David Bowie que estás en los cielos

12 Ene
Portadas de Hunky Dory.
Portadas de Hunky Dory.

Ayer murió David Bowie. El cantante británico, (¿sólo cantante?) fallecía tras luchar durante 18 meses contra el cáncer que padecía. Escuchar a Bowie siempre me pareció lo más parecido a viajar. Al regresar de uno de sus viajes sonoros (¿sólo sonoros?) era fácil advertir que las cosas ya no eran como las habíamos dejado sin reparar en la circunstancia, mucho más plausible, de que sólo nosotros habíamos cambiado definitivamente.

Cuando éramos adolescentes los chicos del barrio nos pasábamos los días traficando con vinilos y cassettes. Durante una época, me dio muy fuerte por David Bowie. Me encerraba en mi habitación escuchando “Quicksand”, de Hunky Dory. Por cierto, que hace poco la volví a oír y ya no me pareció nada del otro mundo. Cosas de la vejez prematura, supongo. Recuerdo que en una ocasión, le dije a mi colega Dani “El Gordo”: “Cuando sea mayor, me gustaría ser como Bowie”. A lo que “El Gordo”, con todo el sarcasmo violento que solía utilizar, me espetó: “Rober, para ser como Bowie tendrás que comerte muchas pollas”.

Cuentan que fue en 1962, y cuando ambos tenían 15 años, cuando el artista George Underwood le dio un puñetazo en el ojo a su amigo y compañero de clase David Bowie. La movida se organizó por una chica. Underwood llevaba un anillo en el dedo y el golpe fue tan brutal que hubo que operar varias veces al cantante, que quedó con una pupila dilatada para siempre. Por este motivo y dependiendo de la luz, parecía que Bowie tuviera un ojo más oscuro que el otro, aunque los dos iris eran del mismo color.

Reconozcámoslo: cuando tú ibas a por la leña, Bowie ya había apagado el fuego. Con él, siempre te daba la impresión de ir por detrás, muy por detrás, una especie de proto-vanguardia. Quizás era ese su secreto. No me quedo corto al decir que fue uno de los artistas más influyentes de su época: un camaleón imprevisible que nos lanzó muy lejos, al espacio exterior (Ziggy), que nos devolvió de una patada al Berlín más vanguardista (Heroes, Low…), que nos hizo bailar en las pistas (Let´s dance) y el que rescató, o quizá vampirizó, la carrera de unos cuantos (Lou Reed, Iggy Pop…)

Una de las partes que más me interesó de Bowie fue su pasión por el espacio: su precisa estética del universo, explorando terrenos fronterizos entre la poesía y el relato, lleno de condensación y transparencia a partes iguales, sobre capas sonoras que son agujeros de gusano capaces de transportamos en el tiempo y en el espacio. Ya he dicho que escuchar a Bowie siempre me pareció lo más parecido a viajar. Space Oddity es una de mis canciones favoritas. Ahora sí, ya, podemos decir eso de «David Bowie que estás en los cielos».

Su voz desgarradora, sus letras innovadoras y su estética absolutamente rompedora le han convertido definitivamente en una leyenda. Todo eso es cierto pero uno se queda con sus pequeñas historias cotidianas. Cuando N. estaba embarazada de nuestra primera hija, nos pasamos el embarazo escuchando a David Bowie. En casa, en el coche, en los auriculares: “we can be heroes, just for one day”. Sostengo que algo de lo que es mi hija Alex y no es poca cosa, se lo debemos a Heroes. O la anécdota del «kiwi de Bowie», esta la dejo para otro día.

Cuentan que Bowie y Underwood siguieron siendo amigos hasta el final. Incluso, Underwood diseñó la portada de varios de los discos del artista, incluyendo The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, y formó parte de The King Bees, el grupo con el que ambos grabaron un disco. Underwood declaró en 2012: «A medida que el tiempo pasaba y la gente quedaba intrigada por el color de sus ojos, David me dijo: ‘Creo que en realidad me hiciste un favor, George’, así que ahora no me siento tan mal”.

Lo dicho: Ground Control to Major Tom, take your protein pills and put your helmet on… Hasta siempre, Major Tom.

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