Sonrían, digan “pa-ta-ta”. Hoy es otro día, quizás el mejor de todos. Sé lo que están pensando pero, a estas alturas, da igual. Javier Puche dice que “la realidad se salva porque existe el mar, esa ficción azul”. Le doy la razón a Javi, le doy un Like y se lo compro todo. Al fin y al cabo, vivimos frente al Mar Mediterráneo. Brindemos.
Una buena manera de tomarse la vida en serio, atenta y en marcha, no necesariamente productiva, es no tomársela muy en serio. Vivir ajeno, sin peso en la mochila, sobrevolar los mapas y a algunas personas. La imagen de uno mismo progresivamente relativizada, sin rebasarse, la imagen de un hombre corriente, un buen hombre, sin vocación de eternidad. Esa es la idea, una de mis lecciones favoritas de vida…El mar, en definitiva.
Uno, que ya lleva unos años en el río incansable de los medios y que los ha visto de todos los colores, sigue confiando en la sencillez, en lo ingenuo digamos. He visto hombres fatuos, distantes desde su terrible pedestal, jóvenes voraces que, con falsa humildad, pedían a gritos un club de fans, señoras vampiresas que te besaban y te chupaban la sangre hasta enfermar. Uno, que aún está empezando, se coloca en el lado de los que han perdido todas las batallas.
Levantarse de una micro-siesta estival, escuchar el canto sinfónico de las chicharras en el campo, mirar el Mar Mediterráneo, al fondo, inmenso, manso, y observar, entonces, atónito como un sargo, aburrido en su propia rutina, asoma la espina dorsal primero y la cabeza después sobre la imaginada línea del horizonte. Aún no lo sabe, lo sabrá quizás en unos segundos, que acaba de llegar a Miami Beach.
La vida es corta, el arte es largo, nada parece tan importante. Un decidido sí a propósito de la vecindad, del contacto, de las manos, de los abrazos que superen los seis segundos, de los besos eternos y del amor desnudo entre sábanas blancas y mensajes clandestinos por Facebook. Ser payaso es una cosa muy importante. No tomarse nada tan en serio, jugar más, vivir más, bajar a las estrellas de rock y a los políticos de las tablas y burlarse con perspectiva. Ser un payaso, ya digo, surfeando las olas del Mar Mediterráneo, es algo muy serio.
Da igual la fórmula, escriban aquí en este paréntesis (………………) cada uno la suya, su fórmula digo: hagan más el amor, hagan más el humor, hagan más el error. Proyecten más emociones inventadas que vividas, llámenlo fragilidad o frivolidad, jueguen a ser jugadores, rebajen la tensión, no me sean los más ricos del cementerio y sobrelleven a los sin vida.
Sí, amigos, los que me conocen lo saben: me río de todo. Eso significa que me río de mí, el primero, pero que también me río de usted. De eso se trata. Sí, lo sé, sé lo que están pensando, que todo este post es muy raro, pero me gustaría que esta columna fuera como un beso que sabe a mar, a sal, y tras el beso, una mirada cómplice y después un ataque de risa feliz.
Tengo un amigo al que le encanta el buceo. Siempre que puede se escapaba a bucear a Maro, Cabo de Gata, Baleares… Él me introdujo en la adicción por los fondos abisales. Un día me dijo: “hay tantas cosas hermosas allí abajo que cuando se me acaba el oxígeno nunca quiero volver a la superficie”. Me lo dijo y luego se echó una amplía carcajada y bebió un trago de cerveza como si no hubiera más vida.
Amigos, no se tomen la vida tan en serio. La risa es una característica única de las personas y ya el viejo Darwin apuntaba que el sentido del humor era propio de la evolución y que la risa era un acto social. Quiten peso a la mochila, sobrevuelen los mapas, a los pesados. Apuesten por lo sencillo, por lo ingenuo. Es más fácil reír en grupo que estando solo. Es mejor una risa generosa con un amigo que un emoticiono de whatsapp que llora de artificial alegría. Rían, rían, riánse de ellos, de ustedes, de nosotros, de mí… De verdad, nada es tan importante. Sonrían y digan «pa-ta-ta».