Otra vez, tarde y mal

4 Sep

Esta pandemia nos ha colocado frente al espejo y frente a nuestros propios monstruos. Una sacudida tremenda sobre la que aún estamos, temblando, tras la mascarilla, en shock, donde la incertidumbre, como una sombra, lo nubla todo y los peores presagios parece que se siguen cumpliendo. Desde hace semanas, meses, hablamos de la vuelta al cole y volvemos a olvidarnos de lo importante para centrarnos solo en lo urgente. Otra vez, llegamos tarde y mal.


Perdonen las molestias pero no hay debate: la vuelta al cole no se discute. No hablamos de la presencialidad, que es siempre prioritaria, necesaria, obvia, todos queremos que nuestros hijos vayan al cole con normalidad, o sobre lo que usted, amigo lector, vaya a hacer al respecto. No se trata de eso. Este no es el debate. Desde aquí mi empatía a los que decidan llevar o no llevar a sus pequeños. Entiendo el miedo, yo tengo dudas. No desviemos la atención, no nos enfrentemos y nos dividamos, no discutamos sobre lo que no hay discusión porque perderemos el tiempo…, y lo que necesitamos es tiempo.

El único debate que debemos tener trata sobre una vuelta al cole con garantías, totalmente segura, con todos los recursos necesarios y los protocolos exigibles. Para ello, hay que escuchar más a la comunidad educativa y científica que tienen las claves y los días, y activar un sistema de semipresencialidad que sea efectivo ante lo que pueda venir. Recuerdo a El Roto, aquella viñeta, donde un hombre explicaba: “cuánto más claro veo los números, más borrosas veo a las personas”. No quiero ni pensar que pasará si llegan los contagios a los centros, un gran rebrote, imaginen los fallecidos cercanos, a la puerta del cole, con nombres y apellidos, el abuelo de Manolito por ejemplo, uno de los nuestros. Espero equivocarme.

Los centros de enseñanza tienen que abrir, y tendrán que estar abiertos. Eso está claro. Los colegios cumplen con una finalidad no solo educativa, sino social que resulta evidente. Las escuelas, y todos estamos de acuerdo en esta parte, sirven de equilibrio y su cierre solo abriría más la herida de la desigualdad social y la brecha digital de muchas familias. Los colegios tienen que estar abiertos, claro, pero debería darse la posibilidad de elegir.

Muchas familias, me consta porque recibo mensajes, tienen miedo. Yo, al menos, a esta hora, tengo muchas dudas. El miedo es libre y, ya sabemos, que para quién tiene miedo todo son ruidos. Se cierra el ocio nocturno, las playas, los centros de salud y las administraciones atienden con cita previa y, sin embargo, abrimos los coles y entonces recuerdo la última portada de Charlie Hebdo y tiemblo.

La vuelta cole debe ser flexible y se debe abrir la vía de la voluntariedad. Imaginen una familia con abuelos en casa, personas de riesgo; imaginen el miedo, el miedo al miedo Debemos atender y entender sus denuncias ante la actual situación, comprender que vivimos en un contexto único y que las medidas, durante estos meses, deberán serán extraordinarias, imaginativas, distintas, conciliadoras, únicas… Miremos a Dinamarca o Canadá que han optado por una vuelta al cole presencial voluntaria.

Porque ese es el otro debate que emerge ahora con fuerza. No se ha trabajado en un sistema mínimo de conciliación, reglamentado y eficiente, un plan que apoye a las familias para poder trabajar y no tener que renunciar a su empleo si uno de sus hijos está en cuarentena o tiene un mínimo síntoma compatible con Covid-19. Volvemos a caer en nuestra trampa, frente al espejo, frente a nuestros monstruos que son nuestros deberes sin hacer y los retrasos.

Los políticos llegan tarde, lo siento. No se pueden tomar medidas a falta de semanas, días. Las prisas nunca son buenas consejeras y solo denotan improvisación y una falta de responsabilidad tremenda. Una responsabilidad que se licua del Gobierno de España a las Comunidades Autónomas, y de las CC.AA., finalmente, a los centros, a los maestros, madres, padres, a la comunidad educativa. Por cierto, no hay Plan B o, al menos, no lo conozco.

Y entonces, a esta altura de la columna, recibo el mensaje de una maestra amiga: “Tenemos más horas, más alumnado y el mismo espacio”, me dice, “no están dando opciones a profesorado con riesgo alto, de más de 55 años, con enfermedades previas”, y concluye: “es todo muy triste, llevo todo el día delante del ordenador pero no sé por dónde empezar, porque a día de hoy no sé qué voy a dar ni en qué condiciones. Un despropósito”. Y yo mientras intento entender a los maestros, a los que se vuelve a olvidar.

No se trata de ti o de mí, sino de nosotros, de todos nosotros, porque la educación es cosa de todos. No debemos debatir para dividirnos sino centrar el objeto de la discusión. No podemos sentirnos culpables ante lo que otros no han hecho. Volver al cole con seguridad, preparar un plan de semipresencialidad, un plan B, permitir a los padres y madres elegir y dotarles de las herramientas necesarias para garantizar la mejor educación de sus hijos, valorar al profesorado y ponerse en su lugar, activar ya un verdadero sistema de conciliación…, estas son las cuestiones que deben abordar YA la comunidad educativa y nuestra clase política. Los colegios deben abrir, claro, pero con ratios menores, con más maestros y con sistemas de rastreo.

Volvamos a los coles seguros y conciliemos. Como dijo Marina: “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Hagamos que esta crisis sirva de algo, sea una oportunidad, nos haga mejores porque de no ser así, solo será lo contrario, y perderemos. Abordemos lo importante, de una vez por todas: salud, educación, conciliación, sobre la base, desde el meollo…, nos va la vida en ello.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *