Dos clavos en las alas de Fran Perea: en una mano, un libro; en la otra, un disco. Dos obras completas, complementarias, comprometidas, un único camino de miedo y rito, la explicación, la expiración, el nudo y el desenlace, un ovillo, una madeja, sorpresa y enganche…, viaja la palabra.
Fran Perea a tumba abierta, bajando el Mortirolo a 92 kilómetros por hora, displicente, sereno, resuelto y con una leve sonrisa de compinche; Fran Pera desnudándose frente a un espejo, solo, mostrando sus cicatrices y sus marcas de nacimiento; Fran Perea en un estudio, solo, otra vez, dándolo todo y a punto de perder la pista, frente a su próxima canción, una hoja en blanco, el vértigo, asomándose al inicio de un nuevo precipicio.
Fran Perea ha sacado nuevo trabajo. Nuevo disco. Nuevo libro. El disco es una espina dorsal de canciones que son poemas y rosas, y poemas que son canciones, y un retrato íntegro del que vivió, lo que fue, lo que está en él, lo que se lleva. El libro es un puñetazo de escritura automática y madura sobre los retos de un puzzle inacabado. Algo así como un ajuste de cuentas, un manual para supervivientes.
Fran ha cumplido 40 años y vuelve para regalarnos un ambicioso proyecto lleno de hondura y verdad. Le pregunto al respecto, por lo de la edad y la madurez, por el ajuste de cuentas y responde: “es una buena edad para pararse a ver que ha pasado”
A Fran Perea le he podido entrevistar en varias ocasiones. Tenemos amigos comunes. Es un buen tipo.Me avisaron bien, no fallaron. Siempre encontré lo que veía cuando le veía. Me dijeron que era buena gente. Le veo, otra vez, a ese chico de barrio, sin filtros, un chico normal que podía vivir en la casa de al lado, ajeno a su propio éxito y a la nicotina de la fama. Un buen tipo generoso, amable y atento. Me cae bien Fran Perea que gana en el mano a mano y el cabrón, me gana, con su cavernosa voz.
En una ocasión, en un programa de la tele, le puse dos micros de radio, bajamos las luces , y fingimos que estábamos en un estudio. La voz de Fran, tono bajo, más bajo aún, como en un espacio de madrugada de ginebra y humo. Recuerdo la voz de Fran en “El camino de los ingleses”, esa manera de narrar, una voz en off que baila entre la lluvia y que moja a Miguelito mientras el tiempo se escapa. Aún me emociona.
Vuelvo. Viaja la palabra. A un lado el libro. Al otro mi móvil con Spotify y, conectado por los auriculares, escucho el disco. “Era de insomnio”, una de mis favoritas, a lo Leonard Cohen o Nick Cave, perdiendo el sombrero, mientras mira a los peces enganchados en las redes. Sobrevive, nada más y no es poco. Sostengo que es un trabajo necesario, lleno de tramas y madejas con el lujo de los invitados: Rozalén y Ara Malikian. Trufa negra.
Observo su trabajo. Intento tomar distancia. Me dice que está en el límite de la valentía y la temeridad. Disfruto con las ilustraciones. Las letras honestas, las melodías, ocho años después, un trabajo transversal que va más allá y más allá: un disco, un libro y una puesta en escena con efectos audiovisuales, y donde el recorrido vital de Fran se hace más hondo, de una gran profundidad emocional.
Al final, todo es un camino. Ítaca, mejor la trama que el desenlace. Kerouac, On The Road, Drexler, Ara, Rozalén, el Circo Price y la Sala María Cristina . Y allí, al fondo del hondo todo está Fran como un guerrero torpe, esquivando la fama, tímido, gigante, boquerón, empezando en el cole Los Olivos, Fran dibujado en azul, en rojo, Fran en diez capítulos, en diez canciones, su voz, de perfil, presente, mejor que nunca, con dos clavos y su palabra que viaja.
Aquí la entrevista con Fran Perea en Llegó la Hora de 101 TV Málaga: