Más allá de las primeras impresiones a pie de pantalla, de las preocupaciones, los miedos, los enfados, los bajones bursátiles…, los resultados de las Elecciones Presidenciales de los Estados Unidos de América y la victoria de Donald Trump nos deben a hacer reflexionar. Aquí unas primeras notas del estudio anatómico forense al respecto.
Creímos que lo improbable sería imposible. En algún momento, todos pensamos que Trump caería, que todo era una locura, una broma de mal gusto, que no podría llegar más lejos. En la Convención de Cleveland, en medio de la campaña, en una de sus escalas en Detroit, en otro escándalo… Lo mejor del chiste venía al final que, en verdad, es otro principio.
Mi amigo Manuel Azuaga, el Maestro Azuaga, apunta en su muro de Facebook una frase de Voltaire: “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable”.
Análisis de los medios de comunicación, o sea nosotros, lo que ahora nos rasgamos las vestiduras y dudamos. Trump ha utilizado a los mass media. Por ejemplo, en los debates presidenciales de la CNN exigía ser pagado porque “él era la estrella, y llevaría audiencia”. El rating manda y, luego, tarde y mal, llegamos nosotros (ohhh, pequeños mercurios de la opinión) con nuestras columnas plañideras. Suspenso para el periodismo, los medios y la madre que nos parió, expertos en analizar los resultados y no en anticiparlos.
Sobre el escepticismo. Podemos ser escépticos pero entonces, cuando lo somos, ya no podemos ser otra cosa. El escepticismo que los estadounidenses sienten por su gobierno (esta frase la podemos trasladar a España o a cualquier otro país de occidente) se ha revelado como una forma automática de paralización de la necesaria disposición de la sociedad a ejercer los mecanismos de control sobre la administración. Otro fallo, no me lo nieguen.
Aquí yace la vieja política. Clinton caía mal a los americanos, sí, es verdad, pero representaba las mecánicas convencionales de la política tradicional. Una mujer sin errores, burócrata de largo historial, posiblemente la primera presidenta americana, pero una mujer que no despertaba tensiones, emociones, el lugar donde reside lo que más condiciona al ser humano: el miedo. La vieja política ha muerto.
Tengo miedo de vuestro miedo. Ese miedo, justo esa sensación, que lo impregna todo, la bilis negra, es la que hace que nos olvidemos del bosque y miremos solo el dedo, ese dedo que señala el racismo, la xenofobia, el machismo, los muros de México, los abrazos de Putin, el autoritarismo… Ese dedo gordo y sonrosado de Trump que nos hace olvidar lo que somos, lo que hemos conseguido hasta llegar aquí, que nos hace, en definitiva, ser peores. Nota: es mejor vivir sin miedo.
“Los ojos de Fred Trump eran increíbles. Míster Trump los tiene calcados”, señaló Anthony Senecal, mayordomo de la familia. Intentemos ver algunas virtudes en el ángel caído a los cielos. 1. Lo que los americanos llaman el selfdeprecating, algo así como el saber reírse de uno mismo; 2. es estratega y auténtico, aunque nos duela; 3. conoce la naturaleza humana y sabe atacar a sus flancos más raquíticos; 4. tiene autoestima; y 5, como otros tantos populistas, sabe hacer la foto de la situación, Trump ha sabido mejor que nadie captar el estado de ánimos de los americanos.
Populismo, nacionalismo, Dios, familia, país, todos estos valores que aman los americanos, la Segunda Enmienda, la herencia, las tradiciones que desaparecen… A pesar del aparente progreso de las ideas, la realidad sigue emergiendo. Una parte, mayoritaria en ocasiones, sigue negándose a un mundo mejor, en paz, en progreso, quizás porque no conocen alternativas.
“Parece que Trump no gusta a nadie… excepto a millones de votantes americanos”. John Anderson (Illinois).