Lo mejor es volver

21 May
Actuación de Dry Martina.

Nos subimos al AVE, un AVE silencioso y abarrotado, extraño y el de siempre, un AVE que vuelve a volar cargado y uno, en este tren que une ciudades, personas y sueños, tiene otra vez la misma sensación, esa paradoja abierta y en bucle que dice: «que ganas de ver Madrid, que ganas de volver a casa, a Málaga».

Taxi, Uber, M-30, Castellana, Duque de Pastrana… Los taxistas de Madrid escuchan la COPE. Todos los taxistas de Madrid son siempre el mismo taxista. Dicen: «aquí nos han dejado trabajar, por eso ha ganado Ayuso, no es algo ideológico». Dicen Ayuso, y no Díaz Ayuso, ni Isabel o IDA, tal y como dicen Plaza España y no Plaza de España. Los taxistas de Madrid hablan su propio idioma con un mismo acento. Yo miro por la ventanilla, bajamos Serrano, observo la ciudad de las agujas, reflejándose en su propio contoneo, en su respiración acelerada y sospecho que en Madrid todo es igual y todo está cambiando, siempre e irremediablemente, y que Madrid piensa mucho en Madrid.

Trabajamos en FITUR, hoguera de las vanidades, ventana, escaparate y necesidad biológica de una tierra que vive del turismo. Hacemos varios directos para la tele, periodismo de calle y moqueta. Hablo con el presidente, Moreno, con la ministra, Maroto, con Casado, con Salado… Pierdo la cuenta. Todos estamos maravillosos y sonreímos. Ninguno pensaba en febrero que estaríamos aquí. Es extraño: hay poca gente, las mascarillas, montajes más austeros, sí, pero estamos en FITUR, de nuevo, por fin. Hay un ligero viento de levante y esperanza dentro del Pabellón 5 de IFEMA. Aquí, donde fue el hospital de campaña más grande de Europa, ahora crece una flor que acabará siendo bosque. Escribo esta última línea y sonrío.

Comemos huevos rotos y oreja en La Ribera, Cascorro 13, La Latina, mi barrio de niño. En estas calles echaba carreras de bici y jugaba al fútbol antes de que se convirtiera en el barrio más cool de la ciudad. Veo a mi hermano y nos ponemos al día. Nos abrazamos y echamos cuentas. Llevábamos desde julio sin vernos. Casi un año. El abrazo de un hermano mayor es abrigo, casa y espuma. Un hermano mayor, aunque todos seamos ya bastante mayores, siempre es aquellos juegos, aquellas peleas, aquellos descubrimientos y ahora, de alguna manera, todo vuelve en este abrazo. Demasiado tiempo casi ya no significa nada.

Noche de fiesta en el Palacio de los Duques de Pastrana. El Patronato de Turismo monta un sarao. Laura de Dry Martina canta desde el cielo de Madrid. Laura de Dry Martina canta a Málaga «al son de la buena vida». Me encanta la canción y el vídeo. Cuando termina, alternamos con malagueños exquisitos, algunos exiliados. Fran Perea, Salva Reina, Miguel Ángel Martín, La Mari…, reímos y brindamos. En un aparte, le digo a Laura, cantautora, vedette, una Dry Martina agitada y removida, que como pille su canción un anuncio de cerveza mediterránea se viene canción del verano. Ella ríe y, entonces, se levanta una nueva brisa, una especie de levante refrescante en esta primavera madrileña.

En Madrid, siempre hay encuentros casuales y loquísimos. Me cruzo con Jesús Nieto Jurado, malagueño, columnista de oro y grana y trilero de las palabras y de la vida. Me dice que ahora escribe para El Mundo, que ha dejado El Español y a Pedro J., que no ha aprendido nada. Nieto Jurado, que es un hijo adoptivo de Raúl del Pozo, habla como un cura loco sobre la excentricidad del artista que no puede, por necesidad, ser otra cosa que artista. Nieto Jurado escribe de puta madre y es mi enfant terrible favorito: un viejo nuevo amigo. Siempre nos deberemos una juerga. Al despedirme, ya le veo vacilando con dos azafatas. Benditos los Nieto Jurado que me siguen dando la vida.

Lo mejor, y termino esta columna que es un diario a la madrileña, es volver a ver a mamá. Veo a mamá, vuelvo a verla, vuelvo a su nueva casa, toco sus manos, acaricio sus uñas como hacía de niño, vuelvo a oírla sonreír, esa carcajada perfecta. Nadia, que va a su lado, le dice:»¿sabes cómo le llama Anita a la mascarilla? Bar-bu-quejo». Y otra vez, la carcajada, la sonrisa perfecta, y otra vez la brisa, el levante refrescante de esta primavera madrileña que ya echo de menos mientras vuelvo a casa, a Málaga, por fin.

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