A veces, sin que te enteres, me acerco a tu puerta y escucho. Sé que no debería hacerlo. Me acerco e intento entrar en tu mundo, comprender algo de lo que pasa ahí dentro, ese fuego, ese frío, esas palabras que vuelan y se escapan por la ventana, tu escritorio gastado, los deseos tan nuevos, la siguiente pantalla, la niebla que en ocasiones te ciega, las ganas de querer ser mayor. Escucho tu lección al otro lado: “El Imperio Bizantino…” Pongo mi cabeza junto a tu puerta, hija, presto atención e intento entender algo. Y quiero pensar entonces que escucho tu respiración que es el tic-tac de mis días y una escalera hacia el resto de tu vida. Al otro lado de la puerta, tu mundo.
A veces, pienso en tu mundo, uno de los mejores sitios del mundo. Tu mundo, en el que retumbo, donde todo está por descubrir, por hacer, por ver: entre la parada del bus, medio dormida, a primera hora, cuando te dejo, las clases en el insti, donde el tiempo se detiene y alguien de la fila de atrás te hace reír a carcajadas, las tardes en tu cuarto, los findes en la calle, la pantalla, tus redes, tus enredos… Ese mundo de cristal en el que bailas descalza y creces y sientes y piensas cómo hacerlo mejor. A veces, me meto en tu mundo interior, en lo que sientes, lo que imaginas, en lo que vas a decidir antes de la siguiente tormenta.
A veces, pienso en tus tormentas. Sé que puedes subir muy alto y luego desaparecer, y que a veces te rompes y no quieres llorar, y me gustaría decirte que no pasa nada, que todo cambia siempre, que las cosas se van colocando en su sitio sobre este suelo de lava. La vida, a veces, es rara pero debes saber que al otro lado de los miedos y las tormentas están tus sueños y tus deseos y estamos nosotros. Salta, no lo dudes, porque estoy seguro de que después de la tormenta siempre llega la calma pero sé que detrás de ti, de mi, de nosotros, estoy seguro de que no hay nada. Aprovéchalo todo, cómete la vida, salta, salta, salta a la siguiente pantalla, no dudes, vive.
A veces, te miro frente a la pantalla, en Instagram o en Tik Tok, tú sobre la luz azul, y pienso en lo frágil que es todo y en la nada y sé que estoy equivocado. Nos dijeron lo del salto generacional, lo de la brecha digital, pero en verdad, ahora sé, que entre nuestras generaciones existe un abismo, un desierto eterno, uno y otro, en ocasiones, a años luz en el especio exterior. Escucho tu música, miro tus fotos y tus historias e intento entender algo que se me escapa. Sin embargo, también sé, que estoy en lo cierto. Es como el gato de Schrödinger. Estamos tan cerca, otra vez, tan parecidos, tú y yo, al otro lado de la puerta, tanto que te puedo sentir respirar, crecer, un poco más, ahora mismo, al otro lado.
A veces, te imagino en el insti siendo la puta ama, sintiéndote increíble, muy guapa, dinamita, levante ambulante y muchas ganas de vivir. Y algunos, o algunas, imagino, que te miran con envidia, con cierto desdén por los pasillos. ¿Te digo una cosa? No hagas caso. Sobrevuélalos. Puede que no te entiendan y no es culpa tuya. Piensa en la empatía, en el cariño, en tu presencia, en todo lo que te hemos enseñado mamá y Álex y yo. Un consejo: quiérete mucho para poder querer a los demás. Y luego, te imagino salir corriendo, subir muy alto, separarte del suelo como si fueras un ángel, desaparecer.
A veces, te veo desaparecer, “hasta luego…”, y luego os veo en la calle, frente a la puerta del chino, en grupo o en parejas, tan diferentes de todos, tan idénticas entre vosotras, la camiseta, los shorts, ese pelo, esa juventud rebosante de la que ni siquiera sois conscientes. Al pasar cerca, os escucho hablar y me gustaría deciros lo rápido que pasa todo, lo mayores que veréis en unos años a vuestros abuelos, a nosotros, tus padres, y el frío vértigo que produce el tiempo. Pero también lo rápido que creceréis, la vida maravillosa que os espera, una vida rara y maravillosa. Os veo en ese lugar en el que pasan las cosas por primera vez y, entonces, no quiero ser chapas y sigo andando. Solo te saludo de lejos y cuando nadie mira, te pongo cara de tonto, hago una mueca, esa que te sonroja y te hace gracia. Papil, Anitaaa.
A veces, te evoco en el futuro, yo tan mayor, tú tan bonita, tan decidida como siempre, echá p´lante, dispuesta, inteligente, como siempre, la más Plómez de los Plómez, puro Rock n´Roll Animal, comiéndote la vida, Anita, loquito por tus huesos y por tus espinas, y estoy tranquilo sabiendo que lo harás bien, que te equivocarás, y volverás a acertar, creyendo en ti porque todo lo que crees lo creas, siendo tú misma, disfrutando de cada instante, agradeciendo, perdonando, respetando, sintiendo, emocionándote, responsable, libre… Te imagino mayor, tú tan bonita, yo tan orgulloso, como ahora al otro lado de la puerta, escuchando tu respiración, la lección, el tic-tac, la escalera, tu mundo.