Yo soy feminista. Todos deberíamos ser feministas. Ser feminista no te convierte en la mejor persona del mundo pero no ser feminista te puede convertir en casi nada. Yo soy feminista y, sin embargo, estoy muy lejos de serlo.
Ser feminista es pensar el mundo diferente. El mundo se ha creado con la figura del hombre en el centro de la transversalidad. El feminismo plantea otro orden, reordena desde la justicia, e iguala a todos. Ser feminista es pensar el mundo de forma radicalmente distinta -ese ejercicio de duda, ya puede valer la pena- y te planeta subvertir el modelo de dominación planteado durante siglos. Ser feminista es ser más justo.
Asociaciones de mujeres de todo el mundo proponen que hoy, miércoles 8 de marzo, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, las mujeres hagan huelga, o lo que es lo mismo, que no hagan ni su trabajo remunerado ni el que no lo es. El objetivo es visibilizar los cuidados que asumen las mujeres, la brecha salarial, las múltiples violencias que sufren…
Ser feminista es ser revolucionario, es una propuesta alternativa, justa, de principios éticos y no violencia. Ser feminista es una acción en un mundo de inacciones. Es desobediencia e insurgencia para que todo vaya mejor. Cuantas veces nos hemos planteado como iría la historia en un mundo donde mujeres y hombres soportasen por igual las vigas del poder y la responsabilidad.
Ser feminista te hace ponerte frente a los feminicidios de Méxicos, a los poderosos iraníes que han recortado los derechos de las mujeres, a eurodiputados polacos que hacen discursos machistas y sexistas que calan, a esos tipos groseros que chillan desde la banda a una árbitra en un campo de fútbol…
Sí, soy feminista pero, en verdad, solo digo que soy feminista. Estoy lejos de serlo sinceramente. Les cuento: a lo largo de mi vida he asumido ciertas cuestiones al respecto de la igualdad para sentir la conciencia tranquila. Avanzo en ello pero siento que sigo estando lejos de conocer los privilegios que tengo por haber nacido hombre y, mucho menos, de haber renunciado a ellos. Nací en un mundo machista donde, por ejemplo, en casa, de pequeños, mi hermana por ser mujer soportaba cargas domésticas que mi hermano y yo jamás tuvimos y que ni siquiera nos planteábamos.
La herencia cultural machista es grande, el peso se desborda y es invisible. Los hombres de nuestra generación seguimos viviendo con un montón de garantías extras, garantías que no tienen las mujeres, que asumimos de forma gratuita, privilegios regalados por la sociedad por el hecho de haber nacidos hombres. No nos damos cuenta pero ahí están.
La discriminación de la mujer se perpetúa en los estereotipos que promueven la desigualdad entre hombres y mujeres a base de creernos un relato. Los micromachismos son una muestra clara de lo que hablo. No nos damos cuenta pero así es. Sí, me considero feminista pero siento que me queda mucho para serlo de verdad. Puede que sea un camino, un constante ejercicio de actualización, de reconstrucción y asumo que es un trabajo que me llevará toda la vida.
Ser feminista es ponerte en el lugar de ellas y ver el gran escalón que nos separa. Ser feminista es estar radicalmente en contra del machismo, el machismo que asesina, comercializa, mutila, maltrata a mujeres, un machsimo que les da los peores puestos de trabajo y les paga menos, que menosprecia, insulta, acosa, viola…
Tengo dos hijas y quiero un mundo mejor para ellas… Por eso, también soy feminista.