Viernes. Termino la tele, entrego la columna y cojo un tren. Destino: Madrid, Puerta de Atocha, Almudena Grandes. Escucho por primera vez en la megafonía del AVE lo de “Estación Almudena Grandes”. Me resulta extraño y me gusta a la vez, y recuerdo aquel poema en el alero de Luis García Montero que le escribió a su mujer, la “Grandes”, y en el que decía aquello de “pues todo se me olvida si tengo que aprender a recordarte”. Entonces miro a mi compañera de viaje, Nadia, siempre tan cerca, todo tan fácil y divertido, desde hace tanto, tan genial e inteligente, y sonrío tímidamente. Ella, sospecho, que no entiende nada. Da igual. El poema, de él a ella, de él a todos, ese poema en el alero de García Montero, se titulaba, “la ausencia es un formato de invierno”.
Sábado. Invierno en el Sierra de Madrid. Garganta de los Montes. Amanece un día limpio y manso. Se casan Carlos y Debo. Parece que esto va de parejitas y de amor pero no: va de la vida, va de todo. Celebramos la vida y el amor pero también la familia, la desconexión, este día limpio y manso, las mejores versiones… Comemos carne y bebemos Ramón Bilbao. Reímos y paseamos por los senderos. Hacía tanto que no volvía a la Sierra. Decía Sabina que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, y creo que se equivocaba. Aquí pasaron tantas cosas. Vemos aves de paso, paseamos sobre la hojarasca. Acero en el cielo y ocres en el suelo. Ahora estoy convencido: a pesar de que el tiempo haya hecho sus destrozos, que los ha hecho, hay que tratar de volver a los sitios donde uno fue feliz. Me quedan unos cuantos. Los apunto, a modo de lista del Mercadona en el bloc de notas del teléfono, y sigo adelante, siempre adelante.
Domingo. Volvemos a casa. En el tren, leo el dietario de Loma y me cago en su barba decimonónica, decimonónica porque parece un asesor de Prim o un esbirro de Larra. Contubernio. Escribe Loma de trenes y de molletes. Escribe con el lector enfrente y siendo él mismo. Dice el perla: “La columna sin escribir. No sé si ordenar ideas para escribirla u ordenar el salón”. El día que haga algo que se parezca la mitad de la mitad de la mitad de lo que escribe Loma, con la mitad de la mitad de ingenio, entonces, solo entonces, podré decir que soy columnista.
Lunes. Viene Ricardo Marín a la tele. Ricardo es, en mi opinión, uno de los mejores guitarristas de nuestro país. Ha trabajado con la canela fina y el oro del Perú. Es el director musical de Manolo García y ha acompañado a Rosario, Raimundo Amador, Estopa, David Summers… Empieza gira ahora con Ariel Rot. Hablamos de música, de giras, de la soledad de los hoteles, de la adrenalina de los escenarios y los platós …, y llegamos a la conclusión de que no hay mayor incendio que la pasión. Ricardo presenta su último trabajo y suena a Antonio Vega y a Pau Donés. Suena triste y suena muy bien. Ricardo se ha inspirado en un poema de Martha Medeiros y dice que “muere lentamente quién no encuentra nunca su dolor”. Qué triste, qué bello y qué bien.
Martes. Cerramos una producción de encargo que hemos grabado durante los últimos días. 66 entrevistas en 11 jornadas. De locos, un día exploto. Ya escribiré de ello. Tiene que ver con el Tercer Sector. Tiene que ver con cómo convertir el dolor en otra cosa, convertir el dolor en solidaridad, en satisfacción, en hacer algo juntos, en hacer algo. Otra vez, la mejor versión. Ya digo que escribiré sobre ello. La próxima. Lo prometo.
Miércoles. Tengo una sensación desagradable. La polarización del movimiento feminista empaña la protesta del 8-M. La bronca llega a la calle y miles de mujeres se sienten obligadas a elegir. Hay división, hay diferencias. Hablo con amigas como Teresa Santos, Pilar Triguero, Amparo Bilbao… Feminista de siempre que se las saben todas y que me tranquilizan: “son 300 años de feminismo ilustrado / siempre ha habido problemas y diferencias / el movimiento es imparable”. Aplico esa perspectiva histórica y entiendo que nunca se avanza de manera lineal pero que mientras tengamos el foco, el movimiento por la igualdad es invencible.
Jueves. Presento los Premios ASTER y la Graduación de ESIC 2023. Excelencia, talento, esfuerzo y el Gaudeamus Igitur. Me duele la garganta pero me salvan las ganas y el agua. Uno de los alumnos, Don Manuel Tovar, habla de su experiencia y explica un concepto como el “areté”. Areté es una antigua palabra griega que significa excelencia o virtud. El areté de algo es el estado de mayor calidad que puede o se debe alcanzar, la mejor versión, vivir la vida centrado en la calidad de todo lo que haces y experimentas. Felicidad y servicio, digamos. Ser bueno en lo tuyo pero, sobre todo, ser bueno, buena persona. Al volver a casa en el coche, cuando sobrevuelo la A-7 y la noche solo tiene oídos, suena Bobby McFerrin en la radio, “don’t worry be happy”. O sea, “no te preocupes, se feliz”. Vuelvo a sonreír tímidamente.
Viernes. Nos vemos con la cantante Georgina, que tiene una de las sonrisas más bonitas del planeta, y sale el sol y hace un calorcito muy agradable. Primavera en la ciudad. Siempre pasa con ella. Es genial. Me encanta, Georgina, me encanta la gente que es luz. La luz fue lo primero, el primer recuerdo. Habrá que comerse el finde. Areté, la mejor versión. Feliz día, queridos.