La relación entre padres y madres y sus hijos e hijas adolescentes suele ser problemática. No es fácil tratar con alguien que ha dejado de ser niño y todavía no es un adulto, aunque él se lo crea. No es fácil. hacer frente a las exigencias, a las pretensiones y a las desconsideradas y agresivas actitudes de quien hace poco fue un bebé y ahora se erige en mandamás. Ya sé que no se puede meter en un saco a todos los adolescentes como si todos y todas fueran iguales. Algunos, no sé si muchos, plantean a sus progenitores sus exigencias como si todo se les debiera y mantienen unas actitudes violentas, que tienen poco que ver con el necesario respeto y la debida consideración. Gritan, exigen, juzgan, sin tener en cuenta la historia y circunstancias de quienes les están educando. Han aprendido derechos, pero no saben de obligaciones.
Siendo profesor de bachillerato le oí decir a un adolescente, dirigiéndose a su padre::
– Trabaja, cabrón, que trabajas para mí.
Me duelen, me indignan y me preocupan estas posturas exigentes y altaneras, mantenidas algunas veces ante personas que han sufrido mucho y que se han esforzado al máximo por ofrecerles lo mejor.
Me escribe una madre y profesora cuyo nombre y procedencia voy a silenciar por motivos obvios, contándome una experiencia personal que ha vivido recientemente con su hijo mayor. Aunque los hechos son reales, todos los nombres son supuestos. Esta madre, se carga de razones cuando le recuerda a su hijo lo que ella ha vivido y lo contrasta con la situación de privilegio que el hijo está viviendo. Estas son las palabras que le dirige en una carta, después de aguantar sus gritos y descalificaciones:
“Querido Javier: cuando te enojes conmigo por algo, en lugar de gritarme, amenazarme o insultarme, tómate la molestia al menos de preguntar por qué hago lo que hago.
Tengo cincuenta años de razones para explicarte mi actitud con el abuelo. Nunca fue un buen padre. Me hizo trabajar desde los 5 ó 6 años en trabajos muy pesados, como cuidar animales, hacer quinta, cosechar maíz… Recuerdo que lloraba de frío arrastrando una bolsa pesada que casi podía conmigo…
Siempre me pegó terribles palizas, con la mano, con palos, con sogas. Toda la infancia tuve las piernas llenas de moretones de las palizas que me daba. La última la recibí a los 15, porque no me había presentado a unos exámenes. De castigo me quitó toda la ropa y unas sandalias rojas y unos zuecos y los partió con el hacha (…).
Todas las chicas usaban minifaldas, nosotras teníamos que usar las polleras por la rodilla y ropas con mangas. Parecíamos de asilo. A los 15 años me depilé por primera vez las cejas y papá me dio una tremenda cachetada y me dijo que parecía una puta. Como éramos muy pobres y no teníamos más que para comer, mis abuelos y sobre todo la tía Laura nos hacían de papá Noel y de Reyes Magos y nos regalaban esas cosas que tanto deseábamos: una malla, unas sandalias, algún vestidito y golosinas. Cuando Mi tía Laura se iba, papá hacía una pila con todo lo que nos había traído y le prendía fuego… Lo mismo hacía con nuestros pocos juguetes, también regalados por nuestros abuelos, si los llegábamos a dejar tirados.
Recuerdo que para el día de mi primera comunión (tenía 6 años) mi madrina me había regalado una preciosa muñeca. Mi hermana, que era muy chiquita, la dejó por ahí. Nunca más la vi. Él la quemó al día siguiente de mi comunión.
A los 16 años me fui de casa a una comunidad religiosa (la de la tía Victoria) no porque tuviera ninguna vocación sino porque quería irme lejos de papá y que nunca más volviera a pegarme ni tuviera ninguna autoridad sobre mi. Solo iba de visita dos veces al año. Todo lo que soy lo hice a pulmón y gracias a mamá y a la comunidad de la tía Victoria.
Tuve la mala suerte de que mamá estuviera en una silla de ruedas toda mi vida. Yo solo tenía nueve años cuando quedó paralítica. Ella ni siquiera pudo ir a llevarla. A los 28 volví. Y estuve dos años en el campo. Trabajando por supuesto y gratis o mejor dicho por casa y comida. Le ayudé a construir el negocio y lo atendía el día entero todos los días incluidos los domingos. Esos dos años también tuvimos muchas peleas, solo que ya no podía pegarme. Esto son solo algunas pequeñas cosas personales.
Me olvidaba contarte que al igual que mis hermanos, siempre estuve cuando me necesitó. Pero esta vez me cansé. Estoy harta de abuso y manipulación. No puedo sentir ninguna ternura por alguien que siempre fue increíblemente egoísta. Dirás que por qué pasan estás cosas ahora. Es que no está la abuela. Ella que fue la persona más increíble que conocí, con la cuál nunca jamás tuve ningún pero, hizo siempre de paragolpes. Estuvo siempre en el medio para apaciguar y consolar, para aconsejar y proteger, para querer a cada uno como cada uno era.
Siento contarte estás cosas. Pero si eres un adulto para gritarme y para poner en tela de juicio lo que hago también lo eres para saberlas. Es tu abuelo. Con eso no me meto. Quizás como abuelo trate de redimir todo lo que no fue como padre. Ahora te pido que hagas un repaso de tu vida y veas si le encuentras algún parecido con la mía. Dios te regalo un padre que es un lujo. Quizás al leer esto puedes entender lo que vale.
Siempre envidié el padre que tenéis. Un abrazo. Te quiero mucho. Mamá”.
Esta madre ha puesto la cruda verdad ante los ojos de su hijo. Es necesario, a veces, plantear con esta claridad las cosas. No se debe mantener a los hijos adolescentes en una perpetua infancia. Deben saber lo que es la vida. Deben saber dónde están los límites. Hay que bajar a los adolescentes de las nubes de sus fantasías a la realidad de la tierra.
Es de una dureza tremenda pero muy educativo para los demás. Gracias.
Personalmente y después de llevar toda la vida tratando con adolescentes, lo que me duele y me indigna no es tanto la actitud de éstos como la de muchos padres. El ejemplo con que educan es más importante que cualquier palabra, y por supuesto que cualquier reproche.
Parece ser que ese niño asistió a una relación pésima entre su madre y el abuelo, muy querido para él. La carta de su progenitora personalmente no me ha conmovido y aseguraría que a él tampoco. Más bien ella debería haberse mantenido separada del contacto con su padre pero fomentar la relación entre abuelo y nieto. Mezclar su desgraciada historia con los reproches hacia el adolescente es poco afortunado, ella debería saberlo, puesto que es educadora.
La actitud lamentable de algunos padres queda explicada en esa carta, a los chiquillos sólo les queda la desorientación más absoluta. Luego nos permitimos descalificarles.
No estoy segura, querido profesor, de haber entendido bien su tesis.
Un abrazo, como siempre.
Por supuesto los adolescentes deben saber lo que es la vida, y conviene que lo sepan cuanto antes. Ahora bien, los mayores deben saber que la vida que ofrecen a los adolescentes es una verdadera mierda (con perdón), y que está en sus manos -la de los mayores- ofrecerles una vida mucho mejor -para todos-, basta con poner un poco de voluntad para mejorarla.
Un saludo y gracias, señor Santos.
Querida Isabel:
El asunto es commplejo. De acuerdo. Y en la relación sana de padres e hijos/hijas adolescentes hay exigencias para ambos. Tienes razón al decir que los adultos tienen que ser ejemplo vivo para los adolescentes. Y estos tienen que mostrarse respetuosos con sus padres y sus madres.
Eso es lo que he querido plantear en los hechos que relato en el artículo. Claro que los hechos deberían contextualizarse para ser bien interpretados. La madre de la historia es responsable y buena educadora. En este caso no quiso aceptar la descalificación del hijo y le explicó algo que venía callando durante muchos años. La reacción del
hijo no fue buena en ese momento y la madre le quiso explicar el por qué de su reacción ante el abuelo.
Mi tesis es bien sencilla: los padres tienen que exigir a los hijos y los hijos tienen que saber que tienen obligaciones que cumplir. Saludos.
La tarea de educar a los hijos no es nada sencilla. No basta con quererlos. Hay que ser para ellos un ejmplo. Pero tampoco basta. Hay que tener paciencia. Pero tampoco basta. Porque ellos tienen en sus manos las claves de su responsabilidad.
Actualmente tenemos un problema añadido. Los padres ponen límites o lo intentan, pero el modelo de nuestra sociedad
no ayuda, es absolutamente permisivo. Muchos adolescentes terminan por recibir señales contradictorias.
¡Qué tal si empezamos a no mentir a nuestros hijos?
Pues claro que la autenticidad es fundamental. La trampa, el engaño, la falsedad crean el aldo de cultivo para el desarrollo de actitudes negativas. No hay recetas mágicas, pero hay formas inequívocas de sentar las bases de un comportamiento responsable en la adolescencia.
CRIAR A UN HIJO ES MUY DIFICIL..LOS PROBLEMAS QUE PLANTEAN ESAS EDADES ADEMÁS PEOR pero hay qye educarlos de la mejor forma posible, entenderlos y comprenderlos y, sobre todo, ayudarlos
Cuando leí el artículo de Miguel Ángel Santos estuve a punto de responder o, mejor, expresar mi opinión; sin embargo, el ejemplo que había puesto era lo suficientemente complejo para pensarlo despacio.
Creo que daría para otro artículo en el que se tratara “las formas en las que padres/madres que han pasado por situaciones familiares muy difíciles afrontan los conflictos con sus hijos adolescentes”.
Desde mi experiencia, y por los casos que he podido conocer, creo que lo mejor es no desplazar hacia los hijos las vivencias traumáticas; se puede hablar con ellos con realismo, pero sin hacerlos culpables de su existencia. Mensajes del tipo “Dios te dio un padre que es un lujo”, “Siempre envidié al padre que tenéis”, etc., personalmente, no me gustan nada. Los padres somos responsables de la existencia de nuestros hijos y tenemos que afrontar las decepciones que nos provocan. Y soy claramente consciente de que hay que educarlos para un mundo en el que se van a tener que enfrentar con bastantes problemas… no hay más que mirar a nuestro alrededor.
Creo que la madre del relato hace bien en decirle a su hijo que tiene en padre estupendo. Si ella lo dice, es muy probable que así sea. en su caso no fue así. Lo que pretende es hacerle ver que las cosas no siempre salen tan bien como a él le han salido. No sé por qué Aureliano ve de forma negativa esa parte de la carta.
Pocos, pero muy pcos padres de familia hacen los que hizo esta madre y desafortunadamente los padres de familia de hoy, no tenemos el valor de mostrarles a nuestros hijos la realidad que se nos presenta y en el caso de los adolecentes que cursan la educacion secundaria, al no conocer la realidad sigue estando sobreprotegidos y el desempeño escolar merma por su inmadures y lo peor de todo es que la educacion secundaria les pasa de noche.
¿De verdad crees, María, que a este hijo le han salido bien las cosas, en qué sentido le han salido bien las cosas? ¿Considerará el hijo que está viviendo una situación de privilegio, como dice el profesor?. La madre le cuenta por fin lo que durante tanto tiempo ha callado, vaya, ¿quién se preocupa por lo que ha sufrido el niño viendo cómo era la relación entre su madre y el abuelo mientras se esperaba de él que tratase a su madre según pautas diferentes al ejemplo que le daban?.
Yo me apresuré a contestar nada más leer el artículo pero he seguido dándole vueltas, poniéndome en el lugar del niño, ya adolescente. ¿Considerará él que ha tenido un hogar? ¿De dónde le viene esa rabia contra su madre?.
Si es que esta carta tendría que haber servido como ejemplo de lo que no debe hacerse: “pero si eres un adulto para gritarme y para poner en tela de juicio lo que hago también lo eres para saberlas”…¿cuándo adquirió el derecho a saberlas? y entretanto ¿qué fue interiorizando sin entender nada?.
No me gusta discrepar aquí, no creo que vuelva a hacerlo. Pero esta vez sí. Porque si el hecho es real y existe esa madre y sus frustraciones, en mi pensamiento sólo tiene cabida el hijo.
Y repito que bien que siento discrepar de su análisis, querido profesor.
Creo conocer lo suficiente al autor del blog para saber que a él no le molestan las discrepancias en aquello que expone; es más, estoy seguro que le gratifica que sus reflexiones sean objeto de un debate serio y argumentado. Esto lo digo porque a mí no me importa seguir en algo tan importante que Miguel Ángel (quizá sin proponérselo) se convierte en lo que es ser padre/madre en “medio de las tormentas”.
Puesto que creo que hay distintos modos de serlo, yo apuntaría a la idea propia: para mí el ideal es lograr con el paso del tiempo la amistad, o mejor (puesto que ser padre/madre conlleva el deber de dar pautas morales seguras a los hijos/hijas) consolidar una confianza lo suficientemete segura de manera que ellos pudieran contar contigo en esos momentos difíciles por los que se atraviesa en la vida.
En el ejemplo que nos indica Miguel Ángel, estoy seguro que esa relación de confianza que pudiera haber entre la madre y su hijo se ha resquebrajado cuando éste ha recibido reproches muy profundos y ella se ha puesto como “madre sufridora” (aunque, ciertamente, su padre fue un personaje cruel) y al padre de su hijo como “el modelo que no se merece”.
Disculpad si soy un tanto esquemático, pero es difícil en un blog, donde el texto debe ser breve, hablar sobre un tema que, posiblemente, podría ser motivo de una publicación extensa.
hola miguel; me estoy convirtiendo en lectora de sus escritos. en estas vacaciones leo “la estrategia del caballo” GENIAL!! soy de argentina, estuve en su encuentro en gualeguaychu. mi sobrina compró este libro al que dedicó con sus palabras y que, este año serán un slongan de trabajo para mi, dice asi: “QUE TU ESCUELA SEA MEJOR PORQUE TÚ TRABAJAS EN ELLA” ! que buena meta, que buen proyecto de vida y personal. En esa oportunidad le regalé mi libro Mujer Maestra Argentina… ha leído algo? espero un breve comentario suyo. los educadores necesitamos MODELOS… Lo admiro! viviana
Hola, hola…
soy la madre de la historia. Y muy interesantes los comentarios. Es muy difícil opinar de algo cuando ese algo está fuera de contexto.
Tengo 3 hijos y 1 hija,adolescentes todos, con los cuales mantengo la más preciosa de las relaciones. Una vida compartida llena de amor y de respeto con los necesarios límites.
Ellos son soles que llenan de calor y alegría mi vida. Ellos también son mi responsabilidad en este comienzo de camino que es la vida. Y ellos hacen permanentes aprendizajes.
Puedo aclararar que el hijo de la historia está cerca de los 20 y no tiene ninguna rabia con su mamá. Los adolescentes son muy rápidos en empezar y mantener una discución cuando algo les parece que está mal. Hay momentos en que los adultos tenemos que explicar algunas cosas. Ellos, mis hijos, siempre han visto una buena relación de su madre con su abuelo. Tan es así, que en este momento está muy enfermo y yo lo estoy cuidando, con mucho cariño por cierto.
Todo esto que pasó fue bueno y nos acercó aún más a mi hijo y a mi. Hemos tenido varias conversaciones al respecto muy útiles.
Ellos saben que la vida es una fiesta, pero que no todos los días toca sentarse a la mesa. Esto su madre y su padre se lo han enseñado con palabras y de manera muy especial viviendo de esa manera.
Tan es así que en estos momentos que no son fáciles ellos me alientan con las palabras tantas veces dichas por mi, y yo les agradezco que estén en este mundo porque no hay nada mejor que contar con ellos.
No soy la mejor madre, tampoco la peor. Mis hijos y mi hija son un lujo. Dicho por su mamá, dicho por sus maestros y profesores, dicho por quienes los conocen…
Un abrazo a quienes han opinado y no duden que ser padre o madre en este mundo de hoy es un arte difícil. De todas maneras me gusta esta época en la que podemos hablar y explicar y existe el diálogo.
Y si les queda alguna pregunta pueden hacerla…
Gran contraste entre el País de las Maravillas que pinta la señora y lo que el artículo del profesor deja traslucir. Poco serio me parece esto.
He leído el artículo y los comentarios. Qué compleja es la educación de los hijos. Cada hijo, cada ser human es un mundo diferente. Infinitas formas diferentes hay de enfocar la educación de los hijos. Para mí, lo importante en este tema, es que los padres amen por encima de todo a sus hijos, después, cada uno, con sus luces y, si se ven desorientados, con las luces de otros, busquen ese camino que consideran el mejor para sus hijos.
No todos reaccionan lo mismo ante las mismas cosas, por eso si esa madre consideró que lo mejor para su hijo era hacer lo que hizo, pues muy bien…y parece que hizo efecto.
Tres hijos he levantado, los tres diferentes. He pasado las mías…pero he llegado a la conclusión que el amor sin fisuras de los padres al final da su fruto. Hoy gozo de la cosecha.
A través de la historia, ¡cuántos métodos educativos! Yo los resumo en uno, AMA. Eso traerá lo demás y, al final, creo yo, no falla. Claro, que esto llevaría a otro tema: Qué se entiende por amor…
Querido Miguel Angel, tú eres un sembrador, seguro que por aquí y por allá, ya se recogen los frutos primicias de otros nuevos.
Un abrazo maestro de maestros.
Con este ejemplo que nos propone analizar el maestro opino que es necesario desarrollar los límites. Algo que observo hace ya un tiempo se han perdido…
A lo largo de los últimos años se han ido sucediendo una serie de cambios significativos en la sociedad. Estos cambios han llegado también a la educación. Se han cuestionado valores tradicionales y la forma de educar, sin embargo, todavía no se ha definido, de manera clara, un modelo educativo que dé respuesta a cómo educar hoy.
Por eso, los padres y las madres vivimos cierta desorientación y, con alguna frecuencia, nos balanceamos entre aspectos educativos contradictorios. Así, por ejemplo, podemos pasar del grito y de la amenaza para que el hijo o la hija realice una tarea, a acabar haciéndosela nosotros.
Ante esta situación de confusión, los adolescentes están “crecidos”, tienen más información, piensan que todo es posible,… por lo que el proceso para establecer los límites se puede convertir en una continua pelea, con el consiguiente desgaste psicológico para todos.
Considero fundamental que los padres y las madres entendamos que los adolescentes necesitan unos límites claros para poder madurar adecuadamente. Ellos los buscan y, además, tienen que comprobar la solidez de cada uno de los límites.
Si los padres nos mostramos blandos o no mantenemos una constancia, estamos invalidando los límites.
Cada edad requiere unos límites específicos. Si estos no se asumen cuando corresponde, resultará más difícil a medida que los jóvenes se hagan más mayores. A la hora de poner los límites tienden a resistirse y utilizan los recursos que les funcionan para saltárselos. Por ejemplo, si ellos descubren que no soportamos verles llorando o pataleando, los utilizarán para conseguir aquello que quieren.
También tenemos serias dificultades para decir “No” ante determinadas demandas que nos hace el hijo/a.
Pensamos que si decimos “no”, nos va a querer menos, máxime si entonces nos dice frases como: “Eres una mala madre” o “Tú no me quieres”.
Por último, señalo la sobreprotección como otro de los grandes problemas relacionado con los límites, pues para que los hijos “estén bien o no sufran” les solucionamos los problemas que pueden y necesitan resolver solos.
Mi cariño y admiración de siempre Maestro!!!
Me alegra mucho que este artículo haya generado amplios comentarios alrededor de un tema de gran importancia, sobre el que llevo mucho tiempo investigando desde mi perspectiva, y permite reflexionar y contrastar opiniones.
Quisiera hacer una puntualizaciones, que las separaré para abreviar y ser más claro:
– En el artículo, Miguel Ángel Santos habla de una carta recibida y que, lógicamente, tiene la prudencia de cambiar nombres para que no haya identificación posible. Ello lo convierte en un problema “teórico” o “hipotético” sobre el cual es posible opinar. La autora del escrito no se debe sentir aludida personalmente, puesto que no la conocemos y tampoco ello sería conveniente, para que ese “ejemplo” se mantenga en el ámbito de la teoría.
– Hace años, leí bastantes obras de un psiquiatra al que admiraba, Carlos Castilla del Pino, y que posteriormente tuve la oportunidad de conocerlo personalmente. Pues bien, es esos magníficos libros acudía a historiales de pacientes, siempre manteniendo el anonimato y adoptando la prudencia de que no se les pudiera identificar. Lógicamente, como lector los entendía como “ejemplos de la realidad”, pero que se quedaba en el conocimiento teórico. Si cito a este gran psiquiatra, del que os recomiendo “La casa del olivo” para que veáis la sinceridad con la que expresa su relación fracasada con algunos de sus hijos, es para que entendamos que en un artículo o libro se puede acudir a ejemplos de la realidad y mantener sobre ellos opiniones libres.
– En mi trabajo docente en la Universidad de Córdoba, llevo años investigando en los desarrollos emocionales de niños y niñas (también adolescentes) a través del dibujo de la familia. Os puedo asegurar que en sus dbujos nos cuentan y “hablan” con toda la espontaneidad de las relaciones con sus progenitores y hermanos/as, si los tuvieran. Dada su variedad,en medio de dibujos en los que manifiestan su cariño, se encuentran otros con conflictos bastante significativos y que nacen de las actuaciones de los padres. El problema que se presenta en los que han sido recogidos por mis alumnos es el de “¿Qué hacer?”. Aquí aparece la gran barrera, pues que los padres/madres te admitan que su hijo/a tiene un problema relacionado con ellos es casi imposible. Se consideran magníficos padres y de ningún modo tienen alguna responsabilidad en lo que les pasa sus hijos.
– Vivimos en una cultura judeo-cristiana que magnifica ser padres. De ahí viene ese mandamiento “Honrarás a tu padre y a tu madre”, pero no se acordaron de hacer otro que dijera “Ama a tu hijo o a tu hija y ayúdale a caminar por la vida”. Por otro lado, se crea “el pecado original” que todo recién nacido tiene que arrastrar; esto traducido a los ámbitos psicológicos nos indica que ellos tienen que soportar las crisis, conflictos, traumas, etc. de sus progenitores, puesto que les han dado la vida…
– Estoy de acuerdo que la educación conlleva límites, y que hay que aprender a decirles “no” desde muy pequeños; no hay nada más penoso que ver a chicos y chicas consentidos que se van a enfrentar a un mundo con el que chocarán y se darán cuenta de que “no son el ombligo del mundo”.
– Sigo pensando de que en medio de un conflicto no se puede descargar en un hijo (o una hija) una relación sobre la que anteriormente no se le ha hablado y se hace para “cargarse de razón”. Y aquí no hablo en plan teórico: conozco a personas que han tenido una infancia en la que un padre despótico se la destrozó, pero han sido capaces, muchas veces ayudados por sus parejas, de “cerrar” ese capítulo sin que acudieran a él para cargar de culpa a su hijo/a. Por otro lado, tampoco les han engañado: les han dado cierta información de la relación tan difícil que tuvieron con sus abuelos, y sin que ello fuera obstáculo para que se generara un buen encuentro entre abuelo-a/nieto-a.
– Finalmente, una persona que ama a su hijo admite que su padre pueda “redimirse” (término de connotaciones religiosas que no me gustan) con su nieto. El saber perdonar (y aquí no hay nada religioso, puesto que soy laico), aunque sea a través de los cambios de conductas con terceros, es una de las grandezas humanas.
La sobreprotección es muy dañina. Y el abandono también. Nada se puede hacer sin amor, pero con el amor no basta. Yo cfreo que la maáma del relato es una mamá que ha puesto las cosas en su sitio a su hijo. Le ha hablado con claridad y dureza. Le ha contado lo que sucede. Yo creo que ha actuado correctamente. Sin tapujos (con dureza) pero con amor.
Para D. Aureliano Sáinz.
La Carta, de Eduardo Galeano: “Eso, era eso lo que yo quería decir pero yo no sabía que era eso lo que yo quería decir”
Hola, en primer lugar mi enhorabuena a Santos Guerra, aunque no le conozco personalmente, por sus trabajos, sobretodo en Evaluación Educativa, me parece un maestro de maestros.
Aunque este foro hace ya casi un mes que se envió el último comentario, cuando he leído esta mañana el artículo me he quedado prendado de él. Entre otras cosas porque el ámbito profesional donde intervengo está inmerso con la intervención directa con menores adolescentes en conflicto. También soy padre de un adolescente.
Quisiera felicitar a esta madre, por su carta y por su posterior comentario, estoy en total acuerdo con María Martínez cuando expresa la necesidad del adolescente de afecto, de situarlo en una relación de calidez en su hogar, de quererlo y sentirse querido, también la necesidad de conocer límites, o que el respeto debe de ser una cuestión bidireccional, me parece muy acertado el comentario de esta madre cuando trata de decirnos que combinar todo esto es un difícil arte, tan complicado que a veces no está exento de cometer errores por ambas partes.
No seamos tan presuntuosos en querer juzgarlos, con todo el respeto, tengo la extraña sensación que los comentarios de Isabel y de Aureliano son realizados por personas jóvenes que denotan una gran preparación, pero que todavía no saben lo que significa ser padres de un chico o una chica adolescente y necesitan todavía camino profesional que recorrer.
Hola Eduardo! He vuelto por curiosidad a este artículo y me he encontrado con tu comentario. Gracias. Yo amo a mis hijos y a mi hija. Estoy enamorada de ellos. Ellos son toda la razón de caminar por este escarpado camino de la vida. Pero como siempre les digo, lamentablemente o por suerte, soy la madre. La que tiene que poner límites, la que tiene que decir que no, la que tiene que fundamentar esos no con poderosos argumentos, la que tiene que buscar momentos lo más oportunos posibles para producir buenos cambios en el corazón de ellos y ella. soy la madre, no puedo ser la amiga. Cuando algo está mal, está mal. Y lo tengo que explicar. No creas, también muchas veces me disculpo cuando hago algo incorrecto. Los quiero mucho, los quiero felices, pero por sobre todo los quiero buenas personas. Saben cuanto los quiero porque se los digo a diario. Y es parte del amor enseñarles a caminar por este mundo donde gran parte de las situaciones que nos tocan vivir nos resultan adversas. En un mundo en que todo se resuelve a los golpes y con violencia resulta difícil educar para la paz. Bueno, por lo menos lo intento… Un abrazo y gracias por tus palabras.
Para saber lo que es ser padre o madre de adolescentes es necesario tener uno en casa…