259 días, 7 horas, 39 minutos, 53 segundos…

6 Sep
Congreso de los Diputados. EFE.
Congreso de los Diputados. EFE.

Mariano Rajoy comiendo un yogurt de soja mientras ve los deportes, tras el Informativo de las tres de la tarde, y pensando en las posibilidades numéricas que tendrá el Real Madrid de ganar la Liga, la Champions y la Copa, a la vez, esta temporada.

Permítanme que, salgamos del columnismo pop de las últimas semanas, para volver al precipicio de la actualidad y analizar el desgobierno de nuestra nación. Cuando lean estas líneas, amigos lectores, habremos superado los 259 días con un gobierno en funciones -justo cuando se publique este post serán 259 días, 7 horas, 39 minutos y algunos segundos-. Demasiados días, minutos y segundos, insoportables estrategias, discursos vacíos y ampliación de plazos sin justificar.

Albert Rivera jugando al Call of Duty en la habitación de un hotel de Santander y, de fondo, suena el último disco de Coldplay, exactamente el tema Hymm For The Weekend, y tarareando, dispara y dispara y dispara sin rencor.

Mal ejemplo, muy malo, están dando los políticos de nuestro país incapaces de ponerse de acuerdo, alcanzar mayorías necesarias y formar pactos duraderos. En general, siempre es más lo que nos une que lo que nos separa. La política es siempre un acto de equilibrio. Llegar hasta, y convivir, en espacios comunes no debería ser una quimera sino una dinámica.

Pedro Sánchez recordando en la parte trasera de su coche oficial las últimas vacaciones en Ibiza, y lo bien que lo pasó en el Hotel Rural Cas Plas, y cómo disfrutaron del paseo por el Puerto de Sant Miquel y la cara que puso la cajera de un supermercado al comprar, él mismo, una botella de agua y un paquete de chicles.

Dos elecciones después, un espectáculo nunca visto en la clase política, la prórroga presupuestaria, la multa europea, el retroceso de nuestra economía, la inestabilidad política y, sobre todo, el mal ejemplo para toda una sociedad son sólo algunas de las cuestiones que merecen el mayor de los desprecios por una clase política que debe dar un paso atrás.

Pablo Iglesias escribiendo una novela costumbrista en su Mac, un pastiche en verdad, que trata sobre el encuentro fortuito de dos amantes y la muerte post-coital de ella, dejándole a él una papeleta que trufará su ¿serie B? de misterio y un fino sentido del humor.

Conclusión: todo este proceso es un bucle, un proceso nulo. Nuestros políticos utilizan cada movimiento, palabra, exigencia, como un acto de campaña. No se trata de salvar el país sino de salvarse ellos. La actividad parlamentaria se ha convertido en un acto fallido, sesiones en diferido, ruedas de prensa sin preguntas, investiduras que no invisten… Sabemos el guión, conocemos a los actores y hemos visto ya más de una vez el final de la peli, y aún así pretenden que nos emocionemos. Mal vamos.

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