Para quien tiene miedo, todos son ruidos

31 Ene
Una familia de Sri Lanka con mascarillas tras la alerta por coronavirus en su país / EP
Una familia de Sri Lanka con mascarillas tras la alerta por coronavirus en su país / EP

La historia del ser humano podría resumirse en la historia de nuestra relación con los virus. La palabra virus deviene del latín virus, «toxina» o «veneno». Hay clasificados más de dos mil clases de virus. Sólo un diez por ciento de ellos ataca al ser humano. En el siglo pasado, los virus se cobraron la vida de 150 millones de personas.

La última palabra que ha saltado a la actualidad informativa es coronavirus. El brote del virus originado en Wuhan, China, ha causado ya cientos de muertos y miles infectados, cuando publico esta columna, y comienza a propagar una inquietud global. En Europa ya se han dado varios casos y la OMS ha declarado la alerta sanitaria global. Una palabra bastará para enfermarnos: co-ro-na-vi-rus.

Peter Brian Medawar, investigador, escribió: “un virus es un trozo de ácido nucleico rodeado de malas noticias”. La peor noticia, aunque esto suene mal, no son las muertes -la gripe mata indiscriminadamente a millones de personas cada año en todo el mundo-, sino que nos enfrentamos a una novedad. Lo inédito siempre cuesta más. Somos seres de rutinas.

Frente a nuestras rutinas, la novedad de un virus que proviene de China, y frente a la novedad, el asfixiante y ulterior miedo. Los seres humanos hemos vivido siempre rodeados de miedos. Bien gestionados nos mantienen alerta pero el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son. Leo a Sófocles: «para quien tiene miedo, todo son ruidos».

Hagamos un ejercicio de regresión. Hace unos años la amenaza apocalíptica de la gripe A copaba todos los titulares de la prensa. La Gripe A se nos aparecía, en las Noticias de las 3, siniestra, letal, como la nueva peste. Temblábamos. En aquella ocasión, la OMS declaró la pandemia mundial –cambiando los estándares habituales-. Saltaron las alarmas. El inicio del precipicio. Los titulares diarios. El miedo, otra vez, el miedo, como ahora.

También ocurrió con el Ébola, ¿recordáis? El gran problema, y aquí tocamos hueso, es que dentro del virus del miedo se esconde la manipulación. Otro chasquido en el relato. El mundo de la información no nos vacuna contra la manipulación: el poder es de quien maneja los resortes de la emoción. El rumor, como los virus, como la gripe A, como el ébola, como las fakenews de Internet, o un malware, siempre se propaga con más rapidez en entornos favorables.

Os diré una cosa:  en estos días, de titulares y tertulias, de traslados y cuarentenas, lo mejor es apelar a la prudencia. Como ya pasó antes, y cómo pasa ahora con el coronavirus, lo que se propaga más rápidamente es el virus del miedo y la manipulación. El entorno es favorable. Tenemos que ser fuertes, prudentes, estar mejor informados, no alarmados.

Para terminar, os contaré un cuento. Hace unos años la Gripe A mutó, saltó fronteras, la OMS generó una alarma global, los medios la amplificamos, la gente se estremeció, los gobiernos compraron por valores millonarios vacunas que nos salvarían, los contribuyentes pagamos a toca teja unas medicinas que no valieron y las farmacéuticas, finalmente, ganaron dividendos multimillonarios. Fin del cuento.

Un virus, el miedo, la manipulación, los jetas, la magia del trilero que juega con nuestros sentimientos y las lecciones que nos ofrece la vida. La historia del ser humano es la historia de nuestra relación con estos microorganismos. Virus y humanos, al fin y al cabo, sólo tenemos un objetivo: sobrevivir

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