Alix Lambert se casó y se separó seis veces en cuatro meses. Todo un récord. Al parecer, la documentalista y guionista quería realizar un ensayo científico. Después expuso todos los objetos logrados a través de esos universos contractuales: certificados, fotos oficiales y otros recuerdos. La idea era entrar y salir en ese juego combinatorio y sacar conclusiones a través de metáforas.
Universos contractuales rotos: las separaciones son la nueva plaga de mi generación. Raro es el mes en el que no nos llega la noticia de un amigo o amiga que lo deja. Te llama alguien y te dice: “me separo”. Entonces tú le preguntas si debes alegrarte o entristecerte. Ella o él responde, tú acudes a los manuales de compensación, intentas empatizar, dices lo que puedes, improvisas y la vida sigue.
Laberintos sin salida: algunos de ellos, los nuevos separados, lo hacen con una resignación matemática, más o menos estoica, muy católica, mientras otros lo pasan fatal, como encerrados en un laberinto sin salida, sin aire, perdidos. Nos enseñan a enamorarnos, sí, pero no a desenamorarnos.
La vida sigue: desenamorarse consiste en aprender a afrontar los nuevos cambios, tener la osadía de empezar una nueva vida sin ese hombre, o sin esa mujer, a quien querías tan intensamente, durante ese tiempo, ese pasado imperfecto, y empezar de nuevo, a quererte, a vivir al cien por cien. Lo dicho: la vida sigue siempre.
Monogamia sucesiva: a veces, uno de esos amigos, tras la avería y la redención, te dice que se ha vuelto a enamorar. Lo llaman, al parecer, “monogamia sucesiva”. Algo así como el arte de tropezar, una y otra vez, con la misma piedra. Algo así como lo de Alix Lambert pero sin metáforas y en carne cruda.
(La monogamia sucesiva es el cambio frecuente de pareja. Los ves ir de acá para allá, como adolescentes, buscando El Dorado. Las personas que practican este tipo de relación se embarcan en una aventura amorosa que no dura mucho, pero durante la que son fieles, para dejarla y empezar otra de nuevo, en un bucle sucesivo, casi eterno. Tengo algunos ejemplos pero los mantendré en el anonimato).
La química y el bajón: enamorarse frente a desenamorarse. Es como aprender y desaprender. Según varias investigaciones, el 99 % de nosotros hemos sufrido el desamor. Se trata de una ecuación muy vulgar: dosis altas de norepinefrina, dopamina, serotonina, testosterona… En fin, la química del bienestar y, luego, el bajón. El trance del desamor. Quitarse de una adicción. Algunos estudios basados en resonancias magnéticas demuestran que las áreas del cerebro que se activan en este trance son las mismas que se activan en pacientes que tratan de quitarse de la cocaína y los opioides.
Estadios clásicos: ira, negación, depresión, resignación y/o aceptación. Veo a amigos separados pasar por esos desiertos helados, proyectándose en sus muros de Facebook convertidos en una Sábana Santa llena de códigos, gestionando los tiempos mejor o peor, pero saliendo todos más o menos triunfantes, finalmente, mejores, reiniciando otro programa, volviendo más sabios.
Compensaciones: Alix Lambert jugó a la probatura y el escaparate. Nuestra generación está pasando por un campo de minas. De vez en cuando, sin previo aviso, uno de los nuestros salta por los aires. La detonación es silenciosa pero real. La separación, los sueños rotos de futuro, presentes de indicativos, hijos, custodias compartidas, abogados, reordenamiento y redenciones, compensaciones, volver a empezar… La tragicomedia de un matrimonio que se rompe y se reinicia en este momento, ahora, en algún lugar del mundo.
Dato final: Según un estudio, más de la mitad de las parejas que conocemos se separarán a lo largo de su vida. ¿Estáis preparados?