Empezaré por el principio: Bunbury está en otra liga. ¿Qué digo otra liga? Bunbury juega a otro deporte. Mientras algunas estrellas del pop y del rock de este país van a por leña, Bunbury ya ha apagado el fuego. Anoche lo demostró, veinte años después, una vez más, en La Malagueta.
Ya lo he contado en otro post de La Opinión. Tuve la oportunidad de entrevistar a Bunbury, en Logroño, Año Nuevo de 2001, y para terminar le pregunté que qué era una canción. ¿Qué es una canción, Enrique?, le dije. Lacónico, a la defensiva, contestó: “la canción es como una sala de estar donde el creador se reúne con sus oyentes, es una exhibición de tronío profesional… Es la solución, joder”.
Comienzan las canciones a sonar en la noche de Málaga, “Iberia Sumergida”, “Dos clavos a mis alas”, y todas suenan a solución. El público, fans incondicionales en torno a los 40, se entrega fácilmente. Enrique tarda un poco más en entrar en el show. Caliente motores. Vueltas de reconocimiento. Parece replicar la fórmula que siempre le ha funcionado. Sin embargo, de pronto, tras los primeros temas va surgiendo una conexión especial. Algo está pasando.
Grabo un mensaje de audio, mientras suena “Maldito Duende” y lo envío por whastapp al grupo de “Los Chicos del Barrio”. “Los Chicos del Barrio” es el grupo de amigos de mi calle, los de la infancia, la única patria que aún sobrevive, los de siempre. Aquellos chavales que comprábamos discos y decíamos arrogantes que “Héroes del Silencio eran nuestros Rolling Stones”. Al instante, Alberto desde Dallas, Estados Unidos, contesta: “subidón, subidón… Vivan los Bajos de Moncloa”.
“Un viaje musical a través de tres décadas”, dice Enrique en una de las pausas musicales. Un viaje iniciático, todos los viajes son iniciáticos sino no son viajes, a lo largo de todas nuestras vidas. Canciones de Héroes del Silencio, pero más negras, esquinadas y maduras, y las propias de Bunbury, a los pies de la ineludible metamorfosis. Un concierto de síntesis en torno a muchas de sus piezas, giros, vidas… Desde “Mar Adentro” a “De todo el Mundo”. Todo encaja.
Quizás todo encaja por el propio Bunbury que afecta a todo su trabajo con su propia personalidad mutante y discutible. También, todo encaja, por su banda. “Los Santos Inocentes”. Una banda de francontiradores certeros. Aquí no hay discusión. Jordi Mena es un guitarra total. Alex “El Zurdo” escribe hoy en Facebook: “la clonación debería estar permitida, por el mero hecho de poder poner un Alvaro Suite en cada banda”. No tengo nada más que decir a este respecto.
Me saludo con todo el rock n´rollerio malagueño: abrazo al Zurdo, saludo a Salvi Pariente, comparto con Adolfo Caimán, intercambio con Sergio Nougués, veo a Kiko y Amelia…, y todos coincidimos en que se trata de un producto bien hecho, profesional, rock n´roll maduro, producción exquisita, banda brutal, puesta en escena necesaria… Incluso a aquellas que apostillan “que no es santo de mi devoción” parecen convencidos. Hay unanimidad.
Bunbury se la juega con canciones que llevan muchos años fuera de repertorio como “Los Restos del Naufragio”, retumba Málaga con el bajo de Robert Castellanos en “Despierta”, enloquece a la tropa con “Maldito Duende”, cierra el show con “Y al final”…, y yo me sigo quedando con aquel verso, no me pregunten porqué, que dice “sol en la memoria que se va”, dentro de “La Sirena Varada”, que sigue emocionándome como el primer día y que a tantos sitios me lleva.
Da gusto leer de música y de emociones que nos acompañan desde que en el instituto descubrimos tantas cosas nuevas y fantásticas. Nos olvidamos de todo … hasta de que no tenemos gobierno …
Fue fantástico a pesar de que Bunbury no apostara por el Rock’n roll … pero sí que nos dio el corazón.