticas pueden meterse en el mismo saco. Hay quien roba, pero hay quien pierde dinero por dedicare a la política. Hay quien solo mira por sus intereses, pero hay quien se dedica a la política por puro altruismo, por ayudar a la gente. Hay quien no es coherente con su promesas y principios y hay quien lo es hasta extremos heroicos.
¿Qué habría de no tener políticos y políticas? Pues habría una dictadura. Es decir, una persona que por la fuerza de las armas impusiese a todos su criterio. ¿Sería mejor? Criticar, descalificar, condenar a todas las personas que se dedican a la política es profundamente antidemocrático. Otra cosa es que discutamos si hay demasiados políticos o si algunos o algunas son indecentes. En el primer caso, habría que reducir su número. En el segundo habría que juzgarlos, castigarlos y sustituirlos.
Un segundo colectivo cuyos miembros son víctimas de la generalización es el de los y las inmigrantes. Hay países en los que decir inmigrante es decir delincuente real o delincuente potencial. No es verdad. Claro que hay delincuentes entre los inmigrantes. Pero también entre los autóctonos.
Si un inmigrante, comete un robo, es probable que el titular de prensa sea: “Inmigrante desvalija una joyería”. El titular podría haber sido: “Hombre blanco desvalija una joyería”, “Hombre de 30 años…”, “Hombre rubio…”, Hombre casado…”, “Hombre sano…”, “Fontanero…”, “Seguidor del Barça…”, “Padre de familia…”, “Católico…”… Porque el autor del delito tenía todas esas características y muchísimas otras.
¿Cómo se puede sentir una persona honrada, que ha llegado a un país forzado por la necesidad, cuando ve que le rechazan, que le niegan trabajo, que se alejan de él… porque le están atribuyendo unas intenciones o unos hechos que no se le han pasado siquiera por la cabeza? Porque político, a fin de cuentas, se puede dejar de ser. Pero no se puede dejar de ser inmigrante cuando en el propio país no se puede vivir.
De la misma manera podríamos aplicar el mecanismo a cualquier otro colectivo. “Los alumnos son…”, “los periodistas son…”, “los andaluces son…”, “los negros son…”, “los hombres son…”, “los jóvenes son…?… ¿Todos? ¿Todos todos?
¿Cómo acabar con ese mecanismo perverso, casi siempre tendente a extender de forma injustificada las malas actitudes, los malos hábitos, los malos sentimientos a un colectivo? Estemos pendientes de nuestras conversaciones y de nuestros juicios. Reflexionemos sobre lo que decimos y pensamos. Y sobre lo que dicen los demás. Veremos con cuánta frecuencia utilizamos este injusto mecanismo atributivo. Y, en lo que esté de nuestra parte, evitémoslo. El mundo será mejor.
Totalmente de acuerdo con los planteamientos del artículo. En las colectividades hay de todo, representan la naturaleza humana, y en ella se encuentra desde lo más noble a lo más reprobable. Sólo una alusión a los políticos. Cierto que también en ellos hay de todo, pero, al menos para mí, queda desacreditada toda una colectividad política cuando defiende a capa y espada a gente corrupta por el hecho de pertenecer a su grupo político. Todo lo contrario debiera ser, quien quiere un grupo limpio es el primero que debe barrer su casa de toda suciedad. ¿Se hace…?
Saludos.
Importantísima llamada de atención. Yo misma me sorprendo a mí misma haciendo generalizaciones a cada momento. Porque los alumnos son… Este artículo me ha hecho pensar. Gracias.
Es evidente, señor Santos. Yo siempre trato de evitarlo.
Un saludo, y muchas gracias.
PD
Parece también evidente que, en España hay demasiados políticos(quizá también políticas) y, también demasiados son corruptos.
Es evidente, señor Santos. Yo siempre trato de evitarlo.
Un saludo, y muchas gracias.
PD
Parece también evidente que en España hay demasiados políticos (quizá también políticas) y, que también demasiados de ellos son corruptos.
Sí, es fácil incurrir en ese error, en esa imprecisión, en esa injusticia.
Ese juicio puede darse antes de que algo pase (y condiciona o que va a pasar) o depués de que haya pasado (atribuyendo la causa auna de esas características atributivas. Cuando nos sucede a nosotros nos damos cuenta claramente del error y de la injusticia.
Soy profesor. Muchas veces he incurrido (y he visto a otros que no han hecho) diciendo «es que los alumnos son…». Es una tendencia, es una costumbre, pero tenemos que procurar eviatarla. Cada alumno y cada alumna son un mundo.
Lo cual no quiere decir que no haya algunas cosas comunes. El problema, como dice el artículo, es generalizar.
El tema de esta semana tiene importancia y actualidad. Es más frecuente de lo que se piensa este abuso de la generalización. Lo oído y visto utilizar en un sinnúmero de ocasiones. De aucerdo en que el de los políticos es uno de los grupos más afectados. Todos son malos y todos son iguales. Coincido con el autor en que no es así. Yo conozco a quien está la política perdiendo dinero. Simplemente porque cree en lo que hace y porque quiere comntribuir a mejorar las cosas.
Generalizar es un vicio y una costumbre. Es muy fácil caer en ese vicio porque estamos acostumbrados a hacerlo y a verlo hacer a otros.
Pero hay ue luchar contra ello.
La generalización, como forma de expresión verbal no lleva consigo en realidad el emitir un juicio que afecte a todas las personas de un cierto colectivo. Tiende a expresar, más bien, que una gran mayoría del mismo es susceptible de dicho juicio. Y dichas generalizaciones atienden, no hay que olvidarlo, a un sentir general, de ahi las frases hechas. «A los políticos habría que ponerlos a trabajar en una mina», una frase de las más amables de entre tantas que he escuchado en torno a este colectivo. «El alumnado de secundaria tiene muy poco nivel», otro tópico. «Los pedagogos, psicopedagogos… no saben de lo que hablan», una de las más usadas en los institutos de secundaria. Es evidente que no nos referimos a todos los políticos (pero estaremos de acuerdo que a una inmensa mayoría de ellos, visto lo visto, les vendría muy bien una experiencia, de al menos unas horas de trabajo en la mina), a todo el alumnado de secundaria (dependerá del contexto socioeconómico del centro, de los colegios adscritos…) y por último, estoy seguro que entre los profesionales de la pedagogía debe de haber personas que, experiencia docente mediante, sí sepan de lo que hablan. Saludos.
las etiquetas cambian segun la cultura.
En Argentina no seríamos nada sin los inmigrantes, las personas destacan su estirpe o ascendiente de otros lugares del mundo…en Argentina los que sufren esas etiquetas son los nativos!El aborigen, el dueño de la tierra!!!
Y con respecto a los políticos: no se ha encontrado ejemplo de la calificación a la que opones sí abundan los primeros!!! jajajaa
Las etiquetas, los estereotipos! cambiaran cuando cambie el punto de vista de a evaluación en la escuela, y cuando aceptemos que los diferentes somos todos.
Efectivamente, Pepe Olmedo, y también he oído ese comentario que generaliza una opinión desfavorable sobre pedagogos y psicopedadogos. Por efecto de ese principio, todos son teóricos y no saben de la práctica. Pero yo conozco muchos con una dilatada experiencia docente. Es tremendo el simplismo y es inadmisible la injusticia.
Un abrazo a todos desde Chile, gracias Miguel Ángel. Me parece que nuestro problema es que no nos escuchamos a nosotros mismos, andamos por la vida dando juicios de todo y de todos, pero no nos escuchamos, no sabemos expresar muestro propio ser, vivimos en una época en que con sólo marcar en un teléfono me puedo comunicar con el otro extremo del mundo pero no escuchamos nuestro interior. Si logramos escucharnos podremos escuchar al que esta a mi lado, si nos escuchamos podemos detener los juicios que salen de nuestros labios. Con cariño Héctor