Vale por un rato más juntos, ¿Nos secuestramos?, Todos los días te he amado, Las ganas de tenerte, Mi amor, El final de mi escalera, Mi vida entera, Te quiero tanto que te doy mi corazón, Mi diosa mi cometa…
575 Post It de Amor, todos y cada uno de ellos colocados estratégicamente por la casa: el salón, el baño, la cocina, la puerta de la despensa, las ventanas…
Compró varios paquetes de Post It 3M en una papelería cercana. Todos de color rosa fuerte. Compró también un rotulador azul oscuro. Pensó que el rosa fuerte y azul oscuro encajaban como encajan la letra y la melodía en una canción de Lou Reed.
Gracias por todo, Aquí tú y yo, La chica que volvía en autobuses verdes, Te etiqueto con amor, Soy fan de ti, Mi noche mi lluvia mi piscina, Estás repleta de puertas, Estoy pensando en regalarte un beso, Y al final quiero volver a verte, Te voy a querer siempre…
Quiso regalarle un gran poema, en versos sueltos, desestructurados, caóticos, repartidos por esa pequeño Parnaso que era su casa, pegados a las paredes, en los dinteles, en los espejos y cuadros. Pensó que era una buena idea para cuando ella volviera del trabajo.
Mil veces te felicito mil veces mi amor, Mi escalera, Sigue jugando, La esperanza de la humanidad, Soñar contigo otra vez, Que los años y el presente nos sorprendan a los dos, Eres todo…
Esperó a que llegase ella. Los últimos minutos se le hicieron un mundo. En un cajón de una alacena del comedor encontró más papelillos de colores. En este caso, los Post It eran de color amarillo palo. Le pareció una buena idea ponerlos. Otro color le daría un toque exótico. Siguió escribiendo mensajes…
You are my baby, Eres todo mi mundo, Tu pelo negro, Abrázame, La luna y mis huesos, Sabes que te sigo queriendo, Mi lluvia mi sol mi sala de espera, La mejor compañera de viaje…
Al llegar ella, sonrió sorprendida, emocionada, se besaron. Leyó cada uno de los mensajes con detenimiento. Volvieron a besarse, volvió a leerlos. Hicieron el amor un par de veces y por la ventana se colaron discretas las notas de “Hope there´s some one”, de Anthony and the Johnsons, como una canción desesperada.
El sonido de mi piano, Los besos que aún no te he dado, TQM, Perdido en el despierto de tu espalda, Eres Rock n´ Roll, El mundo a tus pies, Que siga la luna de miel, Mi consentida, Aquí yace lo que merecías, El don y mi maldición, Mi amor, Son las 07.27…
Transcurrieron los días, las semanas, los meses… Los Post It, hojas caducas de otoño, fueron cayendo lentamente. Pasaban por uno de los pasillos de la casa y, de pronto, uno de los mensajes (por ejemplo, ese que ponía “Te tengo aquí dentro”) se desplomaba con una languidez triste. Así fueron sobrevolando los días y derrumbándose los mensajes como se derrumbaron las Torres Gemelas.
Mi furia pertinente, El espejo de los días, Mi alma, La lluvia y bajo la lluvia tú, Un grito, Mi abrigo, Mi esperanza, Mi amor, Mi mapa emocional…
Fueron cayendo los mensajes, uno a uno, los 575 Post It. Pasaron los años y ellos siguieron viviendo los días. Leían todas las mañanas aquellas notas, aquel gran poema, al que se le caían los dientes, de versos sueltos y caóticos, y les valía, y se sentían bien, de alguna manera, especiales, únicos…, y eso era suficiente, eso era todo.