Malaka es la cara oculta de la luna. La luna es Málaga. Málaga, como todos, tiene una cara oculta. Malaka nos la enseña tal y como es, no la tapa ni la ensalza. Esta semana, ha terminado la serie de RTVE y Globomedia, Malaka, y declararé por delante su necesidad y mi grata contenida sorpresa.
Malaka es la falta de esperanza de los que no tienen ninguna esperanza. La ausencia de salidas de emergencia, la frustrante mala gestión de la decepción y un campero de consolación en la casa de la Tota. Malaka nos enseña El Dorado, el oro, el moro, el chándal y la víscera, la calle Caída y los polis corruptos. “Cuando naces pa´martillo, del cielo te caen los clavos”, dice el perla.
Malaka es Málaga y, también, su cara oculta. Malaka tiene como una protagonista más de la serie a la ciudad de Málaga pero es esa ciudad que no sale en los vídeos promocionales de Diputación, ni en los folletos de los Tour Operadores. Es la Málaga de la Pamilla y del Peñón del Cuervo, donde los desheredados trapichean y buscan Oro como en La Lucha por la Vida, de Baroja, o sea una malahierba en mal lugar y otra bala perdida.
Malaka ha sido también el enfrentamiento goyesco en el fango de las redes sociales sobre lo que se debe ser y lo que se debe ver, lo que es Málaga y sus cosas. Una discusión que, en mi opinión aporta poco, porque lo que es, es, y Málaga es calle Larios y la Palmilla y el baile de un acento que se come las letras y se inventa palabras.
Malaka es la presentación en sociedad de una manera de hablar que, ahí fuera, desconocían. La normalización de un acento, un modo de ser, porque el hablar es el “ser” disparado en tromba, otra bala, y la sentencia de unos merdellones alikindoi y a la bulla, esnortaos, y un expolicía zaborío y bodeguita.
Malaka es Salva Reina mordiéndose la lengua y las ganas, apretando los puños, intentando salir del barrio. Es muy gustoso ver a Salva en un papel protagonista, dramático, en el límite, tan alejando de la comedia y los monólogos, frente a la trampa del Gato, con siete vidas, bajándose de otro coche, para terminar a golpes en la Playa de Sacaba o escapando en un bote frente a El Palo.
Pero Malaka también es Magui Civantos a lo Veronica Lake, Vicente Romero sin salida, dentro de su petaca que es un laberinto, y Laura Baena, como me dijo hace poco “actriz de barrio”, con un pastel llamado La Tota que se lo come, y Víctor Castilla tan alobao y guarnío, y tan genial y Cuca, y la Noe, y mi Toni, y el Chule, y todos esos episódicos y extras que conocemos o nos suenan.
Malaka es Dani Corpas, Samuel Pinazo, Isa Sánchez y toda esa pandilla de escritores, guionistas, majaretas, malaguitas, que nunca salen y que demuestran que exportamos talento a palas también tras las cámaras, en los despachos de producción, entre textos tachados y escaletas que no dejan de danzar. Chicos, amigos, os digo, a la cara, ya os lo diré, que habéis conseguido que nos sintamos muy dignos de todo lo que habéis conseguido.
Malaka es, en definitiva, una necesidad y una contenida grata sorpresa, la cara oculta de la luna, la otra Málaga, la malahierba y el oro, el Gato, la Tota y la huida, el barrio, y la seguridad de que “cuando naces pa´martillo, del cielo te caen los clavos”.